Después de bastante bombo, aunque sin címbalos, tal vez anunciando la falta de altura del evento, se aprobó el nuevo Marco Estratégico para los próximos diez años, donde vimos la foto fija de los de siempre. Ha cambiado más el palacio de la Magdalena, en los últimos tiempos, que los representantes del ente público.
Uno de los temas importantes para los puertos gestionados por buenos profesionales, era la cogobernanza y la autonomía portuaria en toda su amplitud, pero… nada de nada. A cambio, discursos fatuos y exentos de contenido, objetivos rimbombantes ya muy manidos y difíciles de conseguir por la mayoría de los puertos, y como colofón final el aplauso agradecido, pero vacío, que acompaña a las disertaciones de quienes rigen los destinos del ente público.
Fácil es imaginar a algunos de los presidentes de Autoridades Portuarias llegando al palacio de la Magdalena llenos de ilusión, con la idea de conseguir o raspar en el evento algo de cogobernanza, de autonomía… y al ver los acuerdos finales adoptados y plasmados en el texto del marco estratégico caer sumidos en una profunda decepción, a la que habría que añadir la melancolía de no poder expresar públicamente sus desacuerdos ante lo allí aprobado por temor a futuras represalias de los dadores que colonizan el ente público Puertos del Estado. Esos dadores tendrán otros diez años más para seguir tejiendo el entramado portuario, al cabo de los cuales algunos se jubilarán y otros, quizás, desembarcarán en la empresa privada como premio a la labor ejercida.
Con el establishment portuario actual y el funcionamiento del sistema desde hace años resulta imposible atisbar una gobernanza adecuada y la imprescindible cogobernanza de los puertos; ese cambio exigiría impulsar procedimientos de trabajo basados en la cooperación y encaminados a reforzar el consenso y la coordinación entre todo el sistema portuario de interés general. El resultado sería un nuevo modelo de gestión portuaria; y nada más alejado del pensamiento inmovilista de quienes dirigen los destinos del ente público.

Vista aérea del palacio de la Magdalena (Santander)
Si los puertos de interés general jugaran en una liga de fútbol habría algunos que estarían en primera división y los más en segunda, no por mal funcionamiento de sus gestores, que la mayoría lo hacen bien, sino porque el patrón que ha sido institucionalizado desde hace bastantes años, favorece las grandes diferencias y divergencias entre puertos y en éstas viven, como pez en el agua, tanto los regidores de Puertos del Estado como su red clientelar instalada en la periferia portuaria.
UN SISTEMA PORTUARIO ANQUILOSADO
Luego vendrían los que juegan en otra liga portuaria. Son los puertos que no miran al mar para tratar de crecer y desarrollarse. Tienen la vista puesta en los los terrenos que tienen adjudicados; y en mente cambios de cromos con determinados poderes económicos a través de oscuras concesiones administrativas que son permitidas por el ente público de forma sistemática, pero que cuando hay problemas judiciales, como está sucediendo ahora, miran hacia otro lado y boquean que ellos se han enterado por la prensa. Y uno se pregunta: ¿para qué sirve, a qué se dedica el representante de Puertos del Estado presente en cada Consejo de Administración de las Autoridades Portuarias?
El contubernio que estos días ha tenido lugar en el palacio de la Magdalena, representa una vez más el anquilosamiento de los mandatarios de Puertos del Estado, la entronización de un sistema portuario caduco y obsoleto, donde todo está muy claro. El objetivo era aprobar el marco estratégico -¡hay que cumplir las prescripciones normativas!- por las mismas personas que pergeñaron ese batiburrillo de vanos conceptos, que más bien parecen de jarana, para venderlos como el gran proyecto de futuro del nuevo sistema portuario español.
El problema es que al día siguiente de finalizar el evento, pasados los efluvios del aplauso consabido, todo continuará igual: las mismas personas en los mismos despachos, los mismos mandados viajando a los Consejos de Administración de los Puertos, las mismas prebendas en función del amiguismo o del servilismo probado. Y a esperar que pasen los días, los meses, los años a ser posible, preparándose para que cuando llegue otro nuevo presidente de Puertos del Estado guiarlo por las acequias pantanosas del sistema portuario español.