La administración está realizando estas semanas una serie de regularizaciones de personal para que funcionarios interinos obtengan plaza fija. Durante muchos años se han ignorado los requerimientos de Europa hasta que, por ejemplo, alrededor de una cuarta parte del personal de educación no ha realizado ninguna oposición. Ahora, a toda prisa, como sea, se busca cubrir las plazas. Si es necesario se baja el listón;, si es menester, se tira al suelo y se pisotea.
El mundo de la mar no es ajeno a este desatino. De los siete interinos regularizados en la Escuela Náutico-pesquera de Palma (formación profesional especialidad de Navegación e Instalaciones Marinas) únicamente dos tienen un título de la marina mercante. Náutico-pesquera consulta (mail 12/5/23) a la Dirección General de la Marina Mercante, que responde advirtiendo de la jurisprudencia de la Convención Internacional en Estándares de Formación STCW y el Real Decreto 269/2022. Los profesores de navegación e instalaciones marinas, entre otras especialidades, deben tener titulación profesional de la marina mercante. De lo contrario, el título podría no ser reconocido. Náutico-pesquera eleva el tema a la Conselleria d’Educació, que se pone de perfil. El tema está en la fiscalía con una denuncia por prevaricación.
No voy a aburrirles hablando sobre la importancia del derecho en la mar. Bien lo entendieron los padres de nuestros padres: ya en 1484, el Llibre del Consolat del Mar compila una ley que ha llegado hasta nuestros días. En la mar confluyen y a veces chocan legislaciones de diferentes países, y se aplican tratados que no todos reconocen.
Volvamos al tema. El sentido del funcionariado es, primero, garantizar la calidad de la administración, y, segundo, dar a ese profesional las herramientas para aplicar las leyes y reglamentos sin tener que preocuparse por la presión de elementos políticos, únicamente sometido a la ley. Va, por favor, no se rían, que el tema es serio. En el caso del profesorado, el sistema garantiza primero la libertad de cátedra, y, segundo, que el candidato ha pasado un proceso de selección que prueba su idoneidad.
A los profesores que quieren pasar a funcionarios se les requiere una licenciatura universitaria, el máster de profesorado, y los méritos -años de servicio, cursos, formación, etc…- que pueda reunir el candidato. Pero no se les pide ningún examen específico sobre los conocimientos que deben impartir. Obtendrá la plaza quien más puntos presente, sin ninguna selección. Una persona que en su día se apuntó a una bolsa de interinos y, eso sí, lleva largos años bregando con esas criaturas semisalvajes que llamamos adolescentes, puede elegir ahora por arte de birlibirloque de qué asignatura desea convertirse en experto. No hablamos de un profesor de matemáticas en la facultad de náutica que viniera de informática cuántica y enseñara un temario alejado de la realidad de la mar, tema en el cual tendríamos que abundar otro día. Hablamos de que bachilleres y FP van a venir formados por profesores a los que no se les exige un conocimiento con rigor del tema.
Sindicatos y foros de profesores animan a los interinos a solicitar en este concurso de méritos, mucho más sencillo que las habituales oposiciones, todos los puestos que les sean posibles por más lejos que queden de su experiencia profesional. Para mostrar el problema, el secretario general de SIAU (Sindicat Independent, Autònom i Unitari) de Baleares se presentó a 28 plazas, algunas completamente ajenas su formación, y ha obtenido plaza en 20. De ahí que, por ejemplo, el candidato clasificado en segundo lugar en la Náutico-pesquera sea… filósofo.
El tema no queda en la educación. Administraciones hasta del nivel de ayuntamientos establecen requerimientos para que la plaza de funcionario quede en casa. El recurso es extremadamente difícil, pues únicamente se admite de los directamente perjudicados, es decir, de personas que se han apuntado a este puesto específico. El tema es terrible.
Volvamos a la educación. La enseñanza secundaria se está convirtiendo en lo que era una primaria, y la formación profesional y la universidad española tienen que bregar con ello. Profesores valientes luchan por nuestros hijos, –algunos hasta la heroicidad–. No únicamente para que aprueben una asignatura, sino para que puedan comer hoy o, para que reciban el primer abrazo en años. De entre esos interinos los hay valientes, los hay muy valientes, y los hay que merecen el nombre de profesor. Pero no es eso.
Mañana tendremos barcos sin capitán que estibarán solos e inteligencias artificiales que cerrarán negocios. Si nos limitamos a expedir títulos de capitanes convertiremos la universidad en una fábrica de parados. No podremos competir a nivel mundial con una ley que se mira el ombligo. Universidad y formación profesional deben estar por delante de los tiempos, y eso solo se puede conseguir con profesores que conozcan perfectamente no solo la teoría, sino también el negocio de la mar.