El pasado viernes, día 12 de abril, Manuel Roca abandonó su natural timidez, una parte inseparable de su discreción, y se puso ante el auditorio heterogéneo -ahora dicen transversal- que forman los integrantes del fantástico grupo de amantes de la mar y de los barcos que ha sabido construir Adolf Romagosa. Fue la suya, una conferencia atravesada de emoción, pues Manuel Roca habló de la historia de las “Golondrinas”, es decir de la historia de su familia.
Lo que hoy conocemos como las “Golondrinas” nacieron en 1884, cuando un cubano, heredero de una mujer apasionada, encargó tres “barcos ómnibus” a un astillero local por 12.100 pesetas. Aquellos barquitos que al decir de los barceloneses de la época portaven caixes de foc, es decir unas precarias máquinas de vapor encargadas a la Maquinista Terrestre y Marítima, que exhalaban un humo negro cargado de hollín.
El negocio funcionó con altibajos, que eran tiempos volubles, hasta que el 27 de noviembre de 1922, uno de los “ómnibus” colisionó con un barco de la Arrendataria de Tabacos que la empresa utilizaba para prevenir el contrabando. Murieron 10 pasajeros y hubo 8 heridos graves. Dijeron en la época que el barco de la Arrendataria estaba gobernado ese día por una alegre panda de participantes en una boda, encaprichados con dar un paseo por el puerto.
El accidente desanimó al cubano que se vendió el negocio a un comerciante acaudalado y a su socio. Y ahí, en ese punto, entra la familia Roca. El abuelo del actual Manuel Roca (Manuel Roca III, podríamos decir; el abuelo sería Manuel Roca I), buzo acreditado, fue el encargado de reflotar el pecio del “barco ómnibus”, y su buen hacer llamó la atención del comerciante que le ofreció la dirección del negocio y con el tiempo una parte de la empresa. Ya entonces, los “ómnibus” eran conocidos como “las golondrinas”. Y desde 1923, los Roca han dirigido la empresa. A Manuel Roca I, que se fue a Hamburgo a comprar dos barcos para renovar el servicio, le sucedió su hijo, también buzo, Manuel Roca II, y a éste su hijo Manuel Roca III, emocionado al relatar la historia de la empresa y contestar las preguntas de los asistentes al desayuno itinerante del pasado día 12.
En 1940, nuevo régimen en marcha, la sociedad concesionaria del servicio de golondrinas del puerto de Barcelona (“Las golondrinas son aves de ida y vuelta”), se puso en orden y constituyeron la empresa Sirenas, SA, un nombre con la suficiente carga poética para hacerse con la gestión del negocio.
Hoy la empresa cuenta con 38 trabajadores y muestra el puerto de Barcelona y alrededores (esos approaches de las cartas náuticas en inglés) a los turistas que visitan Barcelona más que a los nativos, siguiendo con ello la estela de una ciudad cuyos comercios ya no son lo que eran.
Manuel Roca III, una institución en los ambientes marítimos de Barcelona, ya se ha retirado del negocio y le ha pasado el testigo a su hijo, Manuel Roca IV, de 34 años, dispuesto a continuar la saga y a ampliar las actividades de la empresa, conservando, claro está, ese icono de la ciudad que son las golondrinas del puerto.