La abogada Castro hizo un correcto trabajo de aliño y fue arrancando de López Sors la vieja historia del buen trabajo que realizó al gestionar el siniestro del Prestige. La historia, bien conducida por la habilidad de la letrada, constituye una fantasía, no exenta de diversas vías de agua, sólo creíble si se olvida la cruda realidad: no hubo informes técnicos que avalaran el alejamiento del buque; no hubo valoración profesional de los daños del PRESTIGE; se incumplió de manera escandalosa el Plan Nacional de Contingencias; no hubo Plan de Operaciones digno de ese nombre, salvo la conocida consigna de “rezar para que se hunda”; se retuvo sin ninguna razón a los salvadores de Smit Salvage; la acusación a Mangouras de no colaboración con el salvamento es una indecencia desmentida por el comportamiento del capitán del PRESTIGE; etcétera, etcétera. Misión imposible velar la cruda realidad: López Sors convirtió un accidente en un desastre.
Pero el burlador Sors, con la voz cansina de quien nos hace un favor al hablar, va contando sus mentiras, sus medias verdades, su versión del siniestro, esa que le permite olvidar, silenciar o tergiversar los muchos hechos, documentos y declaraciones que arruinan su fantasía.
Es un derecho del acusado contestar a quien le plazca y de la forma que le convenga. Por eso se habían pactado previamente los abogados que interrogarían a los acusados. Pacto cabalmente cumplido por Mangouras y por Argyropoulos, que tenían muchos más motivos de queja sobre el interrogatorio del fiscal y de los abogados del Estado de los que ha alegado la letrada Castro para proteger la debilidad estructural del ex director. Simplemente, López Sors no ha podido aguantar la confrontación de su historia con la realidad documentada que le mostraban las defensas del PRESTIGE y ha decidido romper la baraja. Una pena.
En esas condiciones, lo lógico, lo sensato, hubiera sido ahorrar al Tribunal la manida fantasía que suelta si le dejan el acusado López Sors. Pero la letrada no quería renunciar a que su defendido tuviera una satisfacción. En honor de la abogada, sin embargo, anotar que tuvo el buen gusto y el acierto de no limitarse a hacer un interrogatorio masaje. Logró un interrogatorio al gusto de la susceptibilidad patológica del acusado López Sors.