Era previsible, dada la mediocridad profesional de algunos participantes en el proceso y de su alergia a la libertad de expresión, que echaran mano de mis numerosos artículos sobre las causas del accidente, sacando de contexto alguna frase y tomando el rábano por las hojas. Fácil recurso para evitarse el trabajo de preparar un interrogatorio arduo y fatigoso dada la contundencia del informe pericial citado y la inequívoca y bien fundada opinión técnica y profesional que sostengo sobre el siniestro desde noviembre de 2002.
Vivimos años oscuros en los que se jalea la ignorancia y se aplaude la mediocridad, años en los que la cobardía del silencio pasa por razonable prudencia. Tiempos estos en los que hay luchar por lo que es evidente, como escribió Manuel Manero en NAUCHERglobal citando a Durrenmat y a Manuel Vázquez Montalbán. Acomodado a esta situación vive en general el periodismo, repleto de informaciones inodoras e insípidas, falsas por lo que ocultan y silencian, mendaces porque privan a los lectores de una cabal comprensión de la realidad que padecemos. Valen las expresiones generales (“…los partidos políticos que saquean a la ciudadanía”, Luis María Ansón, “El Mundo” 14 de marzo de 2013), la demagogia política (“Madrid nos roba”, repiten infatigables numerosos políticos de Cataluña, según recogen los medios de comunicación), pero te conviertes en persona de dudosa validez si afirmas que el fiscal del juicio sobre el PRESTIGE hizo el ridículo por incompetencia y falta de preparación cuando interrogó al capitán Mangouras. Y lo de hacer el ridículo y preguntar como un niño de 8 años si el barco llevaba en el momento del accidente la “velocidad automática”, resulta una forma muy benevolente y piadosa de expresar la vergüenza ajena que sentimos las gentes del mar oyendo al representante del ministerio público. (Véase “EL BOCHORNOSO ESPECTÁCULO DEL INTERROGATORIO DEL FISCAL AL CAPITAN DEL PRESTIGE», https://www.naucher.com/es/actualidad/el-bochornoso-espectaculo-del-interrogatorio-del-fiscal-al-capitan-del-prestige/_n:120/
Yo acudí al juicio, debidamente citado, para ratificar las conclusiones del informe pericial que figura en autos y someterme a las preguntas que los abogados de las partes personadas en el proceso quisieran formular al respecto. Y así fue en los turnos de la letrada María José Rodríguez Docampo, y los abogados José María Ruiz Soroa, Javier Suárez, Ramón Sabin y algunos más. Pero al llegar el turno del fiscal, éste se descolgó con un discursito lamentable que me atribuía haberle faltado el respeto al tribunal en alguno de mis artículos. En realidad, el señor Álvaro García, falto de cintura democrática, se sentía ofendido por mis críticas a su penosa función como fiscal, a su falta de preparación, que constituye una falta de respeto del señor García a la toga que luce, pero consideró que mejor se escudaba tras el tribunal. El presidente del tribunal, fiel a su oceánica paciencia y al modo de ejercer la autoridad que ha adoptado en este juicio, le pidió que abreviara, sin afearle que el tribunal sabe defenderse perfectamente sin necesidad de muletas. La ofendida dignidad del señor Garcia debería saber que su función como representante del ministerio público le exige cumplir con su deber, envasando su soberbia, su vanidad y la grasilla de su orgullo donde tenga a bien, sin privar a los ciudadanos de sus agudas preguntas a imputados, testigos y peritos.
De mi declaración, citando siempre el contenido del informe pericial que consta en el proceso, destacaría los documentos aportados sobre las rogue waves, olas extraordinarias cada vez más documentadas por la ciencia, cuya existencia conocemos bien los marinos (esas olas rompientes imprevisibles e inesperadas), y que explicarían no pocos accidentes marítimos cuyas causas ignoramos; el análisis de la decisión del capitán Mangouras de inundar los tanques de lastre de babor para adrizar el buque, un admirable acierto que hubiera permitido salvar el PRESTIGE y evitar la marea negra; la convicción, basada en todas las pruebas gráficas y documentales que pudimos manejar, de que la avería del petrolero se produjo por la rotura del casco a causa de un golpe de mar en una zona que tal vez sufriera alguna debilidad estructural desconocida; la defensa profesional de la orden del capitán de abandonar el buque cuando éste se encontraba a la deriva, en medio de un temporal, con una escora de 25 grados y riesgo cierto de zozobrar; y la conclusión rotunda de que la buena gestión del accidente exigía llevar al PRESTIGE a aguas tranquilas donde examinar sus averías y alijar su carga.
La abogada Consuelo Castro, la de la voz encantadora, defensora de José Luis López Sors, dejó caer dos acusaciones que me permito volver a desmentir, insistiendo en lo que declaré en la Sala. Yo no deseo la condena de su defendido. He criticado reiteradas veces la criminalización de los capitanes de buque cuando sufren algún accidente y he dejado escrito en muchas partes que la detención de Mangouras responde a la miseria de los políticos en el poder, necesitados de un chivo expiatorio para calmar a una opinión pública alarmada por la consecuencias de un siniestro marítimo. Consecuente con ello, considero este juicio penal innecesario e inútil. Para todos, también para López Sors, aunque él haya sido el causante de poner en marcha la maquinaria judicial al mandar a Ángel del Real, a la sazón capitán marítimo de La Coruña, a presentar una denuncia ante la Guardia Civil contra el capitán de PRESTIGE. Lea y recuerde, señora Castro, un simple ejemplo: “El juicio que se está desarrollando en La Coruña sobre el naufragio del petrolero PRESTIGE resume con bastante exactitud la desgracia de España. En primer lugar, el juicio se monta con tres acusados, y un cuarto en rebeldía, por delitos inventados e imposibles. Incluso el ex director general de la Marina Mercante, autor confeso de la errónea decisión de lanzar el buque contra el temporal y ‘rezar para que se hunda’, no merece un juicio penal. Los esfuerzos denodados del fiscal y los abogados del Estado para probar el mal estado del petrolero y la impericia profesional del capitán Apóstolos Mangouras chocan contra el muro infranqueable de la realidad” (“JUICIO DEL PRESTIGE, CRÓNICA DE ESPAÑA”, NAUCHERglobal, 25 de noviembre de 2012, https://www.naucher.com/es/actualidad/juicio-del-prestige-cronica-de-espana/_n:147/
Y desde luego no tengo ninguna “comunidad de intereses” con el abogado José María Ruiz Soroa, con quien jamás he compartido negocio o encargo oneroso alguno. Conozco y admiro a Ruiz Soroa desde 1974 y con él recientemente hemos presentado una ponencia en el Congreso sobre Grandes Accidentes Marítimos (Bilbao, abril de 2012), cuyo texto adjunto en formato pdf para quien le pueda interesar. Por supuesto, nada nos pagaron en el Congreso. Al contrario, nos costó dinero la asistencia. Que quede claro.