La náutica vive un momento dulce, de esto no cabe duda, pues el mercado está creciendo por encima de las cifras de 2019, en torno a un 7%, según nos revela el último informe del mercado de embarcaciones de recreo que desde ANEN publicamos a principios del mes de julio. Y 2019 fue ya un año positivo, en el que el sector fue creciendo de forma sostenida en un contexto económico favorable a nivel nacional, en el que el PIB creció en 2,8 puntos.
Las razones de este ‘verano a bordo’, que supone un posicionamiento de la náutica en nuestra sociedad como no habíamos conocido desde la etapa anterior a la crisis de 2008, impulsando el turismo náutico como una de las opciones de ocio más demandadas internamente, son fundamentalmente dos.
Ya hemos hablado sobradamente de la seguridad que proporciona la navegación de recreo ante situaciones de crisis sanitarias como la que estamos viviendo. Los barcos de recreo son espacios seguros que se mueven en un entorno natural y salubre, el mar. Este ha sido el factor que más hizo crecer la demanda de náutica durante la segunda mitad de 2020, una temporada corta pero en la que el sector reaccionó muy acertadamente para impulsar, especialmente, la náutica de iniciación a nivel nacional.
Un verano, el pasado, en el que se extendió, gracias a un importante trabajo de promoción y apoyo institucional, la voz de que disfrutar del tiempo libre navegando era una de las alternativas más seguras en ese momento. Si bien es cierto que la ausencia de turismo internacional, debido a las restricciones de movilidad, ha tenido sus consecuencias negativas, especialmente en aquellas zonas de nuestra geografía donde el turista náutico internacional tiene mayor peso.
En 2021, ya desde el mes de febrero, la demanda nacional se anticipó reflejando que la tendencia de pasar las vacaciones navegando ha calado en España y que el turismo náutico es accesible, es una experiencia que hay que conocer y que muchos turistas lo han interiorizado entre sus planes.
Pero la segunda razón a la que me refería al principio, que es también un sentir generalizado entre las empresas del sector, es la necesidad de libertad de los ciudadanos tras un año de restricciones de movilidad, de confinamientos… Una necesidad para cual la náutica está en condiciones óptimas de ofrecer experiencias y productos que satisfacen esa búsqueda de disfrutar de espacios naturales, de diversión segura, en definitiva, de practicar turismo seguro y de calidad.
Así es como la náutica está viviendo su momento dulce en el que debemos redoblar los esfuerzos para mantener el posicionamiento alcanzado, fidelizar a los nuevos usuarios que han subido a bordo y recuperar al turista náutico internacional. Un reto en el que todo el sector debe remar en la misma dirección, astilleros, náuticas, reparación, chárter, instalaciones náutico-deportivas y salones náuticos que deberán adaptar sus formatos presenciales a la nueva normalidad, posiblemente -como ya lo han hecho algunos- con aforos más reducidos, más enfocados al cliente interesado y con una gestión más personalizada.
También es el momento de reflexionar, de analizar sobre la proyección de esta tendencia positiva a futuro, una vez que pase la pandemia y la nueva normalidad se instale de verdad en nuestras vidas. Es el momento de ser previsores y no quedarnos en la zona de confort, sabiendo que nuestro sector tiene muchas particularidades y es muy susceptible de ser de los primeros afectados ante una pérdida de confianza del consumidor por razones económicas.
En esta reflexión cabe también un factor que está frenando la producción y, en consecuencia, está ocasionando retrasos en el suministro. La crisis de la Covid-19 ha provocado una ruptura en la cadena logística que, aunque se va recuperando paulatinamente, acarrea demoras en el suministro y procesos más dilatados en la fabricación de embarcaciones. Es un hecho que preocupa a la industria y a las empresas de nuestro sector, y que podría afectar también a la demanda desmotivando a los consumidores. Es una contingencia que se debe contemplar y que afecta también a otros sectores industriales como el del automóvil, que se muestra preocupado ante la posibilidad de no poder atender la alta demanda de vehículos en un momento de recuperación de la economía.
Con estas dos reflexiones, el sector debe contemplar el futuro de la náutica en positivo, pero sin caer en la autocomplacencia. Mantenemos el optimismo de que previsiblemente cerraremos una buena temporada y con las expectativas altas de que el 2022 será también un buen año para la náutica. Y para ello, el sector necesita también avances y mejoras fiscales y legislativas, un objetivo en el que ANEN sigue poniendo el foco sin bajar la guardia.
Carlos Sanlorenzo
Secretario general de ANEN