Los colectivos, asociaciones, corporaciones e incluso sociedades aumentan su valor y su prestigio cuando dedican unos minutos a loar su historia y reconocer a los protagonistas, a los maestros, a quienes con su saber, su talento y su esfuerzo hicieron posible llegar hasta aquí. Con demasiada frecuencia se olvida este sencillo principio y observamos como importantes colectivos con una historia de éxito parecen colgados de la nada, sin historia que les avale ni ejemplos personales que les representen.
Cierto es que hay algo peor: la memoria sectaria que destruye el pasado que molesta o disgusta a los dirigentes (rateros de la historia) del presente. Quiero pensar que no son conscientes del daño enorme que infligen a las personas que forman parte de esa sociedad o asociación.

Con buen criterio y sensibilidad, los prácticos del puerto de Barcelona decidieron homenajear al capitán del magnífico buque de cruceros MSC GRANDIOSA, Raffaele Pontecorvo, en agradecimiento por su gran profesionalidad y atención con los prácticos de Barcelona durante más de veinte años, según dejaron grabado en la placa de plata que le entregaron el pasado sábado 23 de abril, el día del libro y de la rosa en Barcelona. De paso, le entregaron también al capitán Pontecorvo una metopa de la Corporación de Prácticos al buque MSC GRANDIOSA en recuerdo a su primera temporada en Barcelona.
Ambos honores le fueron entregados al capitán Raffaele Pontecorvo tras una reunión con el presidente de la Corporación de Prácticos del Puerto de Barcelona, Rafael Cabal, y los prácticos Manuel Roca y Francisco Marina, acompañados de la secretaria general de la Corporación. El capitán los recibió en uno de los salones del buque escoltado por algunos oficiales y el agente en tierra de MSC Cruceros.

Este periodista (marino también) estuvo presente en el encuentro invitado por la Corporación de Prácticos y compartí con ellos el placer de una conversación distendida sobre anécdotas personales, experiencias de malos y buenos momentos, historias que la nostalgia ha transformado (casi) en leyenda, y comentarios sobre colegas y buques que forman parte de nuestra biografía. Muy poco faltó para que la conversación del capitán Pontecorvo y los prácticos no tuviera todas las características de una sobremesa en el buque de una gran compañía en la que todos navegaban o habían navegado.
¿Qué puertos son los que más le gustan, capitán?, le preguntó Paco Marina a Raffaele Pontecorvo. El capitán lo pensó unos instantes y mencionó un pequeño puerto noruego y Nápoles, su ciudad. “Pero hay muchos que me gustan -añadió- por eso será más fácil que le diga los que me gustan menos. Palermo y Génova”.
Rafael Cabal rememoró la primera vez que Pontecorvo vino a Barcelona. “Fue en el MELODÍA, y creo que venías de primer oficial”.
- No fue en el MELODIA, sino en el MONTERREY -le corrigió el agente de la naviera.
Tras una breve discusión, quedó aclarado que fue en el MONTERREY, momento que aprovechó el agente para contar la anécdota del enjambre de abejas que se instalaron años ha en un buque de la naviera, problema que solventó un apicultor llamado de urgencia que, sin apenas protección, armado de una paleta y una bolsa, logró sacar a todas las abejas del buque.
Y así llegó el momento del intercambio de placas, pues el capitán Pontecorvo correspondió al homenaje de los prácticos con sendas placas del buque GRANDIOSA. Y sin más, todos se dirigieron a uno de los comedores del buque donde el capitán había mandado preparar un exquisito risotto, que mis obligaciones del día del libro me impidieron compartir. A cambio, me cogió de pleno la sorprendente granizada que cayó en Barcelona.