Ayer se celebró en la Facultad de Náutica de Barcelona la XXXII Jornada sobre gente del mar que cada año organiza el Stella Maris de Barcelona, en colaboración con el Comité de Bienestar del Puerto de Barcelona (desde la creación de éste en 1994), y otros organismos, entidades y asociaciones relacionadas con el mundo marítimo y portuario.
Al inicio de la sesión se pasó un vídeo sobre la experiencia reciente de un encuentro en el muelle entre los tripulantes de un buque atracado en el Puerto de Barcelona y las autoridades de éste (Capitanía Marítima, Guardia Civil, Autoridad Portuaria, Sasemar) con el concurso de Stella Maris y las asociaciones de consignatarios, estibadores, marinos, etc. En la reunión los tripulantes manifestaban las necesidades para una mejor estadía en el puerto: comunicaciones, transporte hacia la ciudad, apoyo jurídico, etc.
Intervino a continuación la doctora María Luisa Canals, del servicio de Sanidad Marítima del Instituto Social de la Marina (ISM), fundadora de la Asociación Española de Medicina Marítima y de la asociación internacional. Describió el funcionamiento de la sanidad marítima española (“la mejor de Europa”) y explicó los múltiples trabajos científicos que para mejorar la prevención de la salud de los marinos y pescadores se pueden realizar utilizando la enorme base de datos con que cuenta el ISM.
En su turno, Marc Martí, inspector de ITF en Cataluña y Baleares, expuso la actividad sindical que desarrolla a bordo de los buques con pabellón de conveniencia. Pintó un panorama desolador, con problemas de salud, laborales y sociales que lejos de mejorar con el desarrollo económico, se han agravado con el crecimiento incontrolado de los llamados open register, en su día conocidos como banderas pirata, pavillons de complaissance o bandiere ombra.
LA PARTE NEGATIVA DE LAS NUEVAS TECONOLOGÍAS
Para finalizar el turno de intervenciones previstas, Salvador Godoy, jefe de máquinas, habló de sus recientes experiencias como marino embarcado. De cuanto explicó destacaría dos extremos. En primer lugar, la pérdida de la vida social a bordo; ahora los tripulantes, acabado su trabajo y las horas de comida, se encierran en sus camarotes con los juguetes electrónicos: tabletas, ordenadores y teléfonos móviles. La composición multicultural de la mayoría de las tripulaciones, con marineros u oficiales de religiones y nacionalidades distintas, ha contribuido también a esa situación. El segundo: que las nuevas tecnologías añaden más estrés a la vida de los tripulantes, pues pueden estar al día de los problemas familiares que afectan a sus padres, esposas e hijos.
Durante el coloquio se destacó el papel insuficiente de los poderes públicos para corregir las situaciones más dramáticas a bordo y el olvido, con pocas excepciones, de la importancia capital de las profesiones náuticas para el desarrollo económico. Sin marinos, no hay barcos; y sin éstos no existirían los puertos ni el 70 por ciento del comercio mundial. Y sin embargo, en no pocas ocasiones, los marinos reciben un trato de parias por parte de los puertos y las autoridades.