Viajo a Galicia periódicamente. Los recuerdos de mi vida profesional están llenos de atardeceres en el Atlántico con un sol que doraba la zona portuaria de Vigo y de Villagarcía. Ahora voy conociendo otros lugares que antes sólo eran nombres en la documentación de los tripulantes y lo hago con tiempo suficiente para observar todo aquello que el barco y el trabajo no me dejaban ver.
Me he fijado en los monumentos. Frente a la estación marítima de Vigo hay una estatua de bronce dedicada al emigrante.
En Villagarcía hay un monumento que honra la memoria de un médico que se distinguió atendiendo a pacientes pobres.
En Carril un monumento similar está dedicado a un Practicante.
Que no haya encontrado una simple inscripción dedicada a la gente de mar me resulta desconcertante, aunque no sea el único colectivo ignorado injustamente.
Un día, la casualidad me llevó a Riantxo. Aparqué el coche y me di un paseo por la zona portuaria y allí lo encontré: Es un sencillo monumento de piedra donde están grabados unos nombres. Uno de ellos coincide totalmente con el de un compañero de estudios.
Otros nombres tampoco me resultan extraños por llevar apellidos comunes entre la gente de mar. Entre los más recientes hay un nombre de mujer.
Al lado de cada nombre figura una fecha y un lugar. Las fechas comienzan en 1919 y acaban en 2004. Los lugares se llaman ‘Atlántico, Gran Sol, Costa da Morte, Mediterráneo…’
Este memorial consta de dos tabletas encabezadas por un rostro humano con los ojos cerrados. Al pié del monumento están grabados los versos de un poeta local.
El Ayuntamiento de Rianxo erigió este sencillo monumento que honra la memoria de aquéllos de sus vecinos que murieron en el mar y con ello ha tenido un gesto noble y elegante.