Sobre el origen de la riqueza de Antonio López:
Hay dos fases en su trayectoria. En la inicial, en Cuba, estuvo vinculado al mundo de la esclavitud y a su tráfico. Está demostradoque participaba recogiendo esclavos africanos en las costas de Cuba y que los vendía en distintos puntos de la Isla. Esto había sido declarado ilegal desde 1820, pero él se dedicó a ello entre finales de 1840 y principios de 1850. Lo que hacía era absolutamente ilegal y estaba penado. (…) López era el consignatario, la figura clave para recoger alijos. Y también para legalizar los cargamentos de personal corrompiendo a funcionarios. La trata fue la actividad que más réditos le proporcionó a López (…) Hay que valorar hasta qué punto esto [monumento, nombre de la plaza] es un enaltecimiento de su figura, pero no corresponde a los historiadores hacerlo, nuestra opinión vale como cualquier otra. (03.03.2018, Martín Rodrigo Alharilla, entrevistado por Pau Rodríguez en “eldiario.es”). Es subrayado es mío ERM.
Horas después de estas durísimas acusaciones sin pruebas, el Ayuntamiento de Barcelona retiró la estatua del marqués de Comillas. Él fue el historiador clave para este desatino, y tiene sorna que diga que “nuestra opinión vale como cualquier otra”, cuando él, en concreto, ha sido el único que ha contribuido a la concejalía de Memoria Democrática con aportaciones firmadas y ha sobresalido como nadie con entrevistas y conferencias denigrando a Antonio López, a modo de caballo de tiro para la campaña contra el marqués de Comillas. Hasta se lo han reconocido dándole protagonismo: ponente de la conferencia del once de septiembre en el Saló de Cent, donde se reunía el Consejo de Ciento que gobernaba la ciudad de Barcelona desde mediados del siglo XIII (“Dimensión colonial de la Barcelona moderna”, 06.09.2018) y comisariado del ciclo e itinerario del “Esclavismo en Barcelona” (del 3 al 6 de noviembre de 2021). Y de inaugurarse en Barcelona un centro memorial de la esclavitud, él será su director. Su opinión no vale “como cualquier otra” porque no se la están pagando como a cualquier otro, por algo se ha extenuado de percherón académico.

Este profesor no debía estar tan seguro de sus aseveraciones vertidas hasta el 3 de marzo de 2018. Volvió a revisar sus notas, a voltear de nuevo los archivos y a viajar a Cuba para sustentar tanto disparate académico. ¿Y? Su libro “Un hombre, mil negocios” (enero, 2021) aporta un inédito indicio que implicaría a Antonio López en la compraventa de bozales desembarcados por la goleta negrera DESEADA. Es lo máximo que Alharilla aporta hoy para acusar de negrero al marqués de Comillas. Insuficiente a todas luces.
A costa de ser reiterativo, Alharilla ha demostrado en 25 años que no ha podido probar que Antonio López recogiese alijos, que fuese la persona clave y el consignatario a pie de costa, que legalizase y vendiese bozales, que corrompiese funcionarios, que el tráfico de esclavos fuese absolutamente ilegal y penado y la actividad que más réditos le dio al naviero cántabro. Todo falso o sin documentar. Confunde el prejuicio con tener pruebas. Craso error. Ni siquiera la autoridad que le confiere ser el investigador de referencia ha logrado que algún otro historiador se haya implicado en este tema ofreciendo un solo hallazgo contra el marqués de Comillas. Ni uno. Tampoco han contribuido quienes desde la política se aprovecharon de MR Alharilla para echar abajo la estatua del marqués de Comillas.
El catedrático de historia Ricard Vinyes, en su momento comisionado de memorias del Ayuntamiento, tampoco ha proporcionado un dato, un documento, algo que respalde sus decisiones y las certezas vertidas por Alharilla. Cuando digo nadie, es nadie. Por pereza intelectual o simple dejadez, por lo que sea, nadie se ha implicado un mínimo en indagar contra Antonio López. Tampoco a su favor, salvo este marino, quien escribe. Los historiadores/guía (EUROM) ocupados intelectualmente en hacer la calle con “La ruta de la esclavitud en Barcelona”; los articulistas de corta y pega; los políticos responsables de la defenestración de Antonio López…, todos ellos han hecho campaña para echar abajo al marqués de Comillas sin otros apuntes que la posverdad, el sectarismo y los prejuicios, sin una mínima aportación profesional contrastada.

Tamaño disparate tiene su explicación. Alharilla dio por válidas unas fuentes documentales contaminadas y tergiversó sus hallazgos en las escribanías de Cuba. Fue la salida en falso que adoptó ante la falta de información suficiente y fiable sobre la etapa de Antonio López en Cuba. Echó mano de cualquier cosa, sobre todo de la inmundicia escrita por Francisco Bru Lassús, Pancho, contra su cuñado Antonio. Peor aún, la alambicó obviando dos de sus tres libros (“Fortunas Improvisadas,”1857; “El marqués de Comillas, su limosnero y su tío”, 1895); y del que saca citas (“La verdadera vida de Antonio López y López”, 1885) solo recoge las inculpatorias que le interesan. No se molestó en cuestionar la honestidad y veracidad del autor de su fuente clave, de su libro de cabecera. Si tan válido y esencial era para sus investigaciones qué menos que indagar a este personaje, qué menos que valorar su fiabilidad. No basta con decir que Pancho “exageraba”. Si solo fuese eso… ¡Claro!, no podía deslegitimar la fuente documental más preciosa que culpabilizaba al marqués de Comillas. Este descomunal fraude académico de Alharilla constituye una desfachatez. Inadmisible. Quien desee contrastar que Pancho Bru era más falso que un duro sevillano puede consultar los 17 artículos publicados en NAUCHERglobal bajo el título genérico «La falseada vida de Antonio López» que desmontan las mentiras de este personaje y desvelan su bajeza moral y resentimiento enfermizo.
Otro tanto pasa con las «investigaciones» de Alharilla en las escribanías cubanas. Barrunta que las compraventas que aparecen en los legajos notariales son fraudulentas. Sin más razón que indicios/supuestos basados en prejuicios ideológicos sectarios, considera que, en realidad, lo que hacía López era legalizar bozales a fuerza de corromper notarios y funcionarios. Así de fácil le resulta difamar. Dedica a ello tantas páginas como sospechas puede introducir en ellas. Y no contento con eso exagera sus hallazgos afirmando que el comillano multiplicó, sin numerar el tanto por cuanto, la compraventa de bozales y esta actividad ilegal llegó a ser la principal de su negocio, la que más réditos le dio y originó la fortuna que sacó de Cuba. No da más cifras que los centenares de esclavos en cuya compraventa intermedió entre 1846 y 1853, sin diferenciar entre bozales y criollos, sin apenas mencionar su precio y sin dar monto alguno de los beneficios obtenidos por él o por el conjunto de los socios y agentes involucrados. Ignora casi todo, demasiado…, pero, ¡oh prodigio! ¡Qué feliz casualidad!, sabe de sobra que Antonio López fue negrero.
Este es el nivel del investigador de referencia. Y tal para cual. Quienes han abrevado con seguidismo en sus historietas negreras lo han hecho sin analizar las obras de este fullero empleado de universidad. Las críticas recibidas a sus premisas contra el marqués de Comillas parten más de la defensa del naviero que de la revisión de las acusaciones. Nadie se ha metido a fondo a cuestionar los trabajos de MR Alharilla, sea por la confianza académica que se le atribuye, sea por simple corporativismo o por no merecer la pena enredarse en un trabajo deficiente. De quienes son expertos en temas afroamericanos y en la Cuba esclavista (Vuelta Abajo, Santiago, cimarrones…) solo Javier Laviña, profesor emérito de la UB, ha cuestionado que existan pruebas fehacientes contra el marqués de Comillas:
Quien fue abiertamente esclavista en su activo antiabolicionismo [Antonio López], y sobre el que, a pesar de las acusaciones, no tienen evidencias históricas de que fuera `negrero´ o traficara con esclavos”. (“Asodeque”, Javier Laviña y Javier Tébar, 23.06.2020)
Otros callan, o como Josep Maria Fradera, asumen sin reservas las acusaciones vertidas por Francisco Bru contra su cuñado Antonio sin por ello aportar hallazgos que las respalden. Una miseria más, otra servidumbre de los estudios de Historia en Cataluña, carcomidos también por propalar el interesado revisionismo histórico al servicio del secesionismo.
La ligereza con que se tilda a López parte de la pasada contestación y del prejuicio de que los indianos cubanos más enriquecidos en Cataluña debieron tener por fuerza un pasado negrero. Da igual que ignoren incluso con cuánta fortuna llegaron a Barcelona, si hay pruebas o no en su contra…, las sospechas emborronan a quienes tras hacer las Américas antes de 1866 acabaron siendo grandes empresarios. También se obvian los numerosos españoles que llegaron a Cuba después del tráfico de esclavos y volvieron a la Península muy ricos (marqués de Valdecillas) o para emprender grandes empresas (Ramón Areces, El Corte Inglés). Se podía hacer las Américas en Cuba sin ser negrero. El problema surge al rastrear los enormes beneficios que hipotéticamente se obtuvieron con la trata. Con los de López es imposible. El propio Alharilla lo reconoce, al tiempo que también ignora demasiado de él entre julio de 1853 y septiembre de 1856.

El reto de saber el dinero que sacó de Cuba es insalvable, tanto más porque las pistas que aparecen allí son escasas y están fragmentadas. Esto no es óbice para que Alharilla no dude que López fue negrero y llegó a Barcelona con una fortuna acorde. La prevención o precaución académica, el mínimo rigor exigible a un profesional de la Historia, debería haberle aconsejado ser menos taxativo con sus acusaciones teniendo en cuenta que, salvo por los no concluyentes legajos de las escribanías cubanas y de la goleta DESEADA, sus fuentes principales o son manifiestamente falsas o carecen de respaldo documental.
Le pasó al aceptar la versión de la familia Fernández Castro (Mª del Carmen Cozar, 1998) por la cual López zarpó de Santander huyendo tras tener una reyerta con resultado de muerte… También es una fuente oral que antes de llegar a Cuba, pasó cuatro años en el Yucatán (Ramón de San Pedro). Y aunque no lo parezca, por estar publicada, también tiene rango de fuente oral la versión de Francisco Bru Lassús porque no ofrece ni fechas, ni datos, ni testigos. Nada. Es un tipo de acusación que tanto da que sea escrita u oral, tiene el mismo valor, dado que él no fue testigo directo, no nombra a ninguno que lo fuese, ni implica con a nadie con nombre y apellidos.
El abuso del “no cabe duda”
Las pruebas aportadas por Martín Rodrigo Alharilla contra López han sido rebatidas, mejor o peor, con los numerosos textos publicados en este portal informativo, desde 2016. Quedan, sin embargo, más críticas que dilucidar. Sirva para tal fin la revisión del capítulo 3 “Antonio López y el comercio de esclavos”, de su último libro. Una es la recurrente artimaña de presentar una prueba indiciaria, y párrafos después darla por cierta. Lo posible pasa en un santiamén a ser seguro. Un ejemplo sería su prueba estrella desde 2021: la participación de López en el alijo de la goleta negrera DESEADA (octubre, 1850).
Le denuncian el hecho al cónsul británico en Santiago de Cuba; se abren diligencias; el capitán general José Gutiérrez de la Concha y el Gobernador de la región de Santiago (MacCrohon) aprueban investigar el caso; el acusado López admite que él envió por barco decenas de esclavos criollos conforme a una actividad a la que se dedicaba desde 1846; los funcionarios retienen a los esclavos y revisan los pasaportes de estos presuntos bozales. Resultado oficial: López es exonerado del presunto delito. James Forbes no denunció por segunda vez al futuro marqués de Comillas a pesar de ser cónsul británico en Santiago de Cuba desde 1844 a 1861, a donde había llegado pocos años antes para abrir un consultorio médico, preferentemente, para ingleses: marinos, mineros del cobre y colonia británica en la región.

El caso llegó al ministro de Estado (Gobierno de Juan Bravo Murillo), quien comunicó al embajador británico que “después de una extremadamente cuidadosa investigación al respecto, no se ha encontrado evidencia de la exactitud de la denuncia”. Hay que resaltar que dicho Gobierno intentaba contentar a Londres aplicando los tratados contra el tráfico de esclavos y nombró en marzo de 1852 capitán general de Cuba al convencido anti negrero Valentín Cañedo, relevado por Juan González de la Pezuela, negrófilo/abolicionista e intolerante con la trata de esclavos (03.12.1853- 01.08.1854).
Alharilla hubiese preferido que López fuera condenado y, según él, no lo fue porque era un mentiroso, los funcionarios, corruptos, y los mandos de la Isla se entendían con los negreros. Tal vez haya algo de cierto en determinados casos, pero eso no confirma que López fuera negrero. Llega a esa conclusión porque, según él, James Forbes tenía toda la razón y pruebas del mundo para acusarle (véase el artículo “El sospechoso caso de la goleta DESEADA”)
Antonio López motivó su inocencia aportando cifras, fechas y el negocio que tenía en la compraventa de esclavos criollos. ¿Qué más debía demostrar? Claro que la prevención del profesor queda en evidencia cuando, ya de entrada, afirma que los mandos de la Isla “se vieron obligados a abrir las investigaciones (…) Impelido por aquella denuncia, el general MacCrohon ordenó que se tomase declaración a los dos sospechosos”. Esto es otro de sus juicios de valor. Las autoridades se atuvieron a la ley tras la denuncia y sobre unas sospechas que databan de medio año antes. Tanto da. Para Alharilla, la acusación del cónsul británico llevaba emparejada la plena seguridad de que López fue negrero. No hacía falta nada más: era culpable sin apelación.
Tras este ¡por supuesto!, Alharilla se explaya en dimes y diretes sobre lo impresentables que eran las máximas autoridades españolas, sobre otros buques dedicados a la trata, sobre las idas y venidas y venta de la goleta DESEADA, sobre las malas compañías que fueron tiempo atrás algunos de los socios de López, sobre el modo operandi de la legalización fraudulenta de los bozales… Necesita orbitar sobre el esclavismo en Cuba, sin concretar nada, en su intento de respaldar como fuera las acusaciones contra Antonio López porque no ha conseguido demostrarlas con la denuncia del cónsul británico. Acto seguido, considerando que ya no hay duda sobre la veracidad de la denuncia, no tiene empacho en afirmar:
Aquella famosa goleta DESEADA (la misma que en octubre de 1850 había traído para Antonio López y sus socios) volvió en efecto a zarpar desde Santiago de Cuba rumbo a África…
Esta indecente argucia de dar por demostrado algo que no lo ha sido constituye un inveterado tipo de manipulación al que Alharilla recurre cuando tiene sólo prejuicios y tal vez rencores ocultos contra el personaje, cuando al fallarle los archivos echa mano de la imaginación. Basura. Es también llamativa la facilidad con la que pasa de un hecho constatado al “no cabe duda” de otro hecho que sigue sin probar:
Tal como lo reconoció de forma abierta Antonio López, no cabe duda de que su firma (…) se dedicaba a comprar y vender gran número de esclavos criollos (…) Pero tampoco cabe duda de que la razón Antonio López y Hermano actúo como firma consignataria de un número indeterminado de expediciones negreras arribadas de manera clandestina a la región oriental de Cuba, como ya sucediera en 1850 con la goleta DESEADA.
Siempre igual. Sin demostrar que López estuviese implicado en dicho buque negrero, recurre al “no cabe duda” para seguir argumentando lo negrero que fue el marqués de Comillas gracias también a “la venalidad de aquellos o de otros funcionarios, quienes facilitaban a López o a sus socios, a cambio de dinero, la documentación necesaria para hacer pasar por ladinos (o criollos) a unos esclavos bozales recién traídos desde África”. Lo que era en Cuba un determinado modus operandi se lo aplica tal cual a Antonio López sin aportar fuentes que lo documenten. A esto se le llama fraude, por más que lo enmarque con otros alijos y nombres que nada tienen que ver con el comillano dando la sensación de que ha hecho una buena investigación. Todo lo contrario, en los puntos clave comete disparates que la invalidan. He aquí una perla:

Uno de los familiares políticos de López, su cuñado Francisco Bru Lassús, testigo de excepción de aquella realidad en tanto que vecino de Santiago de Cuba y, sobre todo, como meritorio de la firma Antonio López y Hermano, acabaría resumiendo muy bien años después [libro de 1885] en qué eslabón concreto de la larga cadena de la trata ilegal se incardinaba la participación del cántabro en aquel suculento aunque clandestino negocio.
He analizado en otro trabajo la falacia de este párrafo («La última obra de R.M. Alharilla sobre el naviero Antonio López: un trabajo poco serio y un gran borrón», NAUCHERglobal, 28.02.2021). Ese cuñado no fue testigo de excepción de aquella realidad que implicaba a López, tampoco fue un meritorio de la firma “Antonio López y Hermano” y en su libro de 1885 solo aporta una acusación fantasiosa o tergiversada, con la perversa intención de pretender hundir la imagen de su familiar Antonio cuando éste no podía defenderse porque había fallecido.
Francisco Bru salió de Santiago de Cuba con toda su familia a Barcelona en la primavera de 1846 cuando contaba 14 años y regresó de paso a la Isla en 1857. No coincidió en la Isla con la presunta actividad negrera de López (finales 1846-53). Él fue encaminado, siendo un chaval, a los estudios de bachiller y Derecho, al contrario que sus dos hermanos varones, Andrés y Ramón, que sí volvieron en 1849 un tiempo a Cuba para ser uno socio y otro meritorio en la sociedad de Antonio López. La malicia de Alharilla queda patente cuando transcribe las peores acusaciones de este cuñado sin antes cuestionarlas. A saco. Hay que estar urgido de fuentes documentales para escribir esta “perla” con errores de bulto que denotan carencia de profesionalidad al hacer las acusaciones gravísimas contra el marqués de Comillas. Falto de fuentes documentales, de pruebas, Alharilla salpica de frases dubitativas el capítulo tres. Con qué indecencia pasa sin solución de continuidad del anuncio de prensa en que la sociedad de López compra esclavos (“El Redactor de Santiago de Cuba”, 08.06.1851) a:
Pero tampoco cabe duda de que la razón Antonio López y Hermano actúo como firma consignataria de un número indeterminado de expediciones negreras a la región oriental de Cuba, como sucediera con la goleta DESEADA.
¿Qué no cabe duda? Todas. Lo mejor que podía hacer Alharilla es publicar el capítulo 3 del libro de 2021 como un relato corto. Habría que redactarlo algo más ameno, con el intríngulis de barcos negreros y látigos de carretero, quitando las reiteraciones y las frases mecánicas. Por lo demás, podría pasar por literatura de ficción.
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