La foto que ilustra este comentario vale más que mil palabras. Es una comparación gráfica entre el mítico TITANIC y el faraónico ALLURE OF THE SEAS.
El TITANIC ondeaba pabellón bitánico, propiedad de la célbre naviera White Star, eslora 269 metros, manga 28,2 metros. Podía transportar 2787 pasajeros y 860 tripulantes, el mayor buque existente en el momento de su botadura, en 1912.
El ALLURE OF THE SEAS, propiedad de Royal Caribbean, está matriculado en Bahamas, 362 metros de eslora, 48 de manga. Puede transportar un máximo de 7400 pasajeros y 2384 tripulantes. Fue construido en Finlandia y botado en octubre de 2010.
En el naufragio del TITANIC sobrevivieron 710 personas a pesar de llevar medios de salvamento para 1182. La diferencia hay que atribuirla a los problemas, en la práctica inevitables, que se dan en la gestión de una emergencia marítima, aún en el caso de contar con varias horas y una mar en calma, como fue el caso del TITANIC.
EL ALLURE OF THE SEAS lleva medios de salvamento de sobras para todas las personas que pueden ir a bordo, pero el problema, como demuestra la historia del TITANIC o el reciente naufragio del COSTA CONCORDIA, reside en la imposibilidad de evacuar a tantos miles de personas en la media hora que establece el convenio SOLAS como tiempo límite para la evacuación. Ni ampliando ese tiempo en varias horas puede garantizarse un salvamento seguro de tantas personas.
Hablar de ese problema, el gigantismo sin límites por razones estrictamente económicas, es mentar la bicha en la pujante industria de los cruceros. No hay que alarmar a los clientes, sostienen. De acuerdo, pero ¿hasta cuándo?