Esas conversaciones demuestran sin lugar a duda que las decisiones del director general de la Marina Mercante, la autoridad marítima española, José Luis López-Sors, sobre la gestión de la emergencia, no estaban avaladas por los técnicos.
López Sors decidió alejar el buque y hundirlo basándose únicamente en un prejuicio que él convirtió en un dogma: nosotros salvamos a la gente, los buques que se hundan mar adentro. Armado con semejante simpleza, un disparate, López Sors convirtió un accidente en una catástrofe.
A ese error de principio siguió una catarata de mentiras y nuevos errores que han costado al Tesoro público centenares de millones de Euros y al Gobierno de España una pérdida de credibilidad muy difícil de recuperar. Las mentiras para justificar la ignominiosa detención del capitán del petrolero, desde atribuirle un desafío al Estado hasta inventarse una “falta de colaboración con las autoridades”, todavía hoy nos abochornan y avergüenzan.
Una vez transformado un accidente en una catástrofe ecológica y económica, se obligó a todos los servicios de la Administración a trabajar para ocultar la verdad. A cualquier precio. Así las acusaciones al capitán del petrolero, un profesional excelente al quien se quiso colgar la responsabilidad de la catástrofe; se promocionó a puestos de responsabilidad a quienes demostraron mayor celo y convicción en las tareas de mentir y condenar al capitán Apóstolos Mangouras; se falsearon documentos públicos y se persiguió con saña al jefe de la Inspecciónde Buques de La Coruña, Fernando Balbás, convertido en un símbolo de los funcionarios que no confunden la lealtad con el servilismo ni la prudencia con la cobardía. Un ejemplo que no acaba de cundir
¿Quién puso a López Sors en el puesto de autoridad marítima española? Una de las decisiones más importantes de las personas que ocupan el poder es la de elegir a sus colaboradores y mandos dependientes. Para meter a López Sors, el ministro del ramo, un recién nombrado Alvarez Cascos como ministro de Fomento, cesó a Fernando Casas, un profesional inteligente y conocedor de la marina mercante. Probablemente sea cierto que el oscuro López Sors deba su nombramiento a las intrigas del entonces ministro Federico Trillo, la mano que mecía la cuna del Opus Dei político en aquellos años, combinadas con la soberbia testicular de Álvarez Cascos (“Quiero un director general nombrado por mí, no por el anterior”).
Sabido es que los políticos y burócratas que no son penalizados por sus errores, no aprenden. Se acostumbran a la impunidad y redoblan sus fallos. Pasa en otros sectores y magistraturas, pero particularmente en la Administración marítima.
Sería muy provechoso para la imprescindible regeneración democrática del país que exigiéramos la responsabilidad in eligendo a los ministros y autoridades que despreciando el mandato constitucional de primar el merito y la capacidad colocan en puestos de responsabilidad a personajes como López Sors.