Viendo, leyendo y escuchando las declaraciones de representantes de organizaciones de transporte y logística de Reino Unido, nos da la sensación que el Brexit duro, que ya parece inevitable el 1 de enero de 2021, va a originar un gran “potaje” tanto en los puntos fronterizos de Reino Unido, léase los puertos de entrada y salida en tráficos con la Unión Europea, así como en Irlanda del Norte. Muy posiblemente algo parecido ocurrirá con los puntos fronterizos de la UE: Francia, Holanda, Bélgica y, naturalmente, España, en los puertos del Cantábrico.
Estamos informados de las medidas, los procesos, las instrucciones que los servicios, sobre todo las aduanas de Reino Unido están produciendo para el uso de sus operadores y de los transportistas, transitarios o armadores europeos. Nada blanco sobre negro… ni siquiera gris.
Por lo que trasciende desde Reino Unido la cosa allí no está muy clara. Nos preguntamos si es que hay un escenario claro con sus diferentes variantes desde la posición española, que será una traducción de una postura de la Unión Europea. Si es que nuestros puertos del Cantábrico y la Dirección General de Aduanas tienen un planteamiento específico para la entrada/salida, importación y exportación de/y para Reino Unido de productos españoles y británicos.
Es de desear no ver colas kilométricas de camiones a la llegada y a la salida de puertos comunitarios y británicos de ambas organizaciones estatales esperando por una clarificación documental que debería de ser construida en estos meses, si es que no lo estuviera ya (cosa harto difícil por la falta de concreción del Gobierno de Boris Johnson).
En cualquier caso, hay que ponerse en la peor situación, que será posiblemente la que triunfará para desgracia de todos los ciudadanos de ambas partes, y prever al máximo el “cacao” documental que se va a producir. Que no lo paguen los conductores, las empresas de transporte, los buques y, en general, una sociedad ya bastante castigada por el Covid-19 que nos trae por la calle de la amargura… ¿O no?