Memorable contemplar al fiscal, a Javier Suárez y sobre todo a la abogada Consuelo Castro luchar denodadamente contra el paciente holandés, superior del capitán de salvamento Wytse Huisman cuando se produjo el siniestro del PRESTIGE, un profesional lúcido y competente, tan elegante como Huisman, o más, porque hubo de soportar mayores impertinencias de la abogada del Estado, que en la sesión de hoy no sólo seguía nerviosa, con sus dedos de rosario, sino que perdió definitivamente los papeles.
El capitán Kofferman explicó una y otra vez, con unas u otras palabras, que el salvamento del PRESTIGE exigía llevarlo a aguas abrigadas, fondearlo y alijar la carga contaminante que transportaba en sus tanques en una operación de transbordo buque a buque. La lógica de un profesional con un curriculum impresionante en el mundo del salvamento marítimo. La misma lógica en la que coinciden todos los expertos independientes y todos los profesionales del mundo.
La operación de llevar el PRESTIGE a un lugar de refugio no era fácil y conllevaba serios riesgos, por supuesto, pero era la única opción para evitar la catástrofe. Mandar alejar el buque a un rumbo noroeste, contra la mar de fondo y directos a la zona de donde venía una borrasca anunciada por todos los servicios meteorológicos de la zona, no tenía sentido y garantizaba el naufragio de la nave y una catástrofe ecológica.
Las opciones disponibles no consistían, como pretenden los defensores del Estado, en hundir el buque cerca de la costa o alejado de ella. Ese dilema es tramposo. La alternativa en realidad consistía en hundir el buque y causar una gran catástrofe (eso era el resultado seguro de lanzar el buque herido a luchar contra las olas), o intentar su salvamento y evitar el desastre ecológico, opción que precisaba de un lugar de refugio donde proteger el buque y permitir la operación de trasvase de la carga.
¿Qué lugar de refugio? El capitán Kofferman repitió una y otra vez que eso es lo que él pretendió debatir con las autoridades españolas en la mañana del día 15 de noviembre, valorando los riesgos e intereses en juego y decidiendo de forma conjunta la mejor opción. Pero no pudo ni hablar. Con amargura declaró el capitán Kofferman que ni siquiera le dejaron abrir la boca. Un autoritario Fernández Mesa, quien llevaba la voz cantante según el testigo, y quien se zafó de la imputación penal confesando en el Juzgado que él de buques y navegación no sabe absolutamente nada, que todas las decisiones las tomó López Sors, le mandó callar y marcharse a 120 millas de la costa española (en el documento escrito pone a 240 millas de la costa, que conste una vez más). Le negaron la oportunidad de proponer un puerto, una ría, una ensenada o un simple paraje abrigado para refugiar el PRESTIGE.
Ante la contundente lógica del capitán Kofferman, las preguntas de los del Estado resultaban ridículas, patéticas o claramente improcedentes. Que si sabía cuántas bateas hay en la ría de Vigo, o cuantas barreras anticontaminación y de qué tipo había disponibles, o si ya tenía los nombres de los barcos necesarios para el trasvase de la carga del PRESTIGE. Les faltó marear al testigo interrogándole sobre los nombres de los alcaldes de Galicia, para concluir ante la obvia ignorancia del capitán Kofferman sobre tales extremos, que en realidad ni el testigo ni su empresa tenían ni idea de lo que se traían entre manos. En fin, que no tenían un plan de salvamento encuadernado, en colores y con el visto bueno de la autoridad competente.
El paciente holandés, que declaraba en un inglés hermoso y limpio, explicaba que tenía una idea clara de cómo salvar el petrolero averiado y que los detalles concretos se ejecutan en paralelo a la situación del buque a salvar. Eso es lo que se hace, lo que la empresa Smit Salvage, tal vez la mayor y la mejor empresa del mundo en operaciones de salvamento, viene haciendo con éxito desde hace muchos años.
Pero los del Estado seguían impertérritos, raca raca, raca raca, sin querer enterarse, insistiendo en que las autoridades españolas defendían la costa gallega y por eso ordenaron al PRESTIGE “alejarse y rezar para que se hunda”, provocando así la mayor catástrofe ecológica sufrida por las costas españolas, en tanto que Smit Salvage sólo pretendía hacer negocio y arruinar la economía pesquera de Galicia. Realmente patético, una ofensa para la inteligencia.
Una nota más antes de acabar esta crónica. El presidente del tribunal, una persona algo estrafalaria en su forma de vestir, demostró en la sesión de hoy un admirable talante democrático y una autoridad procesal más que digna. Que conste también.