La señora Vilà sabe, o debería saber, que el Port Vell, como cualquier puerto para embarcaciones de recreo, es desde 1992 un espacio concesionado para la construcción y explotación de una marina, un espacio cerrado, no un parque o paseo de uso público. Sabe, o debería saber, que se trata de un espacio que pertenece al demanio público marítimo terrestre, que no se puede enajenar ni privatizar. Sabe o debería saber que la utilización privada de ese espacio concesionado no ha de variar un ápice si en vez de yates de pequeña eslora, digamos entre 7 y 20 metros, alberga barcos de recreo de más de 20 metros de eslora. Sabe, o debería saber, que ese cambio va a suponer un progreso para la ciudad, en particular para el entorno del puerto y para cuantos trabajamos en ese entorno. Es de suponer, por tanto, que escribe en broma eso de que “la reforma del Port Vell supone una privatización de un espacio público; un lugar de todos pasará a ser de uso exclusivo”. No podemos pensar, lógicamente que quien ha de defender a los ciudadanos de Barcelona de las irregularidades o errores de la Administración local, miente a sabiendas o se ha dejado enredar por quienes condenan al Port Vell y a la Autoridad Portuaria de Barcelona en defensa de intereses desconocidos y con argumentos tan falaces.
La señora Vilà, al hilo de sus yerros sobre el Port Vell, se atreve con esas frases vacías de significado, demagogia inexcusable en una persona de su alta función, y escribe que no cree que “el lujo y lo que conlleva sea el modelo de ciudad que necesitamos”. ¿Cual es el modelo de ciudad que necesitamos, señora Vilà? ¿Y qué tiene que ver esa afirmación con la reforma del Port Vell? Quizás pretende usted que el lector apresurado retenga que la reforma del Port Vell nos traerá a la ciudad “el lujo y lo que conlleva”. Permítame otra pregunta, ¿qué es lo que conlleva el lujo? Usted no lo dice porque espera que el lector incauto, cualquiera de nosotros, acabe la frase que el contexto exige: el lujo conlleva mafias de todo pelaje, delitos miles, la codicia, el caos. De forma que por una sencilla relación que usted no explicita, pero que sabe que los lectores pensarán, la reforma del Port Vell, una inversión estupenda en estos tiempos de crisis, quedará estigmatizada. Una manera sutil, pero obscena, impropia de una persona que ha de defender los intereses generales de acuerdo con lo que prescriben las leyes, de disponer a los lectores contra una operación económica que, en verdad, carece de costes sociales para la ciudad. Al contrario, puede contribuir a mejorar el barrio de la Barceloneta y por ende la ciudad de Barcelona.
No le pondré los cientos de ejemplos que se me ocurren (comercios del Paseo de Gracia, centros comerciales de aires faraónicos, costosos edificios con pretensiones emblemáticas, etcétera), para dejar en evidencia la burda demagogia sobre la pretendida molicie del lujo, pero me voy a permitir una sencilla reflexión. La reforma del Port Vell constituye, en cuanto al fondo de la cuestión, un cambio de orientación comercial, algo habitual en cualquier negocio, perfectamente comparable a la transformación de un bar cochambroso en un restaurante de gama alta (o de lujo, si lo prefiere), o al cambio de una vieja librería en un moderno comercio dedicado a las tecnologías de la información y la comunicación. Progreso, sin duda, con coste cero para la ciudad y para las arcas públicas. Todo cambio despierta resistencias, por supuesto, y hay que comprender a quienes prefieren permanecer en el chabolismo. No creo, con la que está cayendo, que usted defienda esa línea. En todo caso, la ciudad y sus habitantes no contemplarían con buenos ojos que la defensora de los ciudadanos se una a quienes quieren imponer el chabolismo
Quizás debería usted preguntarse qué intereses defienden quienes atacan el proyecto de reforma del Port Vell a base de mentiras, medias o enteras, y a base de afirmaciones demagógicas que ofenden el sentido común. Y debería hacerlo sin demora, pues sus comentarios sobre la posible venta del edificio que ocupa actualmente la Facultad de Nàutica de Barcelona, a continuación de lo dicho sobre el Port Vell, la deja a usted alineada con quienes usando una mirada biónica, puro delirio, ven una espesa conspiración urbanística que ha de destruir la ciudad, o una de sus partes, y cuyo centro estratégico sería, faltaría más, la reforma del Port Vell.
No creo, desde luego, que usted pueda estar, en serio, de acuerdo con esas profecías delirantes y en contra de quienes, la mayoría de los habitantes de la Barceloneta y de la ciudad, vemos en la reforma del Port Vell una simple oportunidad de mejora y de progreso. Sobre la Facultad de Náutica puede usted preguntar al rector de la Universidad Politécnica de Cataluña y a su equipo de gobierno. Quzás descubra entonces que la UPC pugna con un déficit axfisiante e ignora esas fantasiosas conspiraciones urbanísticas atribuidas a la Autoridad Portuaria.