Estos días hemos leído en la prensa el nombramiento de algunos de los nuevos presidentes de los puertos gallegos de interés general. Otros, al parecer, lo harán en próximas fechas. La renovación ha afectado a cuatro de las cinco Autoridades Portuarias.
Leyendo el curriculum de los nuevos responsables comprobamos cómo, una vez más, se impone el interés político sobre los méritos profesionales que el cargo requiere.
Parece mentira que un político con tanta sagacidad y prestigio como el actual presidente de la Xunta de Galicia, curtido en duras y cruentas batallas políticas, tanto en su feudo como fuera de él, se deje llevar por lo que en estos momentos está tan de moda en la clase dirigente española: la corriente del meritorio político. Eso debería quedar para aquellos que arrumbaron a la política blandiendo la lucha contra la casta, y ahora se han convertido en más casta, más amiguismo y más parentesco. Pero se ve que cuando tocan las gaitas de la pulsión política, la casta y los otros actúan del mismo modo.
El puerto es uno de los generadores principales de la riqueza y desarrollo de una ciudad y de su entorno. Por eso, el cargo de presidente del mismo debería ser ejercido por alguien que tuviera un mínimo conocimiento de los temas portuarios, que conozca el sector, los agentes que intervienen en él, en una palabra, que imprima en él su concepto de puerto.
Con estos nombramientos políticos, huérfanos de criterios profesionales, se pone el puerto en manos de las fuerzas internas, lo que se suele llamar la tripulación portuaria: personas con años de servicios y vicios adquiridos, generalmente por una inercia de continuismo estático. Todo lo contrario a la renovación que se necesita cuando se produce un cambio.
De esta manera, el presidente pasa a ser un rehén del buen o mal hacer de esas fuerzas internas que lo han aupado. Fuerzas bien conectadas con el ente público Puertos del Estado y sus bien conocidos enjuagues y componendas para beneficio personal, muy lejos del interés general. Si a esto añadimos que el máximo responsable portuario actuará como una terminal de los intereses de quien lo ha nombrado, lo que se está colocando en realidad es a un palo blanco que figura, firma, pero sin propulsión propia.
En el momento actual, donde el negocio marítimo está cada vez más globalizado y la geopolítica de las importaciones y exportaciones cada vez son más complejas (China copa casi el 90% del mercado), se necesitan gestores que estén al día de cómo va fluctuando el mundo marítimo, los tipos de cargas, la operatividad y digitalización de las terminales, etc. El menor error de planteamiento generará un puerto obsoleto que podría, incluso, quedar fuera del mercado de fletes.
Los puertos de interés general gallegos tienen importantes retos de futuro. En el puerto de Vigo hay que fajarse con las escalas de cruceros; la competencia amenazante del puerto de Leixoes, con movimientos que superan los 20 millones de toneladas; los problemas medioambientales ligados a la delimitación de espacios y usos portuarios; el desarrollo del sector naval con la concesión de los terrenos del astillero Vulcano…
En el puerto de La Coruña existe un problema de deuda importante que puede afectar a la tesorería a corto plazo, con los problemas que ello traería para el puerto; y hay que decidir sobre la conexión ferroviaria del enclave, imprescindible para que sea competitivo, etc.
En Ferrol, el espacio resulta insuficiente, tanto del puerto interior como del puerto exterior. En el puerto interior las comunicaciones ferroviarias son escasas y en el puerto exterior inexistentes.
En el puerto de Villagarcía, los problemas de dragado del canal de entrada, con sus requisitos medioambientales; las conexiones ferroviarias y rodoviarias; y un largo etcétera.
Vemos, por lo tanto, que existe un conjunto de retos a enfrentar que no son baladíes, en donde el futuro de dichos puertos dependerá de la buena o de la mala ejecución de los proyectos a desarrollar.
Por eso creo que para enfrentarse a esta viabilidad de futuro deberían estar al frente de los mismos profesionales con criterio del proyecto portuario y no dejarlo en manos de personas con buen perfil político pero cuyo conocimiento marítimo y portuario es prácticamente inexistente. Cuando sucede esto, el puerto compite en desventaja con otros puertos dirigidos por autoridades expertas. Unos hablan con conocimiento del tema y los otros lo exponen en función de lo que les han explicado o escrito, y no es lo mismo.

Ya hace años, que los regidores autonómicos se han dado cuenta de la influencia política que tienen los puertos. En ellos se realizan inversiones millonarias en infraestructuras que dan entrada a poderosos grupos económicos con influencia en determinadas capas sociales, cuyo efecto se deja sentir a la hora de las elecciones autonómicas, municipales…
Estos últimos nombramientos portuarios en Galicia obedecen más a objetivos políticos que a objetivos técnicos. Se ha optado por lo fácil: nombrar cuatro mascarones de proa que sigan los designios políticos del gran hacedor autonómico y que el desarrollo del puerto quede en manos de su parte técnica.
Se vuelve a perder una oportunidad para preparar a los puertos de interés general gallegos, hacia los nuevos tiempos que se avecinan. A cambio, se ha preferido controlar los puertos por políticos, con vistas a futuros réditos electorales. Una verdadera lástima, señor Núñez Feijoo.