Desde el día 7 hasta el 16 de enero de 2022 ha estado representándose en el teatro Lliure-Montjuich, Barcelona, la obra de teatro N.E.V.E.R.M.O.R.E, creada por el grupo Chévere bajo la dirección de Xron. En el programa de mano -sólo en formato digital- los autores explican así la intención del producto:
N.E.V.E.R.M.O.R.E. es la respuesta indescifrable que el cuervo del poema de Poe da una y otra vez a las preguntes de un hombre que ha perdido lo que más quería. N.E.V.E.R.M.O.R.E. podría ser un S.O.S. emitido a la desesperada en el código internacional de señales marítimas. O el acrónimo de una gran corporación que sabe que hay sitios con gente que se pueden sacrificar para que todo continúe funcionando como hasta ahora. Para nosotros, N.E.V.E.R.M.O.R.E. es una forma de recurrir a la memoria colectiva de uno de esos pueblos que se podrían borrar del mapa sin que ocurriera nada. Un pueblo que, aun así, en diciembre de 2002 hizo suyo el grito del cuervo y no se va dejar convencer por las mentiras de quienes aseguraban que todo volvería a ser como antes. Contar esta historia es, además, un conjuro para deshacer el hechizo que sigue rodeando la catástrofe del Prestige, convertida en una metáfora extrañamente perfecta de esta cultura del petróleo que nos impide ver qué hay más allá de la catástrofe, como si no pudiéramos habitar otro sitio que no fuera éste. Como si no fuera posible encontrar un rinoceronte gris dentro de una caja negra.
Es decir, N.E.V.E.R.M.O.R.E cuenta sobre el escenario de un teatro la historia del naufragio del PRESTIGE, aquel accidente de noviembre de 2002, frente a las costas de Galicia, que la incuria y la incompetencia de las autoridades políticas (Fernández Mesa, López-Sors, Álvarez Cascos…) convirtieron en un desastre medioambiental.

El grupo Chévere presenta la tragedia causada por el petrolero PRESTIGE en dos partes bien diferenciadas. En la primera oímos una serie de testimonios que vivieron el curso del siniestro, desde la tarde del 13 de noviembre, cuando el buque emite el mayday por una vía de agua en estribor mientras navegaba con mal tiempo por el dispositivo de separación de tráfico frente a Finisterre, hasta la mañana del día 19, cuando el buque se partió y se fue al fondo tras deambular seis días frente a las costas gallegas con la avería cada vez mayor y vertiendo a chorro el fuel de la carga. Voces del pueblo indignadas por las mentiras que las autoridades locales y los ministros del Gobierno -labor en la que se mostró particularmente lenguaraz el delegado del Gobierno en Galicia, Arsenio Fernández Mesa- vomitaban desde los medios de comunicación. Como dijo una de esas voces, la de un viejo marino al que contactaron desde una emisora de radio: “Esos tipos no tienen ni idea, en vez de refugiar al petrolero herido lo mandan al quinto pino”.
La segunda parte desvela diversas conversaciones por radio cruzadas entre el PRESTIGE, el centro de coordinación de salvamento de Finisterre, el remolcador RIA DE VIGO, la Dirección General de Marina Mercante y la Capitanía Marítima de La Coruña; y comparecencias ante la prensa y declaraciones de políticos incapaces de ocultar su ineptitud. Un festival. A la distancia de 20 años, el espectáculo de incapacidad, mentiras, engaños y corruptelas se nos muestra con claridad cristalina.

Hay en esa segunda parte dos detalles que quIero destacar. El primero, la firme loa que se hace del capitán del PRESTIGE, Apostolos Mangouras, el único personaje que supo en todo momento lo que había que hacer; y a quien premiaron con una infame detención al pisar suelo español en la típica maniobra de los cobardes y canallas para ocultar sus responsabilidades tras un chivo expiatorio. Y el acento que pone la obra en la corruptela del remolcador RIA DE VIGO, contratado en exclusiva por el Gobierno pero que se acercó al PRESTIGE como un remolcador privado que sólo accedió a actuar cuando la naviera y la empresa holandesa Smit Salvage firmaron el contrato de salvamento LOF 2000 (Lloyds Open Form), con clausula scopic, de cual el RIA DE VIGO era parte fundamental.
Esa terrible corrupción, que pasó de largo en el fatigoso juicio de la Coruña (octubre 2012-noviembre de 2013) estuvo en la base de la acusación a Mangouras por desobediencia: imputaron al capitán de PRESTIGE una falsa desobediencia por no coger remolcador, cuando en realidad fue el remolcador el que no se puso manos a la obra hasta que avisaron al patrón, Antonio Lampón, de que ya tenían firmado un contrato multimillonario.

Puesta en escena
No soy crítico de teatro -aunque leía con devoción cuando era joven las doctas opiniones de Joan de Segarra y de Joan Anton Benach-, y por consiguiente no me atrevo a emitir una crítica sobre cómo han puesto en el escenario los del grupo Chévere la historia del siniestro y la reacción de los ciudadanos de Galicia. Puedo decir que el montaje escénico me pareció sencillo, con toneladas de imaginación y muy eficaz. Puedo añadir que el recurso al “almirante con galones de brush” me pareció un gran acierto; y que la ‘caja negra’ de la que salían las verdades del barquero fue un recurso con gran impacto teatral. Y que el conjunto de la obra constituye un empeño digno, serio y sin concesiones demagógicas (con alguna leve excepción) para que los espectadores conozcan y comprendan cómo un accidente marítimo llega a convertirse en una gran catástrofe por obra y gracia de unas autoridades colocadas por su servilismo al líder y no por su mérito y capacidad.
Y por último, lo más importante: los seis actores, tres hombres y tres mujeres que sobre el escenario interpretan de forma convincente y magnífica las voces y los personajes de la obra. Salimos de la sala Fabía Puigserver (llevé conmigo a mi hija menor), encantado de haberles conocido y la mar de contento por haber acudido al teatro a disfrutar de N.E.V.E.R.M.O.R.E.