Cuando se llevan días y días navegando en medio del océano, viendo solo cielo y mar, y ni siquiera un ave volando que rompa la imagen fija del trabajo diario, y una mañana al asomarse por la borda se avista una línea difusa de tierra , las sensaciones que palpitan en tu interior, son muy variadas: seguridad, tranquilidad de no estar solo, y aunque la tierra está a bastante millas y no es la tuya, se remueven en tu interior recuerdos ancestrales y presientes ese cordón umbilical que une a todo ser humano con el lugar de nacimiento y en esos instantes idealizas todo lo que puede haber y podrías hacer en esa franja de tierra desconocida que cada vez se va haciendo más nítida.
En el otro lado, en tierra, alguien desde el pequeño balcón de su casa, estaba oteando la silueta del barco navegando próximo a la costa y también idealizaba las posibilidades que podría encontrar formando parte de la tripulación del barco, descubriendo nuevos horizontes de oportunidades y a la vez huir de desagradables situaciones: el tedio, la pobreza, el hambre, etc.
No tendría el sufrimiento, piensa, que está pasando con la epidemia que les acosa día y noche, semana tras semana, y que si hubiera habido una estrategia y planificación por parte de sus dirigentes ante la tragedia que les venía, avisada con antelación por las autoridades sanitarias, ahora el sufrimiento de la población sería menor y no se vagaría día tras día, en la incertidumbre del que pasará mañana, y el arresto domiciliario no duraría tanto tiempo.
Mientras observaba el buque navegar, recordó unas palabras de su amigo marino, cuando le comentaba acontecimientos de sus singladuras: ante una galerna si hay una buena dirección, una tripulación experimentada y un barco que responda, éste aguanta todos los embates de la mar.
Desde su ángulo visual, el barco fue alejándose hasta convertirse en un punto oscuro, para luego desaparecer, y los sueños se fueron con él. Antes de cerrar su mirador observó la avenida que antes hervía de coches y personas y ahora estaba completamente desierta, con un silencio sepulcral. Cuando pase esta anómala situación, su vida, la ciudad e incluso el país ya no será el mismo.
En el dialogo interior en que se hallaba, así como el aislamiento,el miedo a estar contagiado, el desconocimiento de la situación y la manipulación de la información, le surgieron determinadas preguntas : ¿ cuánto tiempo más así?, ¿qué rumbo tomaría su país? ¡Nada concreto!, fijado todo al albur de los acontecimientos. No pudo más, cerró la ventana y regreso al cansino confinamiento.
Los nubarrones borraron el horizonte y lo que antes era un mar azul intenso, se volvió de un gris acerado, el barco empezaba a balancearse lentamente, y poco a poco fue perdiendo la visión de la línea de costa, adentrándose en la inmensidad del océano.
Todo apuntaba a temporal, la tripulación se preparó para la tempestad que se avecinaba, pero estaban tranquilos porque se hallaban bajo el mando de un buen capitán, experimentados oficiales, que tenían muy clara la estrategia de las operaciones y del rumbo a seguir.