Varias preguntas en el aire de difícil respuesta: ¿Cómo es posible que el hasta hace pocos meses presidente de la compañía, Manuel Fernández de Sousa, ocultara información a los accionistas y llevara una doble contabilidad de una empresa fundada por su padre y a la que ha dejado en la más absoluta de las ruinas?
Y quizá una cuestión más importante: ¿Cómo es que las autoridades españolas no han descubierto todo el pastel hasta ahora? La consultora Deloitte, administradora concursal de la empresa gallega por encargo de los juzgados de Pontevedra, plantea trocear la compañía para hacer frente a los más de 3.000 millones de euros en préstamos que, según diversas fuentes, tendría contraído Pescanova con más de un centenar de entidades financieras.
Se debería aprovechar este sangrante caso para realizar una limpieza sin precedentes en la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) que no supo ver como desde hace años la compañía estaba ocultando sus resultados y acumulando pérdidas millonarias, cuando en realidad maquillaba los balances a través de sus muchas filiales.
En el ejercicio 2011, cuando presentó sus últimas cuentas consolidadas (auditadas por los ¿expertos? de la firma internacional BDO), Pescanova había ganado 50 millones de euros, un 38% más que en el año anterior: una mentira más… Y el resultado es que varias entidades españolas están a expensas de que los administradores concursales les devuelvan lo que deben, al tiempo que paguen las nóminas a los cerca de 10.000 trabajadores de la firma gallega.
¿Quién es el culpable de dicha situación? Sin duda el expresidente de la compañía, pero sin olvidar la connivencia con alguna administración española y extranjera que reían las gracias del Sr. Fernández de Sousa en época de vacas gordas. Pregunten sino en Mira (Portugal), donde la flamante piscifactoría de la firma ocultó el fallecimiento de miles de peces, con las consiguientes pérdidas por valor de 70 millones de euros. En su momento, hasta el primer ministro luso se fotografiaba con el ínclito Fernández de Sousa
Por lo poco que se sabe hasta ahora Deloitte sí ha sabido negociar una nueva inyección de 50 a 60 millones de euros de urgencia, para hacer frente a los pagos de Pescanova. Además han declarado en quiebra a las filiales de Chile y Argentina, sobre las que sobrevuelan empresas de medio mundo, interesadas en los valiosos activos de la firma.
Sin embargo, suena poco justificable deshacerse de activos para los que se han invertido muchos millones y pagar así la deuda maquillada con las entidades financieras. Con unas acciones que valen menos que las de Caja Madrid en sus peores épocas, los accionistas minoritarios poco tienen que hacer… mientras que los mayoritarios ya dan por hecho que han perdido muchos millones de euros por dejar la gestión de Pescanova en manos poco apropiadas.
De estos accionistas hay un grupo que podría aprovechar sus sinergias. Se trata los alemanes del Grupo Oetker. Accionistas de la cervecera Damm, que lo es a su vez de Pescanova, podrían reclamar a Demetrio Carceller una participación en un eventual troceo de la firma gallega, algo que el presidente de Damm no haría con disgusto, pues habría perdido 25 millones de euros (21 millones netos) en Pescanova, necesarios para emprender otras operaciones a corto-medio plazo.
Oetker es uno de los principales grupos de alimentación del mundo, amén de ser propietario de la principal naviera privada de Alemania (Hamburg Süd). Su entrada en Pescanova daría alas a la industria de los alimentos precongelados, fundamentalmente las pizzas. La amistad entre Demetrio Carceller y Rudolf-August Oetker (se sientan juntos en el consejo de administración de Ebro Foods, por ejemplo; además del de Damm) y la tenencia de cerca del 7% del capital de la cervecera en la compañía gallega son una buena posición para forzar a los actuales gestores de Pescanova a vender una parte a los alemanes. Más teniendo en cuenta la posición del propio Carceller en varios consejos de administración de empresas muy relacionadas con la banca acreedora de Pescanova, como es el caso de la constructora Sacyr. Intereses, como casi siempre pasa en estos casos.
Pero a lo que íbamos, los números de Pescanova están siendo escudriñados actualmente por la consultora KPMG por encomienda del núcleo duro de las entidades financieras acreedoras (Caixabank, Banco Sabadell, Banco Popular, Bankia, Novagalicia, Royal Bank of Scotland y Deutsche Bank), que ya no se fían de nada ni de nadie. Sobre todo las entidades internacionales.
El resultado final se sabrá en unos meses. Yo apuesto porque Pescanova se dividirá. Las filiales desaparecerán del mapa, pasando a manos de proveedores locales (en el caso de Chile parece claro) y la estructura en España depende de los resultados de los almuerzos entre Carceller y Oetker. Pero dedicándose al mismo mercado, apuesten por los alemanes… Sólo el tiempo lo dirá.