El capitán Frederick Marryat es considerado como el pionero de la narrativa marítima por la crítica literaria anglosajona. A tal afirmación, nos permitimos añadir el adjetivo de moderna, pues este autor no fue el primero, en términos absolutos, a glosar aventuras que tienen la mar y los barcos como escenario. ¿Alguien puede dudar que uno de los mejores textos de dicho género es la mismísima Odisea de remoto Homero?
El capitán Marryat (1792-1848) fue oficial de la Royal Navy siendo subalterno, como guardiamarina, del famoso Thomas Cochrane y partícipe de algunas de las más osadas acciones de éste contra los buques de la Francia imperial. Se distinguió por ser un excelente nadador y haber salvado la vida de varios camaradas caídos por la borda en el curso de lances y accidentes de la mar. Cuando abandonó el servicio activo en la Armada inglesa hacia 1830, inventó el Código de Señales Marítimas que llevó su nombre y que, modificado años después, daría lugar al que todavía sigue vigente, así como un modelo de bote salvavidas. Sin embargo, su ocupación principal, tras dejar la mar y hasta su fallecimiento, fue la literatura.
Su primera obra de narrativa marinera fue “The Naval Officer”, también conocida como “Frank Midmay”, publicada en 1829, seguida por la más famosa: “Mr.Midshipman Easy”, de 1836 y de carácter autobiográfico. Casi contemporáneamente, el norteamericano James Fenimore Cooper publicaba “The Pilot”, también de ambiente marítimo, con lo que se abriría el camino del éxito literario y popular de un género que daría nombres como los de Herman Melville (“Moby Dick”), Joseph Conrad (“Lord Jim” “El cabo de la cuerda” y otras varias novelas), Jules Verne (“El capitán de quince años”, “Veinte mil leguas de viaje submarino” o “La esfinge de los hielos”), C.S. Forester (la saga Hornblower), Alexander Kent (la saga Bolitho) o el gran Patrick O’Brian (la saga Aubrey-Maturin)
La lectura de “Mr.Midshipman Easy” nos ha representado una gran sorpresa, por supuesto agradable. Narra las aventuras de un joven de diecisiete años y de rica familia de hacendados que, imbuido de las ideas filosóficas revolucionarias de su padre, que podríamos definir como un comunista “avant la lettre”, se embarca en la creencia que encontrará en la mar la igualdad entre todos los hombres y la libertad inexistente en tierra firme. Como resulta previsible, pronto se da de bruces con la rígida disciplina imperante en la Royal Navy, pero su ingenio natural y una cierta dosis de buena suerte le consiguen hacer avanzar en su carrera hasta convertirse en un oficial competente y respetado.
Las aventuras del joven Jack Easy se desarrollan principalmente en el Mediterráneo, en los años de la guerra de su país contra la Francia revolucionaria. Lo más original de Marryat es el humorismo, cuando no franca comicidad, que impregna el relato. Determinados episodios del mismo, como el que tiene por escenario la ciudad de Tetuán así como otro que tiene lugar en Menorca, adquieren un carácter vodevilesco, recordando también algunas de los lances más divertidos de la literatura picaresca española del Siglo de Oro.
La desinhibición del autor ante ciertos temas, habida cuenta la época en que vivió y publicó, resultan sorprendentes. No duda en insertar, en medio de la narración, algunas extensas reflexiones críticas propias (no emanadas, por lo tanto, de ningún personaje de la novela) sobre algunos temas como la rigidez disciplinaria y los duros castigos físicos en la Armada inglesa de su tiempo.

Otro ejemplo del desparpajo y buen humor de Marryat se muestra en otro capítulo, cuando el protagonista de la novela se encuentra al mando de la tripulación de presa de un bergantín capturado por la balandra Harpy, en la cual él sirve como guardiamarina. Tras un largo tiempo en que ambos barcos pierden contacto, finalmente Easy avista de nuevo a la Harpy, la cual se encuentra en pleno y desigual combate con una fragata española. El joven se une a la batalla en apoyo a su buque originario, pero antes de hacerlo piensa que debe izar la bandera. A bordo del bergantín apresado no encuentra ningún pabellón inglés y, en su ingenuidad y como último recurso, enarbola un corsé de seda verde olvidado a bordo por alguna pasajera. Se vuelven las tornas, la lucha finaliza con victoria británica y el capitán y oficiales españoles son llevados a la Harpy a ofrecer sus espadas al capitán de la misma. También Easy se presenta a bordo y los cautivos españoles le preguntan por la extraña bandera que enarbolaba su bergantín, la cual no han logrado identificar. Easy, con el mayor aplomo, les responde que se trata de un pabellón (un corsé femenino) “ante el que ningún caballero español se avergonzaría de rendirse, dudaría en pugnar y que, con frecuencia, intentaría tomar al abordaje”. Aclarado el equívoco, la escena finaliza con hilaridad general y con el capitán español exclamando que “esta no será la primera ni la última vez en que los hombres van a la ruina por culpa de una ropa interior femenina”. Ante estas licencias, no sorprende que algún crítico inglés de la época calificase la literatura de Marryat de procaz.
También sorprende agradablemente de este autor la simplicidad de su lenguaje, que lo hace particularmente accesible para el público de lengua nativa no inglesa, lo cual contrasta vivamente con la dificultad que ofrece la lectura en versión original de otros contemporáneos suyos, como Charles Dickens. No resulta nada extraño que, en una segunda fase de su carrera literaria, Marryat se dedicase principalmente y con gran éxito a la literatura infantil y juvenil, pues su inglés es simple y llano, claro como el agua, sin el menor artificio ni vocablos rebuscados. Ello no va en detrimento de la viveza, incluso crudeza, de las descripciones de cruentos combates navales. El lector no puede dejar de pensar que Marryat los describe tal como realmente los vivió y sufrió, cosa que no puede decirse de ningún otro autor posterior.
Desgraciadamente, sólo de una de las novelas de Marryat (“The King’s Own”/”Propiedad del Rey”) existe traducción española. No ocurre lo mismo con la deliciosa y pionera “Mr.Midshipman Easy”, lo cual es muy de lamentar. O quizás no, habida cuenta del mediocre resultado de otras traducciones al castellano de narrativa marítima (concretamente las de la saga Aubrey-Maturin) que, a pesar de resultar voluntariosas en cuanto a nomenclatura naval, laminan por completo la diversidad dialectal (el “slang”) de las diferentes clases sociales a bordo de un buque de la Royal Navy de principios del siglo XIX, así como el aroma y matices deliberadamente “de época” con que el autor quiso impregnar su prosa.