Un buen ejemplo de ello lo constituye el reportaje publicado el 22 de marzo por el diario de más prestigio y reputación de seriedad de Barcelona, sobre el accidente marítimo ocurrido a poca distancia de la bocana del puerto y que produjo el rápido hundimiento del pesquero El Fairell y la lamentable desaparición de dos de sus tripulantes.
El citado reportaje viene encabezado por un enorme titular a toda plana: “Fue un abordaje” ¡Menuda novedad!, piensa el lector. Tras aquel desgraciado suceso, desde el primer minuto siguiente al mismo, nadie ha contemplado otra hipótesis distinta a la de una colisión (o abordaje, en la terminología náutica) del pequeño pesquero, en ruta de regreso a Barcelona, con un gran buque mercante ruso que acababa de salir de puerto. Nadie ha mencionado para nada la posibilidad de una explosión interna, una vía de agua por una causa todavía por determinar, o que El Fairell hubiese podido impactar contra un escollo inexistente —que se sepa— en la zona. El simple hecho de que el buque ruso no prosiguiera su recién iniciada travesía y regresase de inmediato a puerto, parece dejar muy a las claras las circunstancias del siniestro. Por consiguiente, afirmar enfáticamente que lo sucedido aquella tarde constituyó un abordaje es a todas luces una obviedad, que en modo alguno justifica el gran tipo de letra de imprenta utilizado para encabezar un artículo periodístico.
La sorpresa inicial del lector, tras leer dicho titular, se convierte en mosqueo cuando, en el cuerpo del reportaje, encuentra los siguientes párrafos: «Al patrón mayor de la Cofradía, José Manuel Suárez, se le escapó poco después: “Fue un abordaje”. La sospecha de error humano y la palabra “abordaje” —confirmada incluso por la Capitanía Marítima y el Ministerio de Fomento— ganan peso entre los pescadores»
¿Qué induce al autor del reportaje a escribir con suspicacia que al patrón mayor «se le escapó» pronunciar una palabra determinada? ¿Es la mención de la misma de tal gravedad que hace relevante su confirmación por parte del Ministerio? Tal insistencia, por parte del periodista, en la velada insinuación de un determinado significado al vocablo abordaje, recuerda en cierto modo el ejemplo clásico de lo que es o no es noticia, para cierto tipo de periodismo: «Que un perro muerda a un hombre no es noticia; la noticia es que un hombre muerda a un perro»
Para arrojar alguna luz sobre la cuestión, nada mejor que acudir al diccionario. En general, se habla de abordaje como sinónimo de tomar en consideración: «abordar un problema» o «abordar una negociación». También, como sinónimo de montarse en un vehículo: «abordar un taxi», o de interpelar: «Abordó a su jefe en plena calle para pedir aumento de sueldo». Pero, en la terminología marítima, el abordajetiene dos acepciones más: una primera, que es «Roce o choque de una embarcación con otra» y una segunda representada por la locución adverbial “al abordaje”, cuyo significado es «Pasando de una nave a otra para embestir al enemigo». A la vista del reportaje que comentamos, el lector no puede por menos que albergar serias sospechas de que el periodista tenía más en mente la segunda de las acepciones antes mencionadas que no la primera. Es decir, aquella que en este caso parece ser claramente la correcta, salvo que investigaciones posteriores hiciesen tomar cuerpo a la hipótesis delirante de un capitán ruso con pata de palo, garfio en la mano y parche en el ojo, azuzando a su tripulación a tomar por asalto El Fairell. Una hipótesis que acaso constituiría el sueño de más de un periodista.