El nombramiento –oficial desde la semana pasada- del exconseller de Territori, Damià Calvet, al frente del puerto de Barcelona es, para muchos, una gran noticia y, junto a él, Joan Pere Gomez, exdirector de Ports de la Generalitat, que el viernes hizo el anuncio en sus redes que se incorporaba a la autoridad portuaria catalana y que ayer lunes se confirmaba como nuevo jefe del gabinete de presidencia.
A priori, la decisión de la Generalitat ha sido del todo acertada: el puerto de Barcelona ni puede ni debe quedar atrás ni al margen de lo que hacen los enclaves más relevantes del litoral mediterráneo (Valencia, Algeciras, Tanger Med, El Pireo o hasta Génova…). Y Mercè Conesa no ha podido consolidar el “salto de escala” iniciado en 2017. Todos los nombrados han crecido en el último trienio por encima de lo que lo ha hecho Barcelona. Y la situación política y la pandémica no son las únicas culpables.
Lo cierto es que Mercè Conesa no lo tuvo fácil: al margen de lidiar con la pandemia que, en ocasiones, ha podido ser tratada como excusa, tuvo que hacerlo –sobre todo- con la alargada sombra de Sixte Cambra quien, con su savoir faire y su conocimiento en economía, para muchos, ha sido el mejor presidente que ha tenido el puerto de Barcelona en las últimas décadas… y pese a que –nos cuentan- la capacidad de Conesa para gestionar a las personas ha sido sobresaliente, quizá con eso solo no haya servido para gestionar la principal infraestructura económica del país.
El tándem Calvet-Gomez huele a mar y aporta –a priori- experiencia en la gestión de grandes empresas: Calvet, como conseller y, antes, en sus diferentes cargos en el propio departamento de Territori, conoce el sector marítimo y portuario y también conoce a los empresarios con los que tendrá que remar para levantar la situación conjuntamente. No le vendrá –como a Conesa- “de nuevo”.
El presidente y su equipo profesional –uno de los mejores, a pesar de que se hace necesario algún cambio- deben sentarse desde ya con los armadores, con las grandes alianzas marítimas, con los cargadores, con los transitarios… ya tardan en coger el primer vuelo en dirección a Asia (China, Japón, India, Corea…), pero con escalas en Oriente Próximo, Estados Unidos, Sudamérica… y en los centros europeos de toma de decisión real de las compañías. Deben hablar sin intermediarios.
Y no sólo en el tráfico contenerizado, que también. Los graneles líquidos –de ahí la importancia de Oriente Próximo-, los sólidos, o los vehículos deben ser tratados con mayor rigor. No depende sólo de la empresa concesionaria el esfuerzo comercial. Debería ser la autoridad portuaria la que marque las pautas.
Al fin y al cabo, se debe volver a potenciar la marca “Barcelona” y la marca “Catalunya”, que han quedado muy tocadas en los últimos años por motivos conocidos. Se debe hacer, desde el diálogo. De la mano de la Generalitat. En la medida de lo posible, del ayuntamiento. Y que Puertos del Estado ayude y el Mitma no ponga palos en las ruedas: los accesos deberían estar ya consolidados, sin ir más lejos. Hay instalaciones portuarias del entorno donde se habla de inversiones multimillonarias en infraestructuras. Barcelona debe subir al tren y, los fondos europeos entre otros, deben ser vistos como una oportunidad real.
Cuando el tráfico y sus perspectivas de crecimiento remonten al nivel del salto de escala iniciado por Sixte Cambra, será el momento de volver a hablar de la sostenibilidad. Las navieras son empresas en las que manda la cuenta de resultados e irán donde se les ofrezcan mejores condiciones, fundamentalmente en materia económica. Para ello hay claves: el ferrocarril y la conexión de éste con Europa, es fundamental. Los tránsitos –muchas veces denostados-, fundamentales; el cabotaje, fundamental; la –buena- logística y la intermodalidad, fundamentales.
Pero también debe mejorar el trato y dar la importancia que se merece a la industria auxiliar y no sólo con algunos colectivos como los estibadores, que también. Amarradores, remolcadores, surveyors, tripulantes, centros de formación… no lo han pasado bien últimamente. Sin ellos, ya se puede hacer tarea comercial en el exterior, que los armadores apostarán por otros puertos.
Respecto a los pasajeros, volverán. El interés turístico que genera Barcelona a escala internacional es incontestable y seguirá liderando en Europa. No cabe dormirse: se deben seguir potenciando los cruceros y no sólo fuera de temporada. Hay recursos, hay instalaciones, hay profesionales, hay empresas… debe haber mayor liderazgo por parte de la Administración portuaria. Sentarse con el ayuntamiento y decir: “Señores, los turistas generan ingresos y, los ingresos, oportunidades de crecimiento e inversión para todos. Saldremos de la crisis si remamos juntos”.
Y quien habla de cruceristas, habla de los pasajeros de línea regular; de proyectos como el Hermitage; habla de la adecuación del Port Vell; del hub de innovación del sector náutico; habla de potenciar las marinas deportivas y sus empresas auxiliares, algunas de ellas a la vanguardia internacional; de acercar el mar a la ciudadanía e integrar realmente puerto y ciudad… No se está en disposición de perder más oportunidades. La náutica y, en general, el sector marítimo-portuario no industrial ni logístico debe estar presente desde ya en el consejo de administración y el consejo rector, con identidad propia.
En este punto, Joan Pere Gomez ha llevado a cabo una labor más que destacable al frente de la empresa pública Ports de la Generalitat, tanto a nivel de inversiones, como de conocimiento del medio, y en base a la sostenibilidad medioambiental y financiera; como también en la gestión del temporal Glòria, que asoló la costa catalana en enero de 2020, al margen de la pandemia. Pero también ha podido conocer de cerca el sector náutico y el sector pesquero. Debe saber aprovechar, desde su nuevo cargo, estas sinergias que ha dejado de su anterior puesto y aconsejar a Damià Calvet en esta dirección.
La descarbonización, la sostenibilidad medioambiental y económica, el cumplimiento de los objetivos de desarrollo sostenible (ODS) de la ONU, la digitalización, la electrificación de los muelles, el crecimiento de la inversión internacional… son, todos ellos, aspectos importantes. Pero solo se lograrán si, antes, se asume el principal reto para el que ha sido nombrado Damià Calvet: volver a poner el puerto en marcha y darle un nuevo y motivador impulso.
Una vez hecho, llegará el momento –seguro- de hablar de la gestión del mismo desde la cercanía, (como ha venido reclamando NAUCHERglobal desde su nacimiento); de traspaso real de las competencias en la toma de decisiones económicas y de inversión respecto al recinto, sin depender de la burocracia de los despachos del paseo de la Castellana. No estará en manos del nuevo presidente y de su equipo pero, si se aspira a que Barcelona se consolide –y hasta en alguna ocasión venza- la champions league portuaria mundial, llegará también.