Una vez leído el borrador del marco estratégico del sistema portuario de interés general la perplejidad está servida, no solo por la redacción del texto, que es ambigua y confusa, sino por la falsa planificación que nos quiere transmitir. No dice nada y aclara menos. Tal vez, felicitar a los anfibológicos que llevaron a cabo la composición de dicho borrador, cuyo resultado genera incertidumbre por el devenir portuario.
Este marco estratégico no ofrece nada nuevo en el horizonte de Puertos del Estado: más de lo mismo. Estamos ante un ente público fuertemente politizado, sometido al arrufo de 46 puertos de interés general, gestionados por 28 Autoridades Portuarias, con sus Consejos de Administración estrechamente ligados y entrecruzados con las distintas cepas de políticos y amigos que fueron colonizando durante años los puertos españoles. En estas condiciones podemos parir todos los marcos estratégicos que se quieran, el resultado siempre será el mismo: tratar de aparentar proyecciones de futuro, pero asegurando el poder controlador y económico en Puertos del Estado.

Francisco Toledo, presidente de Puertos del Estado
La situación paralizante en la que se encuentra el ente público choca frontalmente con la globalización de la economía y por lo tanto del transporte marítimo, piedra angular para el desarrollo de la economía.
Esta internalización de la economía trae una nueva concepción del negocio marítimo, lo que se llama el transporte multimodal, que se caracteriza por una conjunción de distintos modos de porteo que se entrecruzan para llevar un producto o mercancía desde el origen al destino. Y en esta nueva forma de ver los traslados de carga adquiere una gran relevancia el transporte por ferrocarril y por vía marítima. Éste último, bien a través de las rutas de navegación internacionales y de las autopistas del mar o de cabotaje.
Todo esto cambia la perspectiva del anterior concepto de puerto, y obliga al actual a una especialización, teniendo que incorporar las últimas tecnologías así como modernas instalaciones para el suministro de los nuevos combustibles alternativos, dentro de un marco de respeto al medio ambiente. Sin olvidar todo lo relacionado con temas de la propia seguridad del puerto. Esta situación de desarrollo dinámico y cambios continuos producidos por la propia globalización, traen un efecto competitivo entre puertos de un mismo país e incluso dentro de una misma Autonomía.
El borrador no deja nada claro ni resuelve la problemática expuesta, que afecta directamente a la autonomía portuaria, base fundamental para enfrentarse a la competitividad que la globalización genera. Los puertos deben ser autónomos para subir o bajar tasas o tarifas, no pueden estar maniatados en función de los baremos que les marque el ente público. Tienen que tener autonomía para fijar las tasas o tarifas de los servicios que presta: remolque, practicaje, amarre, etc. ya que son ellos los que conocen, saben y gestionan el puerto. Puertos del Estado no puede entrar en estos temas. De no cambiar a la exigencia de los nuevos tiempos, no tiene sentido la existencia del ente público.
Claro que este cambio traería consigo una pérdida de poder e influencia en el sistema portuario español, algo que, al parecer, no interesa a los que de verdad mandan en Puertos del Estado.
El ente público ha de resolver el control de las concesiones administrativas y evitar el descrédito que año tras año la justicia pone de manifiesto; y a los puertos deficitarios exigirles planificación y proyectos de futuro, y acceso al fondo de compensación en función de los objetivos conseguidos. El borrador tampoco da solución alguna a este tema y de seguir así la brecha entre los puertos bien gestionados y los deficitarios cada vez será mayor.
Lo que deja claro el borrador es que Puertos del Estado será no solo el recaudador sino el controlador de las tarifas y tasas de los servicios portuarios, dimensionamiento de plantillas, etc. Craso error si queremos que los puertos sean competitivos.
En fin, una oportunidad pérdida para modernizar el funcionamiento del sistema portuario periférico y acabar así con la controversia sobre la utilidad y conveniencia del ente público Puertos del Estado.
Si el borrador del marco estratégico sale adelante como está -y todo apunta en ese sentido- no habremos conseguido el cambio profundo que se necesita, ya que estamos ante un texto burocrático, unas micras de barniz de aparente renovación que tratan de ocultar un obsoleto sistema de funcionamiento.
Mientras tanto, el presidente de Puertos del Estado vivirá sumido en una larga bruma, pesada y densa que le impedirá ver la realidad portuaria española, aunque conozca el funcionamiento de los puertos, y necesitará no una brisa fresca para limpiarla, sino de la llegada de los idus de marzo.
En esta situación, no puede limitarse a tomar un café, fumarse un puro -si le gusta fumar- mirar a través de los amplios ventanales de su despacho y pensar en lo que dijo el poeta: recuerde el alma dormida, avive el seso y despierte contemplando como se pasa la vida…