Anton Rijsdijk se quedaba boquiabierto cada día cuando pasaba por un cementerio de barcos junto al puerto de Aden. Su mirada descubría detalles nuevos, perspectivas en las que no había reparado, composiciones nunca vistas cada vez que contemplaba aquellos barcos varados, heridos, algunos en fase de acelerada descomposición. Desde entonces, 1984, este fotógrafo holandés se ha dedicado a captar con su cámara todos los naufragios visibles que se le pusieran a tiro.
Ahora ha publicado un hermoso libro con un sugerente título, “On the rocks”, con imágenes y todos los datos necesarios para reconocer 66 buques perdidos cuyos pecios velan sobre la superficie del mar. Naufragios situados en lugares remotos e ignorados: un arrecife en medio del océano, una isla recóndita alejada de todas ls rutas marítimas, una playa perfectamente incomunicada, un bajo asesino a cientos de millas de tierra. “Me fascina viajar por el mundo en busca de esos tesoros. Podemos encontrar naufragios y pecios que velan en cualquier parte del mundo, pero yo me he dedicado a fotografiar esos barcos naufragados en los lugares más inauditos del planeta. Con frecuencia el viaje ha resultado más apasionante que el propio hallazgo”, ha explicado Rijsdijk.
Encontrado ese naufragio excepcional y desconocido, Anton Rijsdijk se dedicaba días a dias a merodear todos los ángulos, todas las luces y todo el sentido de la belleza escondida en los hierros oxidados de un pequeño carguero de cabotaje o un viejo remolcador en el que perdieron la vida sus tripulantes.
El resultado, “On the rocks”, es un libro de fotografías impactantes, de las que dejan un recuerdo iconográfico imborrable.