Quizás recuerde el lector aquella película de Roberto Benigni, oscar a la mejor película de habla no inglesa del año 1998, La vita é bella, en la que el genial cómico italiano, internado con su hijo en un campo de concentración nazi le explicaba al menor los avatares y espantos del centro de exterminio como si fueran una excitante aventura. Los espectadores salían del cine emocionados y admirados por el brillante ejercicio de embellecimiento de la más cruel realidad, realizado por amor filial. Que el hijo no sufriera aquel dramático horror.
Varias veces me ha asaltado el recuerdo de La vida es bella leyendo la última obra de Paco González/Lozano de Fortuna La diosa del capitán. Como es bien sabido una de las virtudes principales de la literatura es su capacidad para iluminar las sombras, aclarar la oscuridad y enfrentar el sufrimiento y la muerte. Las palabras entibian por sí mismas el hielo doloroso de cada día. El relato nos permite mirar a los ojos la crueldad, la tortura y las incontables formas de envilecimiento inventadas por la Humanidad.
Francisco González es un letraherido incurable, cualquier historia, heroica o trivial, la percibe con los versos de un clásico, con el argumento de una novela feliz o con las palabras labradas de una obra leída hace años. Esa pulsión literaria, ya irremediable, le conduce a contemplar la realidad a través de las bellas palabras atesoradas en los libros, un arsenal que no tiene fin.
La historia de amor que convive en La diosa del capitán con el coro de voces que reflexionan con la novela y sobre la novela está salpicada de bellas citas literarias, de hecho la propia historia constituye en sí misma un relato de miel escrito con palabras de azúcar. La vida es bella.
Cuanto en la pluma de Rafael Algarra -el escritor que compartió presentación con Francisco González (ver artículo relacionado)- luce sórdido y mezquino (la vida es pelea, sufrimiento y decepción), se convierte en la literatura de Lozano de Fortuna en un festival de alegría y felicidad, un canto a la nobleza y los buenos sentimientos. Una historia feliz. Nada de Dostoyevski. Por fortuna, para Paco González la vida es bella.
La realidad constituye el 99 por ciento de la materia literaria. Una materia con multitud de componentes que el escritor escoge a su gusto, de acuerdo con su propósito y su visión. No siempre es el autor consciente de su elección. Los personajes que crea le arrastran casi siempre por derroteros impremeditados. Si escoges a un rufián saldrá una novela negra; si escoges a un marino enamorado, como Matías -la elección de Francisco González- resultará una novela de amor.
Para la presentación de La diosa del capitán, el pasado sábado día 18 de octubre, en el Salón Náutico de Barcelona, el autor organizó una lectura coral de párrafos seleccionados. Siete lectores asumieron a siete personajes de la obra e improvisaron una recreación. Cualquier otro texto habría sufrido un sonoro fracaso, pero la escritura de Francisco González, armoniosa y bien estructurada, resistió con éxito el maltrato a que la sometimos los voluntariosos lectores, dos personajes femeninos y seis vejestorios en activo, incluidos el autor de la obra y quien esto escribe. Al final, una presentación memorable.