No parece demasiado bueno el panorama que se presenta ante los buques de crucero y sus armadores/operadores. La Asociación Americana de Líneas de Crucero, en consonancia con las disposiciones del US Center for Disease Control (que es el que le amarga las bravuconadas al Sr. Trump respecto de la Covid-19), no se propone un reinicio de la actividad hasta septiembre como pronto.
La Cruise Lines International Association (CLIA) que agrupa a las mayores corporaciones como Carnival, Royal Caribbean, etc. confirma esta situación, con una excepción, cual es el lanzamiento de la actividad desde Alemania. El operador alemán TUI, que es propietario de Hapag Lloyd Cruises, en colaboración con Royal Caribbean abre una línea de cruceros por el Mar Báltico y el Mar del Norte con pasajeros procedentes de Alemania, Austria y Suiza, con un aforo de entre el 40% y el 60% de la capacidad de los buques y únicamente en suites y camarotes con balcón exterior… pasajeros con capacidad económica, vamos.
El resto de buques, amarrados, fondeados y dispersos por todo el mundo, como es el caso de Carnival que, con una flota de 105 buques, los tiene desperdigados; pero controlados, por toda la geografía mundial. Con tripulaciones de mantenimiento a bordo, circunstancia obligada y que difiere en gran medida del caso de la aviación (los aviones “aparcan” en aeropuertos low cost, como el de Teruel, y sin costes de tripulación). Carnival estima las pérdidas mensuales de esta situación en 250 millones de dólares.
CLIA informa que aunque que en septiembre se reiniciaran actividades, es de esperar, con menor capacidad en el aforo puesto a disposición de los cruceristas, el nivel de actividad anterior a la pandemia no se recuperará hasta 2022.
No es un plato dulce este para los operadores: algunos ya tienen en venta parte de su flota para recortar gasto de todas las maneras posibles que permitan reiniciar la actividad con suficiente capacidad financiera. Reducir los costes de capital es asignatura básica.
Se debe de hacer referencia que la actitud de estas grandes corporaciones respecto de sus tripulaciones ha sido casi ejemplar con una política de repatriaciones y cambios de tripulaciones de mantenimiento verdaderamente positiva. No así la de algunos gobiernos en cuyas aguas están fondeados los buques y que han puesto todas las trabas posibles para que se realizaran estos cambios.