Tras varias horas de duro trabajo en la sala de máquinas del SARDEGNA, el jefe de máquinas, direttore di macchina,comunica al comandante la imposibilidad de reparar la avería con los medios de a bordo. El capitán decide entonces informar de la situación a la naviera y a la sociedad de clasificación (el Registro Navale Italiano, RINA), al tiempo que informa a las autoridades marítimas españolas y solicita atraque en el puerto de Cartagena.
Con las medidas impuestas por el capitán marítimo, irreprochables, el ferry atraca en el muelle de Santa Lucía de Cartagena con la intención de desembarcar a los pasajeros y a sus vehículos, pero éstos se niegan a abandonar la nave hasta que la empresa armadora les compense por los gastos que habrán de afrontar en el viaje por carretera hasta Barcelona, gastos no previstos pues en el buque tenían la manutención (y el transporte, claro) asegurada. Finalmente, ya bien entradas las primeras horas del día 7, el capitán del ferry y los pasajeros llegan a un acuerdo. En medio del rifirrafe los cónsules de Marruecos en Almería y Valencia, las autoridades españolas de inmigración (con la policía correspondiente) y el capitán marítimo de Cartagena.
Ya sin el agobio de unos pasajeros razonablemente cabreados, los técnicos del RINA descubren que la avería está provocada por la contaminación del circuito de refrigeración de uno de los propulsores, y de paso dejan constancia de otras anomalías y deficiencias.
Finalmente, tras el informe técnico de la sociedad de clasificación, el visto bueno de los inspectores MoU de la Capitanía de Cartagena y la autorización de la autoridad marítima, el SNAV SARDEGNA salió de Cartagena rumbo a Palermo para reparar.