Entre 1768 y 1771 tuvo lugar uno de los periplos náuticos más célebres y provechosos de la Historia de la navegación. Hablo de la expedición organizada por la Royal Society y el Almirantazgo inglés con el objetivo inicial de observar desde las remotas aguas del océano Pacífico el tránsito del planea Venus entre el Sol y la Tierra. Los astrónomos habían conjeturado que era posible calcular la distancia exacta del sol a la tierra, una incógnita que preocupaba, no se sabe bien por qué, a los poderosos de la época. Al frente de la expedición no colocaron a un confidente del rey, o a un sobrino pasmado del obispo de Canterbury, o a un petimetre aristócrata que rondaba las alcobas de las damas influyentes de la corte. Pusieron a un marino culto y experto, hijo de un campesino del condado de York, el capitán James Cook.
En aquel tiempo la navegación era el motor principal de la ciencia y el progreso, y los marinos y navegantes gozaban de inmenso prestigio. Puesto que armar el ENDEAVOUR, tripularlo adecuadamente y prepararlo para un largo viaje costaba una fortuna, a James Cook le ordenaron que, de paso, investigara sobre las tierras desconocidas de los mares del Sur. Así incorporó a la corona británica lo que hoy conocemos como Australia y Nueva Zelanda.
Pero lo más importante para el progreso de la Humanidad que consiguió este primer viaje del capitán Cook fue volver a Inglaterra con toda la tripulación en buen estado. En tres largos años a bordo nadie había perecido víctima del escorbuto, esa enfermedad diabólica, al decir de pastores y sacerdotes, que se calcula que entre los siglos XVI y XVIII había ocasionado la muerte de dos millones de navegantes. Aunque un médico escocés, James Lind ya había advertido veinte años antes que la falta de fruta y verduras frescas en la dieta de los marineros era la causa de la enfermedad, el rey, la corte y el clero se resistían a abandonar sus prejuicios y supersticiones. As usual. Pero Cook estaba convencido que los experimentos de Lind habían acertado. Proporcionó a los tripulantes del ENDEAVOUR tanta fruta y verduras frescas como le fue posible y ordenó que se embarcaran grandes cantidades de col fermentada, chucrut (palabra incorporada en 2014 al diccionario de la Real Academia Española de la Lengua), un alimento que hoy sabemos que contiene una buena cantidad de vitamina C, el antídoto más eficaz contra la aparición del escorbuto.
Conocer la distancia de la Tierra al Sol constituía, para la época, algo similar a adivinar el sexo de los ángeles o averiguar el destino del santo grial; reclamar para los reyes ingleses la propiedad del continente australiano no dejó de ser una tragedia para la población nativa, prácticamente exterminada al cabo de pocos años, y un desastre para la fauna y la flora autóctonas. Pero demostrar que era posible vencer al escorbuto, sin apenas coste adicional, salvó centenares de miles, tal vez millones, de vidas humanas. Una hazaña atribuible por entero al genio del marino James Cook.