Javier Moreno Rico, piloto de la marina mercante y licenciado en Filosofía y Letras, está desplegando una meritoria labor intelectual en el campo marítimo desde varios años antes de su jubilación, en 2011, como profesor de Filosofía de un Instituto de Enseñanza Secundaria. Esa segunda vida, más activa si cabe que sus días como enseñante, pasó su mayor prueba en la realización del doctorado en Marina Civil por la Universidad Politécnica de Cataluña en septiembre de 2012, con una tesis sobre el capitán Ricart y Giralt (1847-1930) y la historia marítima de Barcelona.
A la alimentación de su blog personal (http://naucher.blogspot.com.es/), con noticias y comentarios sobre la cultura marítima, particularmente de Barcelona, Javier Moreno Rico une una labor de investigador en Historia que ahora ha plasmado en la obra “Los hombres sencillos. Historia social de la marina mercante (1817-1915)”, autoeditada por el propio autor, al parecer en una web radicada en Charleston, Estados Unidos.
En el prólogo, Javier Moreno Rico confiesa que el libro nace de la convicción de que la labor de los marinos mercantes es una de las tareas más duras, importantes y antiguas de las que llevan a cabo los seres humanos y, sin embargo, no goza del conocimiento y el reconocimiento que se merece. Con documentación de primera mano obtenida en el Archivo General de Marina (Viso del Marqués), en el Archivo Naval de Cartagena y en el Centro de Documentación del Museo Marítimo de Barcelona, Javier Moreno traza un cuadro que refleja, parcialmente como advierte el autor, la situación laboral de los tripulantes de la flota española durante los años de la revolución industrial, caracterizada en la marina mercante por la sustitución de la vela por el vapor, con todos los cambios económicos y sociales que ello conllevó.
El encomiable esfuerzo del autor por manejar fuentes originales puede, en mi opinión verse empañado por la excesiva influencia que concede a las deserciones, una historia cuya interpretación por parte de Javier Moreno es muy discutible, y por la confusión en que incurre en el capítulo dedicado a “El desarrollo de las ayudas a la navegación”, en el que mezcla los faros con las sociedades de clasificación y el francobordo con la telegrafía sin hilos.
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