Los marineros de los mercantes que navegan por todo el mundo han sido uno de los colectivos profesionales que más ha sufrido las consecuencias de la pandemia, ya sea porque se han quedado aislados a miles de kilómetros de sus casas o porque, al no ser considerados personal esencial, no han podido recibir la vacuna.
Así lo denuncia, en una entrevista con la agencia Efe, el director del servicio Apostolado del Mar Stella Maris en Barcelona, adscrito a la Archidiócesis, Ricard Rodríguez-Martos, de 73 años, diácono y capitán de barco hasta que en 1983 le ofrecieron ser el responsable de la institución en la capital catalana.
El Apostolado del Mar Stella Maris, una organización de la Iglesia Católica con sede en 250 puertos de todo el mundo funciona en Barcelona desde 1927. “Lo que ofrecemos es asistencia humana en una dimensión social, espiritual, laboral y cultural” durante los 365 días del año, explica Rodríguez-Martos.
Además de visitar los barcos, la entidad ayuda a mantener la comunicación con las familias, sea mediante wifi o facilitando tarjetas SIM a las tripulaciones para que puedan llamar. La Covid ha complicado aún más el trabajo de Stella Maris, ya que desde marzo hasta septiembre del 2020 no se permitía a los tripulantes bajar a tierra y la residencia que gestionan tampoco podía funcionar con normalidad.