Luis Jar Torre, el egregio relator de naufragios, ha publicado la historia del siniestro del buque EL FARO, hundido cerca del vórtice del ciclón “Joaquín” el día 1 de octubre de 2015, cargado de contenedores, coches y mercancía diversa. Otro artículo impagable a sumar a la ya larga lista de excelentes relatos sobre accidentes marítimos en los que Luis Jar combina con sabiduría y talento la investigación técnica con los antecedentes del buque y los matices de la personalidad de los tripulantes, particularmente del capitán y de los oficiales de puente y máquinas que tuvieron una mayor participación en las causas del siniestro y cuyos comportamientos durante la emergencia hallan su explicación en los rasgos de carácter descritos.
En cada artículo, Luis Jar da un paso más hacia un género literario del que probablemente es el inventor. Un género literario a caballo entre la novela histórica y la novela negra. Pura literatura aunque el autor la revista de un rigor técnico para iniciados. Jar escribe con la sabiduría de los clásicos: todo lo que aparece en el texto tiene una función relevante en el relato, no hay en ellos un solo gramo de grasa. Con los años, Luis Jar ha ido llevando sus textos hacia la literatura más sólida y amena. De ahí, creo yo, el entusiasmo de sus numerosos seguidores, cada día más admirados del hacer literario de Luis Jar Torre.
En UN FARO EN APUROS (El hundimiento de “El Faro” en el huracán “Joaquín”), adjunto en formato pdf, Luis Jar cuenta el naufragio del buque de bandera y dotación norteamericana EL FARO cuando navegaba de Jacksonville a San Juan de Puerto de Rico y cayó en las fauces de un ciclón que, explica Jar, no es un temporal, ni tiene nada que ver con experiencias previas en latitudes extratropicales por chungas que sean: la única forma de enfrentarse a un huracán es darle esquinazo, y un marino sensato no debería pasar a menos de 200 millas si puede evitarlo, ni acercarse a menos de 75 bajo (casi) ninguna circunstancia. Además, el “Joaquín” resultó un bicho atípico, cuya trayectoria en lugar de cumplir con su obligación estadística se dirigió hacia el Ecuador. Murieron sus 33 ocupantes: el capitán, los 26 miembros de la tripulación y un equipo formado por cinco polacos y un supervisor norteamericano con la misión de adelantar algunos trabajos previstos para la siguiente entrada del buque en dique.
El autor recorre las vicisitudes del barco, su nacimiento en 1975, los nombres que mostró en la amura, sus diferentes propietarios y las sucesivas transformaciones que sufrió, Ley Jones mediante, para adaptarse a los tráficos decididos por la naviera. Pasa luego a describir a los tripulantes, con especial detenimiento en la figura del capitán, Michael C. Davidson, a quien la investigación del US Coast Guard responsabilizó del siniestro, un marino de camarote, alérgico a la cubierta y con escasa empatía con sus oficiales. Éstos no fueron capaces de convencerle de que intentar cruzar la trayectoria del “Joaquín” era una idea peligrosa.
Finalmente, el huracán arrolló al buque y sobre las 07.32 horas del 1 de octubre de 2015 lo arrastró al fondo del mar, una caida de más de cuatro mil metros.
El naufragio de EL FARO contó con un eco mediático comparable al que tuvo en España el siniestro del PRESTIGE. Demasiados muertos. Sólo se avistó un cadáver (con traje de supervivencia), que no pudo rescatarse. También apareció un bote destrozado, una balsa medio desinflada y dos trajes sin ocupante, y hay indicios de que cualquier cosa que hubiera estado en el agua habría sido machacada por centenares de contenedores flotantes.
Contada por Luis Jar, la tragedia se convierte en algo inteligible, un suceso con nombre y apellidos cuyas causas siguen una cadena lógica que nadie acertó a detener. Tragedias sin culpables, pues la humanidad del autor siempre alcanza para resaltar ese detalle que salva, o al menos embellece, la negligencia y los errores en que hubieran podido incurrir los marinos.