“No hay descanso en la verdad”. Con esa frase iniciaba el gran escritor Albert Camus su artículo en Combat el 29 de marzo de 1945. En Combat y en Albert Camus me refugié cuando salí el pasado 20 de junio de la vista oral de la querella interpuesta por los señores Burgos, propietarios del gasero GLOBALGAS (después “VIVIAN” abanderado en Islas Marshall y hoy “IVI”, con pabellón de Liberia) contra NAUCHERglobal y Juan Zamora.
Pienso ahora que, igual que no hay descanso en la verdad, es obvio que tampoco hay descanso en los juzgados. Su señoría tuvo que recibirnos “a deshora”, alargando su jornada como hacen los marinos que van y vienen con nuestros bienes a bordo. Fatigada, como ellos, pero sentada en su estrado, no mostró mayor interés en conocer la veracidad de los hechos expuestos en el artículo objeto de la querella, que los señores Burgos (Rodolfo y Rodolfo José) consideran injuriosos y difamatorios.
En Madrid, como en A Coruña, Córdoba o Avilés, seguimos dando la espalda al mar y a su gente ¿Qué importa lo que pase allí si desde aquí no lo vemos? Pues en esa pregunta, en esa afirmación, en realidad, está la clave de todo ese proceso.
Los marinos están solos, aislados, lejos… sin embargo la pandemia global y el encierro consecuente recuperó en algunos el placer de la lectura y así, unió a estos trabajadores esenciales que son los marinos con otros que también lo son: los periodistas que escriben con rigor, que buscan la verdad y difunden la información. Pues bien, en el sector marítimo en nuestro país, por su especialidad, complejidad y desconocimiento hay pocos de esos. Creo que cualquier persona del sector marítimo y portuario podría coincidir conmigo en que NAUCHERglobal es un medio fiable y de referencia.
Volviendo al litigio, se trataba, entre otras cosas, de acreditar si el artículo “Rodolfo Burgos, Globalgas y las empresas irresponsables”, escrito por Juan Zamora y publicado en NAUCHERglobal sobre el abandono de los tripulantes del buque de bandera española CELANOVA, durante nueve meses fondeados en la bahía de Manila (desde diciembre de 2019 hasta agosto de 2020), informaba sobre hechos ciertos y veraces o si, por el contrario, era toda una invención del periodista con ánimo de ofender el honor de los armadores del buque.
No hubo lugar a explicar que 13 marinos cubanos fueron contratados irregularmente para trabajar en un buque de pabellón español, que, junto con dos oficiales españoles, arriesgaron su vida durante semanas con una carga de butadieno a bordo, que, sin timón ni combustible suficiente y en blackout capearon la llegada de un tifón.
Tampoco hubo lugar a comentar las innumerables veces que los marinos se quedaron sin comida, las noches que, a falta de aire acondicionado, tuvieron que dormir en cubierta, la higiene precaria con cubos de agua salada… rodeados de toda la basura que en nueve meses no se pudo descargar.
Por supuesto, no hubo lugar a contar los dramas familiares de los que esperaban en casa la llegada de algún euro de todos los que les correspondía cobrar a los tripulantes desde hacía meses; explicar a la jueza que gracias a la intervención y esfuerzo de la ITF, a la presión internacional (de la OMI y la OIT), y a la labor informativa de los medios de comunicación se consiguió que el proveedor de la garantía financiera obligatoria prevista en el Convenio sobre el Trabajo Marítimo (el American P&I Club) pagase los 4 meses de salario que contempla la póliza para casos de abandono del buque y la tripulación, pese a que aquélla – la póliza contratada por Globalgas- estaba caducada desde el 20 de febrero de 2020; ni pudimos decir en voz alta que nosotros -ustedes y yo- pagaremos a través del FOGASA parte de los salarios adeudados a los oficiales españoles, ya que los cubanos jamás los podrán recuperar. Los armadores, responsables del atropello se sintieron ofendidos cuando la prensa les recordó estos hechos.

No hubo lugar a explicar por qué los marinos no pudieron embargar el buque en Manila para asegurar sus créditos -privilegiados frente al banco hipotecario, entre otros- y por lo tanto el CELANOVA fue vendido, cambió de nombre y de bandera en un par de ocasiones y porqué siendo ya el VIVIAN a los pocos meses, los filipinos embarcados tuvieron que contactar, con la ITF, de nuevo, por salarios impagados.
En definitiva, no hubo lugar a explicar por qué no sólo NAUCHERglobal, sino muchos medios nacionales e internacionales (TVE, Tele5, Manila Times, La Voz de Galicia, El Confidencial, Tradewinds, RNE, etc.) se hicieron eco del abandono de los marinos en un buque de pabellón español: quizás porque el abandono de un buque y todas sus consecuencias están sancionados en la legislación internacional ratificada por España. Porque las conductas de la empresa responsable, Globalgas, propiedad de los señores Burgos, podrían tener encaje en el Código Penal español (artículos 311 y siguientes). Porque ese drama humano lo padecían marinos cercanos y no rusos o taiwaneses desconocidos. O porque sorprendentemente el abandono estaba vinculado a una empresa española y un barco de pabellón español y no de Vanuatu o Islas Marshall
Ya que en el juzgado no hubo lugar a los hechos, dejémosles a ustedes las conclusiones.
Quiero agradecer aquí la labor de los periodistas que escriben sin miedo, de los profesionales que se interesan, estudian y, con rigor, informan sobre los dramas de los trabajadores de un sector desconocido que no interesa a casi nadie. Todos ellos, al dar voz a los marinos del CELANOVA y permitir a la sociedad conocer su dramática situación, ayudaron enormemente a que pudieran volver a casa. Particularmente a NAUCHERglobal, que fue el primero que publicó la noticia.