El motivo es claro: las dudas sobre el futuro que acechan a la compañía, filial de otro histórico como Astilleros Murueta y de la compañía de ingeniería vasca Ingeteam, a través de Construcciones Navales del Norte, desde que en les fuera adjudicado por la Sociedad Estatal de Participaciones Industriales (SEPI). Las dudas y también la deuda.
Los sindicatos hablan de gestión deficiente. Lo cierto es que los accionistas mayoritarios no verían la situación clara cuando en su momento no accedieron a presentar ofertas cuando se propuso una ampliación de capital (por valor de 42 millones de euros)… y lo dejan morir, quizá en espera que venga una gran compañía –quizá alguna naviera- y acceda a amortizar los retrasos en los pagos. Sonaba con fuerza el inversor asturiano Manuel del Gago, pero nunca se ha llegado a concretar nada. Quizá ahora sea su momento ya que en un viaje reciente a Madrid señaló que la situación quedaría resulta –para sus intereses- en septiembre.
La historia reciente de La Naval es cuanto menos extraña. Se trata de un astillero con carga de trabajo. De hecho, la naviera española Baleària está construyendo allí su nuevo ferry de última generación que se impulsará gracias al GNL… aunque veremos qué ocurre tras el anuncio del concurso. Además del ferry tiene en cartera tres buques más: un cablero y dos dragas.
Pese a esta situación, que podría generar cientos de horas de trabajo para los cerca de 2.000 trabajadores (entre los de la propia empresa y las contratas) la gestión no ha sido la mejor. La deuda con las entidades financieras asciende a más de 150 millones de euros, según publicaba en su momento la prensa vasca y el propio Gobierno autonómico podría reclamar a los accionistas mayoritarios la responsabilidad por la deficiencia en su tarea. No obstante, este punto es complicado. Juan Manuel Arana, presidente de Murueta tiene mucho peso en la industria vasca y la Lehendaritza no querrá un enfrentamiento cuerpo a cuerpo.
Pese a todo, la situación concursal no es del todo negativa. Los administradores concursales, bajo en visto-bueno de un juez, harán el esfuerzo de enjuagar la deuda y, una vez fuera de peligro financiero procederán a su venta al mejor postor.
Cualquier sociedad en situación concursal tiene la facilidad de poder trasmitir –a la o las empresas interesadas- sus activos, no sus pasivos y su deuda. Se trata de una operación simple en la que, sin embargo, se afecta de forma innegociable a los trabajadores del astillero y que también podría provocar el cierre de las empresas auxiliares ante la falta de trabajo y la incertidumbre.
Los próximos meses son claves para una empresa histórica, cuyo inicio en Sestao fue en el año 1916, con las primeras construcciones de buques, pero cuyos orígenes reales se remontan al tercer cuarto del siglo XIX.