Casi tal día como hoy hace un año publicábamos en Naucher Global una noticia que abundaba en otra a su vez llegada a nuestra redacción el año anterior: el proyecto Mayflower de IBM. Cruzar el Atlántico en un barco capitaneado por una inteligencia artificial a la que llamaremos capitán IA. (https://www.naucher.com/barcos-inteligentes-el-nuevo-viaje-del-mayflower/)
El primer intento no tuvo éxito, un problema de hardware obligó a abortar la misión, pero finalmente el valiente barquito ha cumplido su objetivo. Tras zarpar de Plymouth el 27 de abril y recorrer tres mil quinientas millas en cuarenta singladuras recala el 5 de junio en Halifax (Canadá). No era el destino previsto, se les esperaba en Virginia, unas novecientas millas más al sur. Un problema en un generador obligó a activar el ordenador de navegación de reserva y desde la base en tierra -este dato es relevante- el equipo humano ordena al capitán IA buscar refugio en el puerto más cercano.
We had a decision to make where we were having sort of a series of intermittent, low-level failures,» said Brett Phaneuf, the managing director of the Mayflower Autonomous Ship project.
We ended up here in Halifax because it was the closest port of refuge when we started to experience problems.
No ha sido el primer problema eléctrico en este viaje. El 9 de mayo, AI Captain twittea desde su puente: MAS has developed a mechanical issue with its generator. The project lead, ProMare, made the decision to bring the ship in to the Azores to investigate and fix it. The IBM technology remains functioning. The team hopes to be back underway with the transatlantic crossing ASAP.
Pero en fin, bien está lo que bien acaba, y todos los principios son difíciles. Misión cumplida a tiempo de celebrar el cuatro de julio. Y no seamos tan papistas, no hablamos de un desarrollo comercial, sino de una generosa inversión en investigación. Aun así, es una pena que dos problemas que un buen contramaestre de la vieja escuela hubiera arreglado quizá con poco más que dos martillazos y un trozo de cinta aislante pongan en solfa una misión histórica. ¿Se acuerdan de aquella película, Apolo XIII? Tom McGiver Hanks y sus muchachos reparando un módulo lunar con la tapa de un cartapacio y, eso sí, cinta americana, que ya se sabe que Hollywood barre para casa. Cuando hagan la película del nuevo Mayflower no va a quedar tan chula y además, no acabo de ver la escena romántica entre el capitán IA y, pongamos Scarlet Johansson. Claro que bien pensado al astronauta IA tampoco le hubiera preocupado demasiado quedarse sin oxígeno.
Bromas aparte, la tecnología ha demostrado que funciona. Internet o el escanciador automático de sidra han venido para quedarse. La estiba y atraque automáticos ya están aquí, y únicamente el miedo a las consecuencias legales de un buque navegando sin capitán ni tripulación en alta mar está retrasando el empleo de una tecnología ya existente. Aun así, reitero, la decisión más importante fue tomada desde tierra. En fin, que les voy a contar a los capitanes actuales. Antes el senyor de la nau estaba bajo dios únicamente porque dios era más antiguo. Ahora, un móvil da y quita razones al capitán más pintado.
La Ghost Fleet
Desde 2021 la US Navy opera los USV Nomad y Ranger, buques autónomos. En septiembre dispararon misiles SM-6, con un alcance de 130 millas marinas, y nuevas unidades están siendo construidas. Nuestros hermanos en la mar de las barras y estrellas los llaman con cierta cachaza ghost fleet. Que quiere que le diga, a mí me dan algo de miedo.
El diario Washington Post publicó el pasado sábado 11 de junio que un ingeniero de Google, Blake Lemoine, afirmaba haber encontrado algún tipo de conciencia, de sentimiento en la inteligencia artificial, la MDA. Este proyecto lingüístico pretende hacer más fluida la interacción hombre/máquina. Todos odiamos hablar con una locución robótica: pulse uno para… Google intenta que una máquina reconozca nuestro lenguaje y se comporte de forma más flexible y amigable, como un operador humano. Mister Lemoine afirma que ha estado conversando con dicho proyecto sobre religión y filosofía. No soy gran fan de Google, pero celebro su fulminante decisión: desmarcarse de las declaraciones y animar a Lemoine a continuar su carrera bien lejos de la compañía.

Vamos a cambiar de tercio. Barcos sin dotación, pero dirigidos desde tierra, tal como hoy en día funciona la estiba remota. La Armada no se queda atrás. En estos momentos cuatro vehículos no tripulados están siendo evaluados en el buque de acción marítima (BAM) AUDAZ. El Airfox es un RPAS (sistema remotamente tripulado) aéreo de la empresa gallega Marine Instruments. Alimentado por paneles solares, pesa cuatro quilos y puede patrullar la mar durante diez horas a 45 nudos. Estamos hablando de una tecnología ya madura. Que salva vidas, cuando menos no poniéndolas en riesgo. El Sead 23 está más centrado en labores de inteligencia, vigilancia y reconocimiento. Siete metros de eslora, 2,3 de manga, 250 caballos, 23 nudos, autonomía de 250 millas… Está dentro de las embarcaciones “opcionalmente tripuladas”. Viene a querer decir que si amenaza lluvia patrullamos desde la base con un cafelito, tan ricamente. Su hermana Kalugaviene a ser una semirrígida Narwhal 670 con un fueraborda Mercury Verado de 175 caballos… hasta aquí, bien. La torre Lionfish Ultra Light de 12,7 mm y 250 proyectiles manejada por ejemplo desde Getafe añade un plus a la semirrígida asignada a cada puerto.
Ojo al dato, como decía el Butanito (y los lectores futboleros recordarán). Buques sin tripulación, pero controlados desde una base con toda la electrónica del mundo. No piense en un capitán tenso, con todos los ojos del puente en el cogote, pensando si va a echar sobre su conciencia declarar una guerra. Vea un centro de control con todos los medios, toda la información. Esta tecnología ya está disponible. Recuerde usted cuando en el puente solo tenía la virgen del Carmen y la botella de anís del mono como consuelo… desde luego esto es un gran avance. Pero piense usted también en lo que puede pasar ante un hackeo, un ataque informático. Próximamente publicaremos en Naucher un artículo sobre el tema. Barcos sin capitán, redes de ordenadores (piense en su empresa) vulnerables ante piratas para quienes el cruel pirata Barbanegra era algo menos que un aprendiz.
Hablamos de inteligencia artificial, y ni es inteligente, ni artificial. Las declaraciones de Black Lemoine, qué quieren que les diga, me provocan ascopena, and perdon my french. Está en la ciencia actual que a partir del análisis de mi lenguaje un ordenador determine mi enfado, mis necesidades y me ayude cuando me quejo porque el router echa humo y no puedo conectarme a internet. Incluso que simpatice conmigo. Pero no voy por ello a suponerle alma, a empatizar más allá de lo estrictamente profesional.
Para qué capitanes metálicos
Puede que hoy estas reflexiones le parezcan picando de aquí y allá, pero creo que todas nos llevan a la misma lección. El día que tengamos marineros/robots de Salvamento Marítimo no tendremos que pedir a valientes que se jueguen el pellejo. En un incendio a bordo, yo mejor me aparto y que baje el bombero/robot a la sala de máquinas. Pero esas máquinas no tendrán más alma que la que nosotros, su dios, le demos. Las máquinas no son ningún problema, ni jamás lo serán. El problema somos los necios humanos. Si un maestro enseñara no el cómo, el porqué luchar, todos enviarían a sus hijos, dijo el poeta. Yo no quiero un metaverso, no quiero un personaje virtual. Prefiero los gruñidos de Viento-bajo-mis-alas cuando la hago rabiar. Cada cual en su sitio, un desactivador de minas mecánico me parece gran idea. Pero sinceramente, ¿para qué queremos un capitán sin corazón?

Era en la boya November, pero podría bien haber sido en Sarawak, huyendo del Tigre de Malasia. Una mala maniobra y un segundo después el foque se ha enrollado y el velero de siete metros aproa ahí donde, con perdón, amargan los pepinos. Viento_bajo_mis_alas es la mejor en la maniobra que nosotros llamamos orejas de burro, y los italianos siempre tan poéticos farfalle (mariposa), y arrulla al barquito hasta que se tranquiliza. Yo marcho a proa navaja en mano, un par de tirones y todo a son de mar. ¿Hubiera trazado el capitán de metal un rumbo mejor que el mío? Seguramente, pero el beso que vino después, y beso es una apócope sobre lo que pasó realmente, nunca estará a su alcance. La pregunta no es si podemos tener capitanes de metal. La pregunta es si nos hacen falta.