Un año más se reunió la asamblea general de los armadores españoles para debatir las medidas estructurales y legislativas que debería tomar el poder político a fin de poner en marcha las reformas que necesita el sector marítimo. El evento tuvo lugar en el Hotel Wellington, de Madrid, dónde el actual presidente de ANAVE, Vicente Boluda Fos, expuso a la representante del Gobierno que acudió al acto la necesidad de una política marítima acorde al mundo actual en el que vivimos. Y ¡cómo no! un Ministerio que gestione los asuntos marítimos. Todo ello dentro de una comida en la que estaban presentes profesionales de distintos campos conexos o relacionados con la actividad marítima. El acto terminó con los discursos políticos, las fotografías, las despedidas y… hasta el próximo año.
No puede descartarse, porque entra dentro de lo posible, el compromiso para una posterior reunión en el Ministerio: que ruede la noria de la incomprensión política sobre un sector tan importante para España como es el marítimo. Digo esto porque tal como está estructurado el actual organigrama operativo del Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana (MITMA), la Dirección General de Marina Mercante ocupa un nivel político de cuarta fila, bajo el paraguas de una Secretaría General de Transportes, tercer nivel político, que engloba a otras direcciones generales. En ese esquema resulta muy difícil, por no decir imposible, llevar a cabo las reformas y transformaciones que la marina mercante española necesita para tener una flota acorde a su potencial marítimo.
Estos cambios estructurales que año tras año se reivindican desde distintos sectores del mundo marítimo están avalados por los últimos acontecimientos. La guerra de Ucrania, la pandemia del Covid19, las políticas económicas aplicadas por las principales potencias mundiales al resto de los países, etc. vienen a demostrar que una marina mercante bien estructurada es un pilar importante para el desarrollo económico y bienestar del país. Hablamos de un sector estratégico fundamental si queremos afrontar los problemas derivados de un mundo cada vez más globalizado.
El bajo nivel de poder político de la Dirección General de Marina Mercante se contrapone con su potente musculatura técnica, evidente en el prestigio de que goza en el exterior, hasta el punto que un español procedente de ese órgano directivo preside el Consejo de la Organización Marítima Internacional. Sin olvidar que además la DGMM forma parte del Acuerdo de Bonn, el más prestigioso en el ámbito de la prevención y respuesta a la contaminación marina; que participamos en el Código Polar, organización internacional que regula la navegación y la seguridad en las zonas polares; y que somos un miembro activo e influyente en la Agencia Europea de Seguridad Marítima (EMSA). Es decir, la Autoridad Marítima española posee nivel técnico para ser respetada internacionalmente como una institución solvente. Pero estos logros quedan diluidos dentro de la política interior del país.
En esta situación cabe inferir que a la marina mercante española le falta poder político para llevar a cabo las reformas que precisa el sector. ANAVE y ANARE, asociaciones de larga experiencia y gran reputación, con sus directores y comités habrían de ser el motor para propiciar reuniones con los representantes de los partidos políticos con posibilidad de gobernar o formar parte del futuro gobierno. Se trata de explicar la situación en que se encuentra la marina mercante española y abogar por los cambios imprescindibles para impulsarla. Esos cambios han de entrar en los programas políticos. Y ahora sería un buen momento pues en año y medio, o quizás antes, habrá elecciones generales.
Otra posible solución, menos compleja políticamente, que propuse en su momento y no fue aceptada, pasaría por dejar la Dirección General de Marina Mercante en su actual nivel administrativo, pero en dependencia directa del secretario de estado o del ministro, con quien habría reuniones semanales y se abordarían directamente los problemas. Ello aumentaría el poder de decisión de la DGMM, ya que, no lo olvidemos, en política el hilo directo con quien toma las decisiones es fundamental.
De no hacerse así, cada año que pase la Asamblea General de Anave hará su coloquial comida, con los discursos de rigor, las fotografías de turno, los saludos y despedidas adecuadas y hasta el año que viene. Pero no dejarán de ser fuegos de artificios ya que, una vez pasado el esplendor del momento, todo volverá a la triste realidad.
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