El señor Númoc, responsable de la granja mediática del Ayuntamiento, cerró por la noche el gallinero repleto de plumas de corral y vuelo corto, y era consciente de que había dejado cerradas las ventanillas windows para que no hubiese filtraciones de datos volátiles. Salió de su despacho, cruzó las vacías salas de redacción, llegó a casa, se sirvió un último chupito de ratafía y se fue derecho a la cama para roncar tranquilo. Todo bajo control. No temía ningún alboroto en su sumisa granja. Tanto él como sus subordinados jefes de sección eran tan altamente estimados en la masía barcelonesa que todas las gallináceas plumas estaban dispuestas a perder su independencia para revolotear y propagar lo que él tuviera que decirles.
El párrafo anterior parodia el inicio de la fábula “Rebelión en la granja” (1945), manteniéndose fiel a la condena que hace George Orwell al autoritarismo, dada la estrecha interrelación que hay en política entre el poder arbitrario y el control de la información. Una tiranía persistirá mientras imponga sus criterios anulando las críticas; pero puede ser suplantada por otra que asumió el poder con ideales antisistema si para implantarlos recurre a la propaganda y necesita mantenerse en el poder a toda costa. Es por lo que también bajo un régimen democrático aparecen tics autoritarios, a modo de la rebelión en la granja de BComún, a modo del escamoteado deterioro en el retrato de Dorian Gray.
Un día decae la transparencia para ciertos temas, más tarde es patente que se va perdiendo pluralidad en los servidores públicos y se esquivan debates y consultas a los afectados; luego, la participación ciudadana se queda en gestos, se coloca a los familiares, y se conceden las subvenciones y contratos públicos a los comilitones o a quienes dan réditos electorales… y así todo. Hasta que sus medios de comunicación, sus múltiples entes dependientes y los actos celebrados bajo patrocinio del Ayuntamiento actúan a coro alto y fuerte sin contrapuntos ni disonancias. Sería el caso del “Antonio debe caer”, “Adéu Antonio”: hubo unanimidad y seguidismo. Clara señal de alarma del autoritarismo rampante en la Barcelona de BComún.

Esta plataforma política, BComún, ganó la Alcaldía para hacer una nueva política, pero como sucedió en “Rebelión en la granja”, abrazó la vieja política informativa que había combatido. Ni sabían ni podían aplicar sus alternativas antisistema. No consiste en descalificar la labor de BComún, pues sus proyectos más soñados son inalcanzables con sólo un 25% de los votos de Barcelona y sin peso específico en el Parlament y en las otras urbes catalanas. Además, dependían demasiado de los independentistas, que tienen otras metas, y estaban constreñidos por los marcos legislativos de Cataluña, España y Europa. Se tuvieron que conformar con recompensas simbólicas. Como no podían proclamar la república, metieron ostentosamente el busto de Juan Carlos I en una caja de cartón; e incapaces de cambiar la ley de extranjería, de cerrar los CIE y de legalizar las ventas de los manteros, retiraron al almacén la estatua de Antonio López y de paso se colgaron la falsa placa de hegemonía moral. Todo ello a costa de dos chivos expiatorios.
El marqués de Comillas se defiende solo por más que intenten hacerle añicos su imagen. Bastaba con unos artículos a su favor para delatar, más que contrarrestar, el atropello que sufrió. No había nada que hacer. Son unos brutos, en 1936 y ahora. La defensa de Antonio López no tendría, pues, mejor objetivo que criticar la desinformación por parte de quienes protagonizaron su rebelión alternativa para, a la postre, intentar someter a esa misma granja que pretendían liberar. Es lo que pasa cuando saltan los controles. De aquí el prólogo titulado “La libertad de prensa” escrito por Orwell para dicho libro y no publicado entonces por razones de Estado.
La plataforma elevada
La relación del caso Antonio López con el autoritarismo mediático del Ayuntamiento de Barcelona resulta evidente cuando se investiga el proceso a que fue sometida la imagen del naviero cántabro por parte de unos oportunistas del poder que la aprovecharon para sus fines. Saber quiénes, cómo y con qué programa se hicieron con la Alcaldía ayuda a revelar la manipulación que sufrió el marqués de Comillas hasta lograr que en Barcelona él no perteneciese ni representase a nadie, que casi ninguno intentase defenderlo. Acoso y derribo. Primero le transformaron en un negrero de quien nadie querría hacerse cargo; luego se instigó institucionalmente a diversos colectivos para que reivindicasen y/o se vindicasen denigrando su imagen.
Fue también una operación a mayor gloria de los menos comunes: historiadores orgánicos y de medio pelo, y activistas agradecidos o despistados. El motivo, cualesquiera de este espectro: actual racismo, decimonónica esclavitud, discriminación, explotación sociolaboral, derechos básicos de los inmigrantes, vulnerabilidad de los simpapeles, xenofobia, colonialismo… Así que el monumento del marqués de Comillas acabó siendo el punto de encuentro para el pim pam pum de quienes quisieran ajustar cuentas con el presente y hasta con el pasado. Antonio López terminó en la Barcelona predominante formando parte con los Borbones, el Estado y el dictador Franco en el listado de enemigos indispensables. A tono con toda rebelión de la granja que necesita exponer algún enemigo del pueblo para teledirigir las frustraciones: “¡Táctica camarada, táctica!”, que diría persuasivamente el portavoz del Napoleón orwelliano.

BComún empezó siendo una plataforma ciudadana montada por Guanyem Barcelona a la cual se subieron los partidos más a la izquierda del PSC (Partido Socialista de Cataluña), salvo la CUP (Candidatura de Unidad Popular). Guarda alguna equivalencia con la plataforma elevada del granero principal de “Rebelión en la Granja” desde donde el verraco Viejo Mayor prende el motín con un manifiesto para que los animales asalten el poder y mejoren sus condiciones de vida, más en concreto, las sociolaborales.
El Manifiesto Guayem Barcelona contiene similitudes con el del verraco. Lanzó “una rebelión democrática” para acabar con las desigualdades, los abusos, la corrupción, las injustas penalidades… Y no podía ser más esperanzadora en su radicalidad democrática que apostando por la participación y transparencia, por “el mandar obedeciendo … con iniciativas y consultas ciudadanas vinculantes”. La realidad ha sido otra. La retirada de la estatua de Antonio López fue impuesta con opacidad y mentiras, desde los despachos y sin concluyentes pruebas acusatorias. Hubo solo en apariencia un concurso de ideas, tres seminarios y una multiconsulta. Fue una añagaza alternativa, un fraude democrático, al igual que pasa hoy con la participación ciudadana en la controvertida reforma urbanística del Ensanche.
Tampoco podía hacerse muchas ilusiones conociendo a los “Napoleones” de la cacareada “rebelión democrática”. Todos ellos coparon las riendas del poder municipal en cuanto salieron del Observatorio DESC (“Derechos Económicos, Sociales y Culturales”), de su PAH (Plataforma de Afectadas por la Hipoteca) y entornos, para hacer política a partir de febrero de 2015: Ada Colau, Jaume Assens, Gerardo Pisarello, Laia Ortiz, Vanesa Valiño, Gala Pin, Águeda Bañón, Silvia González, Carlos Macías, Susana Ordóñez… Las prioridades y procedimientos de su primer y último manifiesto han cambiado, los mandamases siguen siendo los mismos, incluso algunos han ascendido a diputados. ¿Cómo?, como en cualquier granja orwelliana, controlando la información/propaganda. ¡Les salió de fábula!
Hasta fueron precavidos. Nada más hacerse con la alcaldía, los “Napoleones” reforzaron las áreas de agitación y propaganda: cultura, memoria democrática, espacio público, casales, centros cívicos, ateneos, asociaciones vecinales… más los entes y medios de comunicación propios o de su cuerda. Y ya puestos, engranaron sus programas de memoria a los del nacionalismo catalán y establecieron simbiosis con la Universidad de Barcelona (EUROM), dos mastodontes que en la granja de BComún hay que echarles de comer aparte porque hacen para el Ayuntamiento trabajos externalizados, dando así la tramposa sensación de pluralidad y participación.

¡Todos los medios para la memoria!
Nunca pensé que la alcaldía de BComún tuviese tantos entes y medios de comunicación proclives a promover programas de memoria con fines propagandísticos. Da para un trabajo de investigación. No es el caso. Este artículo se limita a analizar la manipulación que trasluce la campaña institucional lanzada contra Antonio López.
Sabiendo el potencial político que tienen los programas de memoria, BComún les dio prioridad al hacerse con la alcaldía a pesar de que la veintena de párrafos de su manifiesto no contiene, ni implícitamente, referencia alguna a la memoria histórica, tampoco a la colectiva, ni aparece para nada el término memoria. No importa. Obtuvo el rango de Concejalía de Memoria Democrática, en el área de Cultura, Educación y Ciencia, por lo cual se benefició del basto organigrama del Instituto de Cultura de Barcelona (ICUB), una poderosa máquina de propaganda, a nada que se lo proponga, gracias a sus cinco Direcciones recargadas de entes, de cometidos y, supongo, de sobrado presupuesto.
Los Programas de Memoria pertenecen a la Dirección de Memoria, Historia y Patrimonio y comparte nicho con el MUHBA, con el Born Centro de Cultura y Memoria, el Nomenclátor… y también con el Consejo de Arte Público, del área de Urbanismo, en el Museo Marés. Existen tantos nódulos de memoria que es difícil recordarlos y tedioso reseñarlos aquí. Siendo la concejalía de Memoria Democrática quien, junto a EUROM (UB), hizo la principal tarea para retirar la estatua de Antonio López gracias a su Instituto de los Pasados Presentes, que depende directamente del Comisionado de Programas de Memoria (ICUB).
Por si no fuera suficiente con los portales de propaganda de todos estos organismos relacionados con la memoria, los medios de comunicación del Ayuntamiento lanzaron un alud de noticias hasta hundir la imagen del marqués de Comillas. Sin ser exhaustivos: Barcelona.cat, Infobarcelona, Barcelona TV (beteve), Barcelona-Cultura, portales de Distrito, BCNROC, Gaceta Municipal, Canal Barcelona… También participaron sus redes sociales: Decidim-Barcelona, Participación Ciudadana… Y no menos contribuyó contra Antonio López lo mucho que se gastó en propaganda (ej. cartelería) y publicidad institucional, gran parte de ésta en medios de comunicación, desde los más grandes (La Vanguardia) a los más pequeños siempre que fueran nacionalistas y de su cuerda (Critic, Directa). Ni que decir tiene que la publicidad institucional es un lacerante medio de control, aunque las principales cabeceras guarden las formas manteniendo sus márgenes de autonomía y pluralidad. ¡Solo faltaba! Marcan la diferencia entre dictadura y régimen democrático.
En otro trabajo analizaré los seminarios, conferencias, artículos, textos varios… que el Ayuntamiento de Barcelona y sus incondicionales altavoces lanzaron en la campaña contra el marqués de Comillas. La unanimidad es tan brutal y manifiesta como la falta de argumentos propios y apropiados. Peor que el pensamiento único. Nadie se paró en esa granja municipal a pensar el ridículo espantoso que estaban haciendo al repetir machaconamente la condena a Antonio López con el corta y pega, con el clientelismo ideológico y con la correa de transmisión que emanan de “Si el camarada Napoleón lo dice, debe ser así”.

Van de sobrados. Prueba de que “En Cataluña, la libertad de opinión es patrimonio del independentismo” (Joaquín Luna, avezado periodista de La Vanguardia, entrevistado en El Liberal del 16 de septiembre). Se entiende que, a efectos prácticos, sus aliados tácticos de BComún coparticipan de esa prepotencia. Como si cundiera en la alcaldía y en sus aledaños la corrupción mediática merced a la autocensura, a la espiral de silencio o la memoria tácita de recordar sólo lo que se supone que debe publicarse. Podían haber hecho un trabajo mejor al tratar la figura de Antonio López, al menos con un mínimo de pluralidad y profesionalidad. Nada de eso. Entre los predominantes historiadores involucrados en la campaña contra el marqués de Comillas no hubo ninguno con el cuajo de Francesc Cabana ni tampoco con el nivel de Angels Solà Parera, ambos especialistas en la burguesía catalana del siglo XIX. Faltó altura intelectual, sobró bajeza política.
Dos caballos de tiro
El Ayuntamiento y EUROM contaron con múltiples colaboradores, incluso espontáneos, para retirar la estatua de Antonio López. Algunos de forma puntual, caso de la Fundación Cipriano García, de CC.OO., que se marcó una vistosa infografía sobre la Barcelona esclavista, incluyendo, claro está, al marqués de Comillas. Nada extraño que este sindicato contribuyera a la campaña de propaganda sabiéndose la colaboración municipal en dicho folleto divulgativo y la participación de CC.OO. en el Observatorio DECS.
Hubo contribuciones más decisivas que la anterior. Resaltaría las protagonizadas por la plataforma Tanquem els CIE (Cerremos los CIE) y por la productora audiovisual Metromuster, impulsoras de la recogida de firmas para renombrar plaza Idrissa Diallo a la de Antonio López. Semejarían los dos caballos de tiro de la Granja de BComún, por cuanto se implicaron a fondo para tirar la imagen del naviero cántabro al reunir las 17.000 firmas que se volcaron en Charge.org. Aunque esa multiconsulta, pues incluía otras reivindicaciones, fue deslegitimada por el TSJC y su resultado no tuvo pase para la mayoría del Ayuntamiento, quedó como la destacada participación ciudadana contra Antonio López a pesar de las miserias en baremos democráticos que presentaba esta iniciativa. Tiene mérito, sin duda.
Tanquem els CIE y Metromuster carecían de personal, estructuras y presupuesto para grandes movilizaciones, pero contaban con suficientes redes de influencia para lanzar en enero de 2018 la campaña de recogidas de firmas en un acto, frente al monumento de Antonio López, con discursos, verbena y chocolatada. Luego se pusieron los listados reivindicativos en los centros dependientes del Ayuntamiento o de su órbita alternativa y las firmas vinieron por sí solas, más aún si también participaron la ANC y la FAVB (ver listado de entes implicados).
Tamquem els CIE (2012) no cuenta con infraestructura (sede…) ni con jugosas subvenciones, ni sus filas rebosan de activistas, menos aún que sean de inmigrantes. Basta observar que pasean casi la misma pancarta, a modo de la cabra, de un acto a otro, de un año al siguiente, para darse cuenta que, faltos de medios, su fuerza principal radica en el mensaje claro y en la interrelación con los centros de poder proclives a sus planteamientos (Ayuntamiento, Parlament) y con los entes sociales afines (SOS-Racismo, sindicatos de manteros…).
Metromuster era distinto, una cooperativa de solo seis socios y muchas pretensiones. Y su remarcable activismo se centraba en filmar documentales antisistema para denunciar las estructuras injustas del poder. En este sentido, el caso de Antonio López le vino bien porque desde hacía años su estatua representaba, para algunos colectivos de Barcelona, los males del racismo, de la ley de extranjería y del maltrato a los inmigrantes provenientes de las excolonias. Tanto daba que este comillano llegase a Cuba siendo un pobre chaval emigrante, desasistido de familiares y, probablemente, sin los papeles en regla para desembarcar.
Una vez acusado de negrero, el marqués de Comillas se convirtió en cabeza de turco para el totum revolutum de las reivindicaciones, en especial de los negros; y Metromuster valoró la ocasión de ponerse en la cabecera contra la estatua del marqués de Comillas. La productora no tendría ni que andarse con remilgos si ya de entrada consideraba que “el dinero de Antonio López venía del tráfico de esclavos”. Suficiente para cualquier activista que necesitase manipular su imagen si lo pide el guión.
Metromuster pasó, en este caso, de filmar a otros a ser ella misma protagonista de una movilización. De hecho, su logro lo celebró colgando un vídeo: “Hoy hemos ganado. Se ha retirado del espacio público la estatua del esclavista Antonio López” (04-03-2018). Este caballo de tiro de la Granja BComún tuvo este día de gloria que sumaría a los logrados por sus mejores audiovisuales, la mayoría premiados: “Caso Bárcenas” (para DESC), “No-Res”, “Ciutat Morta”, “12 de octubre”, “Tarajal”, “¡Mámbo!” (para la CUP) e “Idrissa, crónica de una muerte cualquiera”.

Este último documental (15.11.2018) aborda la muerte de un joven inmigrante, de Guinea Conakry, en el CIE de la Zona Franca de Barcelona (05.01.2012). Fue a partir de iniciar este film que Metromuster se involucró en la recogida de firmas contra Antonio López, aunque, a su vez, el Ayuntamiento le encargó trabajos para la campaña de retirar su estatua. No todo era activismo desprendido por parte de una productora que en buena parte se mantenía con las subvenciones provenientes del sistema político surgido del 15-M (BComún) y con los trabajos realizados para los nacionalistas catalanes (CUP y TV-3).
También es verdad que a Metromuster tampoco le regalaron nada ICAA, ICEC, ICUB, MEDIA, TV-3… como tampoco los otros entes públicos y privados que colaboraron con ella. Su esforzado activismo de seguro que no estaba ni medio pagado y solo se mantenía gracias al voluntarismo de combate de quien considera que trabaja fuerte para el bien común. El activismo audiovisual es especialmente caro y agotador. Ni 250.000 euros bastarían para compaginar el buen documental “Idrissa” con la obtención justa de beneficios, aparte del tiempo irrecuperable que nunca se cobra. Y si no hay harina todo es mohína y falta de nuevas inversiones. Para más reveses, las sentencias judiciales echaron abajo las denuncias que documentaron en los casos de “Ciutat Morta” y “Tarajal”.
Los seis socios no pudieron seguir en la brecha ni siendo su productora audiovisual la favorita del Ayuntamiento de Ada Colau. Tanto tirar del carro, tanto sacrificio, tanto y todo para la causa… para al final acabar como el caballo Boxer de “Rebelión en la granja”. Un día llegó un “furgón” a la plaza Raspall, del barrio de Gracia, para vaciar el local donde sus seis socios se habían afanado bajo el lema “trabajaré más fuerte”, también contra Antonio López. Algunos se habían aprovechado de su trabajo, ideales e ilusiones, mientras ellos seis acabaron disueltos y enfrentados, con el escarnio añadido de ventilar, el pasado julio, sus intestinas desavenencias con un comunicado público.
El devenir de Metromuster documenta parte del montaje formado por BComún, nacionalistas y entes subvencionados que removió la estatua del marqués de Comillas hasta lograr llevarla a un almacén. También serviría para denunciar con un audiovisual antisistema cómo quienes más trabajan de hoz y coz para una rebelión acaban destripados por el esfuerzo no recompensado, mientras sus líderes se mantienen en los cargos de fábula de su sumisa granja porque, al tiempo, “todos son iguales, pero unos más iguales que otros”.