Ese día, el remolcador al mando del patrón despedido sufrió una leve colisión con el buque a cuya maniobra estaba asistiendo, un incidente que se da con frecuencia. Los remolcadores asisten a varias maniobras cada día y suele ocurrir que el buque asistido no reaccione con la presteza esperada a las órdenes del práctico y del capitán, o que el propio remolcador calcule mal la situación o/y la potencia de trabajo y ello acabe en un roce o colisión, por lo general sin mayor importancia. Consta que en la maniobra del 12 de agosto el buque asistido no presentó reclamación o protesta alguna. Sin embargo, de forma sorprendente, Remolcadores de Barcelona culpa ahora al patrón de una falta muy grave y le sanciona con la máxima pena posible: el despido.
El despido de un trabajador, en un momento de desconcierto empresarial por la reciente sentencia del tribunal supremo contraria a sus pretensiones sobre la jornada de trabajo de los tripulantes de remolcadores, ha sido considerada en medios sindicales como maniobra de intimidación ante las próximas negociaciones del convenio colectivo sobre la base de la resolución del alto tribunal; o, peor todavía, como una represalia enfurecida ante la derrota judicial. Como quiera que sea, el malestar entre los colectivos portuarios puede desembocar en una situación conflictiva, que nadie desea, si la empresa de remolcadores no se aviene a reconsiderar el despido.