En “El petrolero y los argonautas – La embarrancada del ARGO MERCHANT”, su último y reciente trabajo, publicado como todos en la Revista General de Marina, Luis Jar Torre, el famoso relator de accidentes marítimos, aprieta un poco más las clavijas a su insondable ironía. Todos los relatos de Luis Jar incluyen una mirada distante y afable al tratar de explicar los motivos y las razones escondidas tras las causas que, según los informes y resoluciones judiciales, provocaron el siniestro. Ese buceo inteligente, que traspasa la literatura convencional que se acumula tras el suceso, esa ambición por comprender la verdad de lo que pasó más allá de los hechos recogidos oficialmente, convierte los textos de Luis Jar en una lectura apasionante. Una auténtica lección de ciencia náutica, de vida y de experiencia.
En su estudio sobre la varada del petrolero ARGO MERCHANT (adjunto, en formato pdf), Luis Jar afina su ironía cuando se refiere a las prácticas inseguras de navegación que imperaban en el puente del petrolero, no para mofarse del capitán o ensañarse con unos oficiales descuidados, sino para dejar patente su respeto, admiración incluso, por los marinos que se ven obligados a fatigar buques viejos y destartalados, gestionados por navieros que se mueven en el filo de la navaja. ¡Qué fácil resulta achacar el siniestro a un error humano y al calor de esa futilidad acusar a los marinos!
La ya copiosa producción de Luis Jar constituye un alegato documentado y contundente contra esa falacia infructuosa, el manido error humano, ahora reconvertido por los palabreros en el factor humano. Hablar del factor humano en un accidente es como hablar de un fallo en el motor cuando nuestro coche se para en medio de la carretera. Refugiarnos tras ese cartel no explica nada y nada nos enseña. Literalmente, una obviedad; o una estupidez.
La investigación de un accidente marítimo, realizada con rigor y sin cortapisas, nos descubre las prácticas, costumbres, máquinas e instalaciones inseguras que permiten y acaban generando el accidente. Luis Jar intenta siempre dar un paso más y busca las respuestas al por qué de esas prácticas, costumbres y defectos. Y cubre el dolor y el horror de las respuestas con una capa de ironía que los lectores agradecemos. Puño de acero en guante de terciopelo, proclama la mejor sabiduría.
En la investigación sobre el naufragio del ARGO MERCHANT, diciembre de 1976, Luis Jar posa su mirada analítica sobre los libros y artículos que trataron el accidente, una colección considerable, y de ellos nos devuelve una pincelada, síntesis de las opiniones del autor. Deslizándose entre una y otra, Jar construye el relato de forma que desde el inicio el lector ya sabe que el petrolero ARGOS MERCHANT era un buque viejo y cochambroso, mantenido a flote por el ansia de explotarlo hasta el último suspiro, hasta una muerte trágica y dolorosa para el medio ambiente marino.
Por supuesto, como es habitual en el autor, el aparato bibliográfico manejado es extenso, y sobresaliente el trabajo técnico de reconstrucción de las horas previas a la embarrancada, una obra de orfebrería que engarza los datos contenidos en la resolución judicial con los que aportan los informes técnicos más solventes.
Y permítanme que insista una vez más. Hay que publicar en un libro los relatos de Luis Jar Torre. En ellos se halla un arsenal de conocimientos náuticos, lecciones magistrales sobre las profesiones marítimas y la mejor información sobre accidentes marítimos. Joyas que la Revista General de Marina, un órgano cultural de la Armada, estoy seguro que compartiría gustosamente con todos los marinos.