Los latiguillos dubitativos le sirven al historiador Alharilla para tiznar la imagen del naviero Antonio López con el argumento de que su socio Domingo Valdés estuvo años atrás (marzo 1838-enero 1839) en África al frente de una expedición negrera que fue apresada por la Armada británica, aunque él pudo volver a Cuba sin ser atrapado:
Parece bastante claro que la participación de Antonio López y de su hermano Claudio en el comercio ilegal de esclavos africanos cobró notable impulso merced a su alianza con el asturiano Domingo Valdés (…) No cabe duda de que desde allí [Guantánamo] siguió [Valdés] dedicándose a la trata africana, tanto a título particular como, a partir de 1847, también desde la firma Valdés y López.
Alharilla dice no tener dudas de ello. Lo que tampoco tiene son pruebas. Lo máximo que aporta son las compraventas de esclavos registradas en las escribanías, al menos formalmente criollos, y su transporte por barco. Y vuelve a explicar el modus operandi, pero Domingo Valdés no fue acusado de nada siendo socio de López, ni aparece involucrado en la trata, ni figura en los archivos británicos a partir de que se asociase con Antonio López. Alharilla vuelve a hocicar en sus prejuicios.

Lo mismo vale para otros socios que tuvo López, inmiscuidos o no con el tráfico de esclavos: Eusebio da Guarda, Salvador Samà, Julián Zulueta, Manzanedo, Abarzuza… Este tema lo tratamos en NAUCHERglobal en anteriores artículos. Añadiré que, si hubiese habido en Cuba estrechas relaciones de López con ellos antes de 1862, es muy probable que compartiesen intereses entre sus respectivas casas comerciales. Figurarían al menos en el epígrafe: “…y Compañía”, que englobaba a los socios comanditarios y de otro tipo que participaban en una empresa. Este sería un dato clave por investigar. Por ahora, no se puede inferir que Antonio López compartiese intereses económicos con ninguno de ellos antes de abrir, ya instalado en la Península la línea marítima a las Antillas. Solo por mala fe se pueden arrojar estas sospechas gratuitas contra el marqués de Comillas.
Mención aparte merecen sus amigos Manuel Calvo y Ramón Herrera, sobre los que pesan serias sospechas. El portugalujo por su participación en una naviera presuntamente involucrada en la trata y porque un Manuel Calvo figura en un artículo del corresponsal en La Habana del diario británico “Daily News” (07.07.1853) que da cuenta de tres alijos desembarcados dos meses antes al poniente de la isla de Pinos (costa sur de Cuba) consignados a Pedro Díaz y Manuel Calvo. La delación periodística es clara, aunque este último podría ser otro con su mismo nombre, pues incluso Hugh Thomas confunde al portugalujo con Manuel Calvo de la Puerta, un hacendado cubano de abolengo.

Más creíbles todavía son las acusaciones contra Ramón Herrera, quien aparece en un manuscrito de 69 cuartillas, anónimo por ser confidencial, sobre quién era quién en la Isla en 1870 o poco después (“Datos biográficos de personas relevantes en Cuba”). Este informante da cuantiosos detalles, incluso chascarrillos, no dejando títere con cabeza entre los integristas originarios de la Península ni entre los miembros del Casino Español. A Ramón Herrera le dedica cuatro cuartillas de apretada letra:
Peninsular, montañés, empezó de dependiente de la casa Pardo, Regules y compañía, consignatarios de buques y comerciantes [asturianos] de víveres, y como todos los de su clase ávidos de ganancias a toda costa colocó sus ahorros en los negocios de la trata y en los de bodega o tienda de comestibles.
En la trata dio a conocer su carácter vivaracho, entremetido y algo mentecato, como de los principales agentes, durante el primer mando del general D. José de la Concha, al que sirvió y de quien quedó apasionado y partidario acérrimo cuando aquel fue reemplazado por D. Juan de la Pezuela, después del corto mando de D. Valentín Cañedo.
La credibilidad de estos significativos pasajes estaría seriamente cuestionada por el anonimato del autor, por la intencionalidad política del conjunto del manuscrito y por la animadversión que le profesa a Herrera el informante. De todos modos, Antonio López no figura en dicho manuscrito ni en su cuartilla nº 30: “… se formó una especie de coalición en La Habana el año 1853 por Zulueta, Calvo, Herrera y otra gente de mal vivir como la llamaba Pezuela, para seguir las instigaciones de D. José de la Concha, a la sazón conspirador en España, y deponer al expresado Pezuela…”
Habría que añadir que quizá falte otro informe de este anónimo. La cuartilla abierta para el cubano Pedro Sotolongo Alcántara, estrecho socio y amigo de López desde al menos 1862, está en blanco y remite a otro apartado que ignoro si se redactó o se ha extraviado.
Si en defensa de Antonio López me cruzo con desconocidos datos en su contra, como los del “Daily News” y el susodicho manuscrito, pues se reseñan, como hice con la única e inédita cita en que aparece López, con nombre y apellido, relacionado documentalmente con la trata (Ver el artículo “El sospechoso caso de la goleta DESEADA”). No pasa nada, ni que sea una o mil pruebas irrefutables. La honestidad debe ser el mascarón de proa para los trabajos de investigación. De hecho, estoy dando más datos documentados contra Antonio López que el historiador de referencia.
Considero que falta cuajo y sobran prejuicios y trápalas en las obras de MR Alharilla respecto al marqués de Comillas. Siempre en contra, redactando solo y todo lo que pueda implicarle en la trata, conforme su cherry picking de escoger lo que le conviene para que le cuadre a la perfección lo negrero que fue López. Es el caso de sus amigos y socios. Saca a relucir las conexiones negreras que, según él, mantuvo con estas personas, a pesar de que por aquella época (1846-1853) ninguno de los dos aparece como socios en ninguna empresa del naviero cántabro. Herrera y López coparticiparon por algún tiempo (1852-53) en el tráfico marítimo en torno a Cuba, el primero por la costa sur y el comillano por la del norte, cada uno con su propia naviera. También consta que Manuel Calvo intervino como testigo en la creación de la naviera del vapor GENERAL ARMERO. No hay por qué escamotear nada, aunque tangencial o directamente pueda involucrar a Antonio López en el tráfico de esclavos.

Lo que no destaca Alharilla son las amistades de Antonio López con quienes fueron abiertamente antinegreros. Al menos, debería mencionar que fue íntimo del general Domingo Dulce Garay, por dos veces capitán general de Cuba (1862-66, y 1869), bajo cuyo mandato se reprimió como nunca a los negreros y se acabó con la trata de una vez por todas (1866).
Y contó [Dulce], a lo largo de su vida, con amistades, si escasas, en cambio hondas y puestas a prueba, figurando entre las más destacadas Zurbano (su médico), Escosura, Serrano, Ulloa, el general Fernández de Córdoba, el naviero López, en Barcelona, y O´Farrill, [hacendado] en Cuba.” (biografía “Domingo Dulce. General Isabelino”, Joaquín Buxó de Abaigar, 1962, pág. 225).
Las estrechas relaciones entre ambos debían venir de atrás. López, tengo leído y no confirmado, fue padrino de la hija Luisa que el general tuvo a finales de 1859 con su segunda esposa Albina Tresserra (boda 11.12.1858). Y al morir Dulce (noviembre de 1869) le nombró su albacea, y tutor de dicha hija, no tenía más descendencia. La firme integridad de este general sería incompatible con su amistad con Antonio López si éste hubiese sido negrero, de lo cual debería estar informado al menos tras ser capitán general de Cuba a partir de 1862. Las tuvo muy tiesas allí para desbaratar el sistema Tacón y las camarillas de Palacio, no solo con Zulueta, también con Ramón Herrera, amigo y estrecho socio de López. Lo corrobora el diario barcelonés «El Telégrafo» de 4 de abril de 1863: El general Dulce, dice la carta, se ha propuesto perseguir la trata de negros y toma medidas enérgicas y adopta precauciones. Se dice que tiene alguna relación con este asunto el haber dado pasaporte para la Península a los señores Duroñana y Tuero. El general estaba al cabo de la calle. La amistad y la máxima confianza de Dulce con el comillano contribuyen a pensar en la buena imagen que tenía éste.
Las guiñadas con un vapor
El afán de Alharilla por involucrar al marqués de Comillas en el tráfico de esclavos le lleva a cometer errores de bulto con relación al vapor GENERAL ARMERO. Este tema lo abordé con cuatro artículos (NaucherGlobal, agosto/septiembre, 2020). Vuelvo a ello porque en su libro de 2021 cae en nuevos despropósitos al asumir lo escrito, y no publicado, por José María Ramón de San Pedro.
Joaquín Eizaguirre, ingeniero de minas, fue nombrado por el Gobierno el 1 de agosto de 1837, responsable de la minería en Cuba y Puerto Rico. Su pormenorizado historial laboral en las Antillas figura en los archivos, y, contra lo que admite Alharilla de Ángel Pérez Eizaguirre y de Ramón de San Pedro, no fue ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, y menos aún “ascendió a Ingeniero Director del puerto de La Habana”. ¡Por favor! historietas, no; de ninguna de las maneras cuando sirven para acusar al marqués de Comillas nada menos que de ser negrero.

Las fuentes documentales a que recurre Martín Rodrigo Alharilla falsean más de la cuenta, también el protagonismo que tuvo Patricio Satrústegui en la construcción del GENERAL ARMERO. Las citas publicadas por Alharilla traslucen que provienen de páginas noveladas, mal documentadas, aunque con algunos datos ciertos. Un naviero del siglo XIX antes que a nadie enviaba a un experimentado capitán mercante de confianza para supervisar la construcción o compra de sus barcos. Para la botadura del GENERAL ARMERO contó con los conocimientos del capitán Francisco Villar y para los primeros buques que tuvo en la Península, con el capitán alicantino Ramón Lagier. Bastante tenía entonces Patricio Satrústegui con el largo viaje a Madrid para comprar las fincas de Ricardo Bell, salvo que tuviese el don de la ubicuidad para estar hacia finales de 1851 a la vez en la Península y en Estados Unidos.
Más importante es poner en evidencia algunos de los nuevos errores cometidos en torno a ese vapor, del que se inventan una vinculación con la trata. Alharilla todavía no se había enterado en enero de 2021 que la iniciativa de abrir una línea marítima entre Guantánamo y La Habana no la tomó ni la gestionó la sociedad “Antonio López y Hermano”, sino la firma “Valdés, López y Cía.” (1850). De hecho, este barco solo aparece con un apunte contable en los balances de la firma “Antonio López y Hermano”. No sabemos los beneficios que tuvo López en su concesión por ocho años de la línea marítima Santiago de Cuba-Guantánamo. Es seguro que el barco naufragó a finales de noviembre de 1853 y consta que tres años después él vendió los derechos que tenía en esa ruta, puede que a uno de quienes ya eran socios en esa misma línea marítima. Me refiero a la casa comercial santiaguera “Brooks and Cía” que el 6 de junio de 1857 pidió abanderar al vapor GUATEMALA, construido en Estados Unidos, en sustitución del GENERAL TACÓN, que estaba haciendo la línea Santiago de Cuba-Guantánamo e iba al desguace. Hay que reseñar que por esas fechas Antonio López estaba en Cuba para hacerse cargo de la herencia de su suegro y ver otros negocios.

Tampoco son ciertas otras afirmaciones de Ramón de San Pedro sobre esta naviera, que Alharilla cita y da, claro, por buenas. Es un error tras otro: sobre el vapor GENERAL ARMERO, sobre el general de la Armada Francisco Armero, sobre un barco fletado… Alguien ha publicado que el vapor BOTAFUEGO estaba fletado por López. Nada de eso. Era el que hacía el servicio interno a un lado y otro de la bahía de Santiago, desde el puerto comercial al embarcadero de mineral de cobre, por lo cual se le apodaba “el Cobrero”. Era propiedad de la mina, aunque su utilidad era pública, siendo muy popular para visitar el santuario de la Virgen del Cobre.
Los archivos desdicen también lo recogido por Ramón de San Pedro. Mejor dejarlo estar. Lo que no tiene pase es que Alharilla vuelva a implicar en 2021 al GENERAL ARMERO en el tráfico de esclavos. Ya no es tan rotundo como solía en considerarlo buque negrero. Sin embargo, mantiene que le sirvió a López para el tráfico de esclavos:“aunque no pueda ser más que en forma de hipótesis”. También se empecina en dar por buena su tan traída cita del historiador José Antonio Piqueras, quien sin datos compromete a Francisco Armero en las presuntas componendas de dicho vapor con la trata. Por si faltaban más despropósitos, el investigador de referencia incurre, una vez más, en lo capcioso:
Sabemos, de hecho, que aquel vapor General Armero no limitó sus viajes a la línea Santiago de Cuba-Guantánamo, sino que navegaba también por aguas relativamente lejanas del litoral insular.
¿Qué intenta dar a entender con navegar relativamente lejos de la costa? ¿A dónde, con qué objeto? Alharilla lo deja en suspenso, sin datos, como si el vapor se dedicase a la trata recalando en islas del Caribe, como Santo Tomás, Santa Cruz, Aruba…, que aún entonces podían servir para la compraventa de esclavos. Todo lo que escribe sobre el barco GENERAL ARMERO está envuelto en sospechas, que podríamos calificar de basura por cuanto las utiliza para acusar de negrero, sin pruebas, a Antonio López.
El vapor General Armero pudo servir, de hecho, para dicho cometido, o sea, para recoger los cautivos [desembarcados por los buques negreros en los cayos o islotes] y llevarlos a tierra.
Menos dubitativo se muestra en la entrevista a “La Vanguardia”: “Sí, traficó con esclavos. Con un barco de cabotaje los llevaba a diversos puertos cubanos” (03.08.2021)
Resulta vergonzoso que, estando dicho barco bastante bien documentado, Alharilla haga poca mención a los archivos y prensa digitalizada, cometiendo graves errores como afirmar en esa última entrevista: “Antonio López compró un buque de vapor en 1851 para su tráfico [de esclavos]. Lo vendió al volver a Barcelona”. La realidad es que contrató en 1851 la construcción de un vapor en Estados Unidos, el cual entró en servicio en Cuba el 12.05.1852 y naufragó a finales de noviembre del año siguiente, antes de que López volviese definitivamente a Barcelona. Además de no informarse lo mínimo, persiste en sus prejuicios sectarios en el libro de 2021:

Y conocemos también que acostumbraba a llevar a bordo a personas esclavizadas. Valga como muestra la instancia que los socios de la firma Antonio López y Hermano presentaron, en enero de 1854, ante el entonces capitán general de Cuba, Juan González de la Pezuela” pidiendo la captura y devolución de tres negros de su propiedad que se habían escapado aprovechando el naufragio del GENERAL ARMERO.
Por supuesto que dicho vapor transportó personas esclavizadas. Aparte de las consabidas compraventas, debieron ser muchos cientos los esclavos embarcados ida y vuelta para cubrir las necesidades de brazos/trabajadores en las campañas de la zafra, pues la zona cafetera del oriente cubano podía permitirse que parte de sus esclavos fueran contratados de temporeros en las regiones al oeste de Santiago de Cuba. Tanto más cuando las campañas de recolección del café (septiembre-enero) y del azúcar (diciembre-mayo) se solapaban solo en parte.

La instancia de López al general Pezuela tiene una explicación. Reclamaba unos esclavos fugados a finales de noviembre de 1853 cuando naufragó el vapor GENERAL ARMERO. Por uno de los pocos datos concisos que destaca Alharilla sobre este barco, resulta que, sin desearlo el autor, favorece al comillano. Un negrero no acude reclamando tres esclavos al negrófilo Juan González de la Pezuela que con tanto ahínco perseguía la trata. Si López le presentó esa instancia sería señal inequívoca que esos esclavos no eran bozales y que él mismo tenía la conciencia tranquila de no estar implicado en el tráfico ilegal. Si algún máximo mando en Cuba no tuvo complacencias con los negreros fue el general Pezuela, aparte de su predecesor en el cargo Valentín Cañedo (arrestó a Julián Zulueta, expulsó de Cuba a Joaquín Gómez) y años después Domingo Dulce.
Que Juan de la Pezuela tomase en consideración la reclamación de Antonio López y le argumentase que poco podía hacer por él, sería un indicio de que el naviero cántabro, a punto de hacer las maletas para instalarse en Barcelona, tenía buena imagen en la Capitanía de Cuba y no era sospechoso de implicación en la trata. Cuando López presentó la instancia al capitán general Pezuela, éste llevaba poco más de un mes al mando, aunque había sido nombrado en septiembre, pero sabía qué se traía entre manos para aplicar el mandato de reprimir la trata. Había sido gobernador de Puerto Rico (1848-51) tras relevar al general Prim. Además, Pezuela (1809-1906) no era un político/militar chusco aupado por ser el hijo del último virrey de Perú y por su incondicional apego a Isabel II, sino un líder con personalidad, reconocido también como dramaturgo, poeta, traductor. Presidió nada menos que la Real Academia Española (RAE) desde 1877 hasta su muerte, de la cual era miembro desde 1847 (Sillón “a”).
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