Luis Jar ha construido un sólido prestigio como relator de naufragios, basado en una prosa que fluye y envuelve al lector, atrapado sin darse cuenta en la narración de un accidente marítimo que poco o nada le importaba antes de leer a Luis Jar. Porque el autor no sólo maneja una cantidad ingente de fuentes fiables, de primera mano la mayoría, que otorgan al relato una profundidad informativa insospechada, sino que posee el don de alternar el rigor de los hechos con sutiles comentarios de marino sagaz y apasionado que comparte con el lector el esfuerzo de comprender el cómo y el por qué de los errores, la soberbia y la obstinación de los hombres de la mar.
La colección de relatos de Luis Jar constituye, para cuantos nos interesamos por los barcos y los achares de la navegación, una luz poderosa que ilumina las profesiones náuticas, de cubierta y de máquinas, civiles y militares, comerciales y de recreo, con muchos años de historia y al filo de la actualidad, como éste dedicado al asombroso naufragio del lujoso y moderno COSTA CONCORDIA.
Como la perfección no es un atributo humano, algún relato de Luis Jar, o alguna afirmación de algún relato, nos puede parecer discutible, incluso errónea, pero resulta muy difícil no rendirse ante la erudición y la sensibilidad con que el autor trata el comportamiento de los marinos. Esa combinación admirable de literatura e investigación rigurosa, característica del relator de naufragios Luis Jar, acaba por desarmar cualquier polémica.
“Un crucero a toda costa (la embarrancada del crucero COSTA CONCORDIA”, nos muestra de forma magistral “cómo la sucesión de errores de juicio de un capitán origina la destrucción de la micro-ciudad que le había sido confiada, la muerte de 32 de sus 4.229 habitantes y, en cierto modo, su propia destrucción. Los profesionales se extrañarán de la increíble naturaleza de estos errores, y los profanos de que una sola persona pueda estrellar un crucero ante la respetuosa impotencia de tres oficiales de guardia, pero ya vimos que las autocracias tienen sus propios inconvenientes”.
Tras describir el buque, aportando a lo ya publicado la información fundamental sobre el francobordo real de la nave, cuya superestructura no es más que un “queso de Gruyère acristalado, sin apenas reserva de flotabilidad”, Luis Jar nos da unas pinceladas sobre la personalidad del capitán Francesco Schettino, napolitano, un profesional con una “preparazione di base favolosa”, pero con aparentes problemas de carácter que “le hacían mentir antes que reconocer sus errores”.
Para satisfacer el capricho del maître del COSTA CONCORDIA, tomó Schettino la decisión de pasar a tiro de piedra de la isla del Giglio, una temeridad que habían practicado otras veces y que no resulta extraña a las costumbres de los navegantes, pues “por estúpido que parezca, conviene recordar que (al menos en mi época) nuestra Armada tenía sus propios Giglios, y que en 1932 perdimos otro ‘crucero’ (éste con cañones) en un bajo no cartografiado situado justamente a 0,12 millas de los escollos de Cabo Finisterre”. La embarrancada, explica Luis Jar, fue el fruto amargo de una cadena de pequeños errores, descuidos y detalles que nada significaban aislados, pero que combinados por la perversidad del azar llevaron el buque a la perdición.
La sorprendente trayectoria del crucero tras impactar por babor en el escollo de Le Scole, hasta quedar definitivamente varado sobre el costado de estribor a 50 metros de la isla, un extremo crucial del siniestro explicado hasta ahora por la acción voluntaria de una hélice transversal de proa, fue en realidad, según cuenta Luis Jar de forma convincente, el resultado de una carambola imprevista.
Dos notas antes de que lean ustedes el espléndido relato de Luis Jar, que publicamos en anexo junto con dos documentos originales del proceso abierto al capitán Schettino. Primera: la moldava Domnica Cemortan tenía billete de pasaje, nada que ver la realidad con las conjeturas morbosa que publicó la prensa amarilla. Segunda, una nota agria y crítica sobre la actual ingeniería naval: “Es humillante que, tres meses antes del centenario del TITANIC, un accidente casi idéntico produzca idéntica ‘fractura’… en los esquemas de los diseñadores; eso por no mencionar que el ‘Concordia’ permaneció a flote diez minutos menos (02h30m) que el “Titanic” (02h40m)”.