Un calendario con fechas para el cobro de los préstamos que ellos piden a los demás, pero sin fechas de devolución, que dejan pendientes ad kalendas graecas.
Lejos de mi intención el pretender que la Europa de la solidaridad y del apoyo mutuo, vuelva la espalda a los ciudadanos griegos (incluidos sus dirigentes) ante situaciones delicadas como la que están atravesando en estos momentos, pero no podemos olvidar que, precisamente, eso que dicen que inventaron ellos, la democracia, nos hace a todos partícipes de los errores y de los aciertos de esos dirigentes a los que otorgamos nuestra confianza a través del voto en las urnas y a los que debería poder exigírseles responsabilidades penales por sus actuaciones, cuando éstas ocasionen graves perjuicios a los administrados, al igual que se exige a los empresarios por la mala gestión de sus empresas.
A veces es necesario recordar actitudes mantenidas por quienes debemos enjuiciar, para no equivocarnos en los diagnósticos que hayan de condicionar nuestras actitudes y opiniones con respecto a ellos.
Los fondos estructurales de la entonces CEE, explicado en términos sencillos, estaban formados por dinero que se recaudaba en los países ricos y con los que se ayudaba a los más pobres para que pudiesen alcanzar el nivel de aquellos. Durante muchos años, en los que España aún no tenía posibilidades de incorporarse a la CEE, uno de los países preferentes en el destino de esos fondos era Grecia, que se vio beneficiada por ser uno de los más pobres de la Europa de entonces. Cuando nuestro país, estuvo en condiciones de incorporarse a la CEE como Estado miembro, con todos los derechos, el principal opositor a nuestro ingreso, fue Grecia. Y no mantenía esa postura por una cuestión política, ni porque la reina de España fuese griega. Grecia se oponía al ingreso de España en la CEE porque eso iba a significar tener que compartir esos fondos estructurales con nosotros e iban a “tocar a menos”.
Desde hace unos seis meses, en que el pueblo de Grecia entregó democráticamente el gobierno del país al partido Syriza, la problemática que les afecta es tema obligado de la prensa diaria y de todos los programas de televisión. Todos conocemos ya las mareantes cifras de la deuda helénica, que pese a los generosos recortes o quitas de que ha sido objeto aún es del orden de los 317.000 millones de euros, que constituyen nada menos que el 177 % de su PIB de los cuales 26.000 millones proceden de préstamos hechos por España (42.000 millones, si se incluye el importe de los avales, según algunos analistas económicos), que nuestros gobiernos detrajeron de sus presupuestos generales (bolsillos de los españoles) para acudir en ayuda, pese a todo, de los ciudadanos del país que pretendió impedirnos formar parte de la Unión Europea. ¡Qué cosas tiene la vida! Cuantas cosas hubiéramos podido hacer aquí, en favor de los ciudadanos españoles con ese dinero que España cobrará ad kalendas graecas.
Al actual gobierno heleno, aparte de las quitas aplicadas generosamente a sus deudas, no le basta que el pago de su deuda pública se haya aplazado hasta 16 años, mientras el resto de los países deben pagarla a 6 años y la devolución de sus préstamos esté aplazada casi “ad kalendas graecas”; pretende que con el dinero del resto de ciudadanos europeos, que llevamos años soportando las privaciones provocadas por las drásticas medidas necesarias para superar la crisis, se eviten esas privaciones a sus ciudadanos, mientras los capitales huyen de su país y las navieras griegas cambian sus sedes a Chipre para salvarse de la quema.
Son, simplificadas, las ideas de la nueva izquierda: “Que el rico pague para mantener una masa inoperante subsidiada, única depositaria de todos los derechos y ninguna obligación y encima, si podemos, liquidamos al rico, porque es malo”… y ya veremos –digo yo- quien paga después el gasto.
Un detalle que ignora la mayoría de la opinión pública y que traemos aquí, por desconocido, es que Grecia, entre otras cosas, es la causante principal de la debacle de la acuicultura española, que nacía con un gran impulso e ilusión y también con mucho esfuerzo económico allá por los años noventa del pasado siglo. La necesidad de convertir al pescador de cazador en ganadero llevó a la Unión Europea a fomentar, con la ayuda de los Fondos Europeas de la Pesca (FEP), las instalaciones de acuicultura en todos los países comunitarios con empresarios decididos a participar en esa actividad. Las ayudas otorgadas a Grecia para las instalaciones de acuicultura fueron generosísimas y se procedió a la constitución de numerosas cooperativas para la explotación de muchas granjas marinas griegas, que además contaron con créditos blandos de los bancos helenos que permitieron la aparición de una acuicultura con muy poca inversión empresarial y con una superproducción, principalmente de dorada y lubina que inundó los mercados europeos. Pero una mala gestión de las explotaciones, reventando los precios de mercado, llevó a los productores griegos a la quiebra, aplazando “ad kalendas graecas” la devolución de sus préstamos a los bancos, que tuvieron que embargar las instalaciones y hacer cash con la comercialización a bajo precio de las producciones de dorada y lubina existentes en las granjas de acuicultura, inundando con ellas el mercado europeo, principalmente el español, a precios de venta muy por debajo de los precios de coste de producción, que impidieron y colapsaron la venta de la producción de las granjas españolas, obligándolas a entrar en la dinámica de tener que vender a pérdida para disponer de circulante, esperando tiempos mejores, que no llegaron a tiempo para la mayoría de ellas, que tuvieron que ir cerrando con cuantiosas pérdidas. No oyó entonces la Comisión Europea las quejas de los acuicultores españoles, porque claro, había que ayudar a Grecia. Tampoco nuestras autoridades tuvieron entonces la valentía ni la voluntad necesarias para tomar las medidas de protección precisas de la acuicultura española y el sector se fue al garete.
Y un dato curioso: El Defensor del Pueblo comunitario en aquel entonces era griego y supo reconocer el daño causado a nuestra acuicultura ante su impotencia para resolverlo.
Ahora el poco responsable primer ministro griego, ha pretendido resolver sus problemas con un referendum, preguntando al pueblo si quiere asumir sus obligaciones o seguir viviendo del dinero del resto de los europeos y ya sabíamos cual había de ser la respuesta, ¡faltaría más! La democracia no puede significar preguntar cualquier cosa. Si fuera así, mis cuatro hijos serían analfabetos, porque si cuando eran pequeños, antes de salir para el colegio, les hubiera preguntado, muy democráticamente, por supuesto, que preferían hacer, si ir al cole o quedarse en casa a jugar, ya sé lo que responderían. Los padres tenemos la obligación de ser responsables, y los políticos mucho más.