Aunque no he podido entender la relación del título con el texto ni alguna afirmación carente de sentido (“Le sobra épica al autor…”), la tesis del señor Carrera, por decirlo de alguna manera, desvelada al final del artículo, se basa en una afirmación que durante el juicio celebrado en La Coruña quedó completamente desacreditada: el supuesto mal estado del buque previo a la ola rompiente que le abrió una vía de agua en el costado de estribor, el día 13 de noviembre de 2002, cuando navegaba con rumbo Sur por el dispositivo de separación de tráfico de Finisterre.
La falacia del mal estado del buque es defendida con uñas y dientes por el Gobierno y sus voceros, que se sacudirían así su responsabilidad por la pésima gestión del siniestro. El buque, pretenden, estaría ya condenado sin que la decisión de lanzarlo hacia el temporal, primero al Noroeste y luego con rumbo Sur, tuviera culpa alguna en el catastrófico naufragio.
Para probar el aserto, el ejecutivo español ha gastado una fortuna en informes de diverso pelaje, viajes y comisiones de servicio hacia Ventspil y San Petersburgo con la esperanza de encontrar algún indicio que pudiera sostener tal tesis. Y gastó una galáctica cantidad de millones de euros y casi toda su reputación en un proceso suicida entablado en los Estados Unidos contra la sociedad clasificadora del navío, American Bureau of Shipping, comisionada por el estado de bandera, Bahamas, para emitir en su nombre los certificados estatutarios del PRESTIGE (ver noticia).
Todo en vano. Durante el juicio de La Coruña, los abogados del Estado español no lograron abrir resquicio alguno que pudiera demostrar su tesis. Por el contrario, los certificados de seguridad en regla, el tipo y secuencia de daño que causó la vía de agua, y la resistencia del PRESTIGE durante los seis días que deambuló frente a las costas de Galicia probaron de forma contundente que el petrolero estaba en buenas condiciones de mantenimiento y que de haber entrado en aguas tranquilas para trasvasar su carga se hubiera evitado el 95% del daño de contaminación y el propio naufragio.
Es más, el gran esfuerzo probatorio de la defensa del capitán Mangouras para hallar la causa de la primera avería del PRESTIGE, en contraste con la indiferencia perezosa de los abogados del Estado, demostró que una o varias olas rompientes (rogue waves) fueron muy probablemente la causa de la vía de agua que sufrió el petrolero sobre las 15:15, hora oficial española, del día 13 de noviembre de 2002.
A estas alturas, a un año del inicio del juicio y a cuatro meses de su conclusión, insistir sobre la falsedad del mal estado del buque como causante del siniestro constituye una mentira sólo achacable a la mala fe y a intereses espurios. Desde luego, un mayúsculo error impropio de alguien que se dedica a la “comunicación empresarial”.
El resto del artículo del señor Carrera, en particular sus argumentos ad hominem, son perfectamente olvidables por falaces e insensatos.