Las historias de polizones abarcan un amplio horizonte donde cabe de todo. Polizones que se integran en la tripulación durante años. Polizones que son desembarcados subrepticiamente en un puerto de escala en el que se ha incumplido la obligación de informar de su existencia a las autoridades. Polizones que reciben el trato de prisioneros hasta que son devueltos a su país de origen, o a un país vecino si el país de origen niega la nacionalidad del polizón.
En los últimos cincuenta años, todos los mercantes que tocaban puertos africanos efectuaban antes de la partida un fondeo riguroso para descubrir la posible existencia de nativos escondidos. Se abrían las lonas de los botes para hurgar en su interior, se registraban a fondo los pañoles de cubierta y de máquinas, se examinaban los camarotes vacíos y todos los rincones del buque aptos para esconder una persona desesperada. Si se descubría a alguien se le ponía de patitas en el muelle con gran contento del capitán. Salidos de puerto, si se detectaba a un pasajero indeseado a una distancia prudente del puerto de salida, se retornaba para desembarcar al polizón. En estos casos las autoridades del puerto de salida no podían negarse a recibir al polizón, pues era evidente de dónde procedía.
El problema caía sobre el buque cuando el polizón salía a la luz pasados algunos días de navegación. Los puertos de destino rechazan hacerse cargo del problema, el puerto de origen alega que el polizón carece de identidad, de modo que no pueden saber si se trata de un nacional o de un extranjero, y en la duda atribuyen al buque la solución. Es decir, el problema.
Se ha sabido de casos en que los polizones eran arrojados al mar. Solución horrenda y excepcional porque se trata de un asesinato y existen demasiados testigos incómodos. Los marineros navegan por un salario y carecen de incentivos para callar un crimen infame.
Recientemente, seis marinos del bulkcarrier RM POWER, abanderado en Islas Marshall, una genuina bandera de conveniencia o bandera pirata, han sido detenidos en Rosario central, Argentina, acusados de haber asesinado a cuatro polizones congoleños, a quienes habrían arrojado al mar a más de 400 kilómetros de la costa africana, maniatados y amordazados. El capitán del granelero construido en 2004, de 190 metros de eslora, el rumano Florin Filip, y cinco marineros de nacionalidad filipina han declarado como imputados por el juez federal Carlos Vera Barros. Un sexto marinero, también encausado, se encuentra desaparecido desde hace días después de caer al río Paraná “en un confuso episodio, que aún no se sabe si fue un accidente o un intento de suicidio”, según declaración de la fiscalía federal número 3 de Rosario.
El buque partió del Congo a principios de julio con 21 tripulantes a bordo, pero al poco de zarpar fueron descubiertos siete polizones que forzaron el regreso a puerto de la embarcación.
Según el testimonio de dos tripulantes, otras cuatro personas fueron descubiertas días más tarde, cuando el barco ya se encontraba en alta mar. El capitán ordenó entonces, según los testigos, atarlos de pies y manos, amordazarlos y arrojarlos por la borda.
La denuncia fue efectuada ante la justicia argentina por la naviera Wem Lines, una empresa de capital griego, propietaria registral del RM POWER, tras una investigación interna abierta por el súbito desembarque voluntario de seis tripulantes.