Finalizado el salvamento del buque BENTAGO EXPRESS, los hechos parecen indicar que éste se inició sin un plan concebido y diseñado por una empresa especializada en operaciones de salvamento y que las acciones que se pusieron en marcha fueron decididas desde la propia dirección de la naviera propietaria del buque, Fred Olsen.
En casos de varada o embarrancada es imprescindible disponer de una asistencia submarina con equipos de buceadores profesionales dotados de sistemas de video y fotografía digital submarina, de manera que puedan emitir informes que sirvan para la correcta evaluación de daños y consiguiente toma de decisiones adecuadas a la situación. Como se pudo ver, los submarinistas que en los primeros días se sumergieron para examinar los daños carecían de los medios y equipos necesarios para una buena inspección. Seguramente fue esto lo que llevó al director de flota de la naviera, en los primeros momentos del accidente, a afirmar que el buque se encontraba en perfectas condiciones. La improvisación en los primeros días fue constante y las decisiones fueron cambiando después de cada acción fallida.
Desde los primeros momentos de la varada estuvieron tirando del BENTAGO EXPRESS sucesivos remolcadores, ayudados además por la propulsión de la máquina operativa del patín de estribor. Las operaciones del rescate con remolcadores se iniciaron con unidades de Salvamento Marítimo y posteriormente pasaron a realizarse con remolcadores de Boluda. Sin el buque reflotado y con el patín de babor apoyado en las piedras, tirar del buque pudo ocasionar mayores averías en el forro, en la estructura del patín y en la propia estructura del buque, con riesgo de ocasionar una mayor inundación y una pérdida de estabilidad. Según fuentes bien informadas, consultadas por NAUCHERglobal, los remolcadores seguían instrucciones del capitán del buque.
Los cálculos de flotabilidad y estabilidad después de la avería no se realizaron correctamente, ya que cuando los remolcadores lograron librar el patín de babor de la roca de Las Merinas, éste se hundió, escorando peligrosamente; y sólo detuvo su hundimiento una losa escalonada inferior a las rocas de Las Merinas. Sin esa losa, estaríamos hablando de otro final en la operación de salvamento. La fuerte escora eliminó, además, cualquier posibilidad de descargar pesos y ayudar así a reflotar el catamarán.
Con una inundación progresiva del patín de babor y el buque tocando el fondo, el intento de remolcarlo para zafar de la varada, sin ayudar al patín inundado con flotadores, pudo aumentar los daños. Sólo más de tres días después del accidente, empezaron a utilizar flotadores que ayudaron a mantener la flotabilidad y a realizar trabajos de estanqueidad del casco.
También fue a partir del martes, cuatro largos días después de que el buque varara a la entrada del puerto de Las Nieves, cuando embarcaciones especializadas en trabajos marítimos empezaron a asistir a los trabajos de reflotamiento; hasta ese momento las ayudas al buque vinieron de embarcaciones de pescadores y lanchas neumáticas.
En sus inicios, el salvamento se realizó sin un plan meditado, con escasa asistencia (si alguna) de empresas profesionales y con acciones de remolque poco apropiadas. La falta de previsión retrasó un salvamento que, dada la posición del buque, encallado sobre una roca y prácticamente adrizado, no habría sido costoso solventar si la hubiera ejecutado una empresa especializada.
El BENTAGO EXPRESS pudiera haberse reflotado y llevado a puerto varios días antes, ahorrando al buque daños innecesarios. Por suerte, las condiciones meteorológicas mejoraron considerablemente, evitando males mayores.
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