A partir del siglo XIX, cuando la economía mundial empieza a depender del petróleo, este recurso natural ha penetrado tanto en la forma de vivir de la humanidad que se ha hecho imprescindible en nuestras vidas; no solo se usa como producto energético y de automoción, sino también para la cosmética, fertilizantes, plásticos y así hasta más de 6000 derivados. Por lo tanto, quien controle el petróleo, controla la economía. Muchas guerras, conflictos sociales e inestabilidades políticas tienen como telón de fondo el control del llamado oro negro. Estamos hablando de un recurso hasta tal punto estratégico que si se acabara de forma inesperada, los países dependientes del petróleo dejarían de funcionar, sus economías entrarían en una caída de vértigo, desembocando en una bancarrota total.
LA ORGANIZACIÓN DE PAÍSES EXPORTADORES DE PETRÓLEO (OPEP)
Esta Organización fue creada el 14 de septiembre de 1960 en Bagdad (Irak) e inicialmente estuvo formada por: Venezuela, Irán, Irak, Kwait y Arabia Saudita, que eran los cinco países de mayor capacidad de exportación del mundo. En la actualidad, la OPEP está formada por 14 países que representan el 30% de la producción mundial.
Los fines de exportación siguen siendo los mismos que cuando fue creada:
– Planificar, coordinar y unificar las políticas petroleras de los países pertenecientes a dicha Organización, fijar los métodos más apropiados para salvaguardar sus intereses, tantos individuales como colectivos.
– Encontrar los mejores procedimientos para afianzar la estabilidad de los precios en los mercados internacionales, con el objetivo puesto en la eliminación de fluctuaciones contraproducentes y redundantes.
– Abastecer a las naciones consumidoras de un flujo de petróleo eficaz, económico y constante, que a la vez produzca un retorno razonable de capital para las inversiones de la industria petrolera.
Los países consumidores, sin embargo, han acusado a la OPEP de actuar como un clan que manipula el precio del petróleo en función de sus intereses.
Según la Agencia Internacional de la Energía (AIE), los diez mayores países productores de petróleo (Rusia, Arabia Saudí, Estados Unidos, Irán, Irak, Canadá, China, Emiratos Árabes, Kuwait y Brasil), controlan dos tercios de la producción mundial de petróleo. Estos países establecen estrategias, muchas veces al margen de ideologías y encuadres políticos, al objeto de ganar influencia en el contexto internacional, pero siempre con la vista puesta en sus intereses.
Los países receptores están a expensas de estas grandes potencias exportadoras de crudo.

Petrolero en el canal de Suez
TRANSPORTE DE PETRÓLEO
El transporte del crudo desde el yacimiento hasta los tanques de refino, se puede hacer de dos maneras: por tierra o por mar. En el primer caso a través de oleoductos; este sistema puede atravesar países enteros como es el caso del oleoducto de Druzba en Rusia, con una longitud de aproximadamente 4.000 kilómetros, el más largo del mundo, y con una capacidad de transporte de 1,4 millones de barriles de petróleo al día.
Estas conducciones subterráneas se encuentran con un problema: no pueden cruzar océanos debido al alto coste y los riegos que ello implica y es ahí, donde entra el transporte marítimo por medio de los buques petroleros, llevando este oro negro por mares y océanos a los países receptores.
En 2018 la producción mundial de petróleo se situó alrededor de los 4.500 millones de toneladas. La mitad de esta producción fue transportada por vía marítima, unos 90 millones de barriles diarios de crudo, a través de los llamados chokepoint, canales estrechos utilizados por estos buques para sus rutas de navegación, que son vitales desde el punto de vista geopolítico y geoestratégico.
LOS CHOKEPOINT MÁS IMPORTANTES EN EL TRÁFICO MARÍTIMO
Estrecho de Ormuz. Situado entre Irán y el sultanato de Omán, con 33 kilómetros en su parte más estrecha, aunque los canales de navegación de los barcos en uno u otro sentido es de apenas 3 kilómetros. Conecta el golfo Pérsico con el océano Índico y por él cruza más del 30% del total del petróleo transportado por vía marítima, procedente de los países del golfo Pérsico (Kuwait, Bahréin, Qatar, Arabia Saudita, Emiratos Árabes e Irán), en ruta hacia Europa, Asia o América del Norte, conecta.
Es una zona muy sensible, donde Irán ejerce pleno dominio sobre dicho paso, hasta tal punto, que cuando Estados Unidas lo amenaza con bloquear sus exportaciones de crudo y gas licuado, aquel le responde que cerrará el estrecho.
Si Irán llevase a cabo la amenaza, su acción tendría importantes repercusiones a nivel mundial: habría escasez de oferta, subiría el precio del barril de crudo y de los bienes importados por los países exportadores, produciéndose un efecto boomerang que podría traer, a largo plazo, inestabilidad política en los Estados árabes citados.
Estrecho de Malaka. Es un corredor marítimo, llamado también la gran vía marítima periférica del mundo. Es el principal canal de tráfico marítimo entre el océano Índico y el océano Pacífico, y une las economías asiáticas de India, China, Japón y Corea del Sur.
La posición estratégica del este estrecho, hace que India y China tomen posiciones en las bocas de este paso Por su parte, Estados Unidos trata de estar presente en esta vía de navegación a fin de poder realizar sus operaciones comerciales de abastecimiento y exportación de sus mercancías y no verse aislado en el control del mismo.
Estrecho de Bad-El-Mandeb. Es la vía natural entre el mar Rojo y el océano Índico por el golfo de Adén, tiene una posición estratégica muy importante, corta la costa africana en Yibuti y la península arábiga en Yemen, comunicando el océano Índico con el mar Rojo y es de obligada navegación para quien se dirija al canal de Suez y al mar Mediterráneo, conectando los puertos europeos con Asia y el Golfo Pérsico.
Por ser un nudo de comunicación tan importante y de gran inestabilidad entre algunos de los países del entorno, como Sudán y Somalia, así como los desacuerdos entre Irán y Arabia saudí, hace que las grandes potencias (Estados Unidos, Europa, China, Japón) traten de incrementar su peso en este punto, por donde pasan más de 4 millones de barriles de crudo con destino a Estados Unidos, Europa y Asia Pacífico.
Estrechos daneses. El Grand Belt, el Pequeño Belt y el estrecho de Öresund son rutas muy importantes de navegación marítima que conectan el mar Báltico con el mar del Norte. Los dos primeros pertenecen al reino de Dinamarca, y la administración del último es compartida con Suecia.
Es una zona geopolítica y geoestratégica de gran interés, con enorme relevancia en el transporte de crudo y gas natural.
Todos los Estados ribereños al mar Báltico (Suecia, Finlandia, Rusia, Estonia, Polonia, Letonia, Lituania, Alemania y Dinamarca), necesitan estas rutas de navegación para llevar a cabo las transacciones comerciales de sus productos.
Estrechos de Turquía. Turquía tiene dos estrechos muy importantes desde el punto de vista geopolítico: el Bósforo que comunica Europa con Asia, dos concepciones del mundo diferentes, y los Dardanelos.
El Bósforo conecta el mar Negro con el mar de Mármara y desde este mar al Egeo y al Mediterráneo, a través de los Dardanelos.
Por estos estrechos pasan unos 50.000 buques al año, con destino a países de Asia Pacífico y Europa, además de todo el tráfico de petroleo y gas natural procedente del puerto ruso de Novorossiysk.
Estos dos estrechos hacen de Turquía una pieza clave en la geopolítica del continente europeo, ya que al oeste limita con Bulgaria y Grecia, al este con Georgia, Armenia y Azerbaiyán y al sur con Irán, Irak y Siria.
El canal de Suez. Comunica el mar Rojo con el mar Mediterráneo y es la ruta fundamental para el transporte de petróleo, gas y manufacturas desde los países ricos productores de crudo de esa zona, hacia Europa, Estados Unidos y Asia.
Es un vía marítima muy importante desde el punto de vista estratégico, en especial para Estados Unidos. Por él pasa un 8% del tráfico mundial y más de 3 millones de barriles de crudo al día; desde el punto de vista económico hay un ahorro de unas 4.000 millas náuticas en la ruta desde Europa a Asia en comparación con la ruta del cabo de Buena Esperanza
Canal de Panamá. La posición geográfica de Panamá ya es de por sí muy importante dentro del contexto latinoamericano, pero el canal lo ha elevado a factor clave en la geopolítica y geoestrategia de la zona, al transformar el marco económico, político y social del país.
El canal comunica el mar Caribe con el océano Pacífico, evitando así bordear el estrecho de Magallanes y el cabo de Hornos. La principal ruta de navegación es la llevada a cabo desde la costa atlántica de Estados Unidos a Extremo Oriente; la segunda es desde Europa a la costa oeste de Estados Unidos y Canadá; y por último las rutas de los países vecinos de Centro y Sudamérica.
Las cargas que generalmente transitan por el canal van desde petróleo y sus derivados, cargas sólidas (grano) y contenedores. Al año suelen cruzar unos 5.000 buques.
Teniendo en cuenta que prácticamente el 90% del comercio mundial es por vía marítima y que alrededor de un 70% del transporte del crudo se mueve por barco, según la (EIA), es evidente que estos ocho chokepoint tienen un valor enorme; si además consideramos que algunos de ellos están en zonas altamente conflictivas e inestables, y que los estrechos son lenguas de mar de fácil vigilancia y más inseguros que otras zonas marítimas, es lógico que las grandes potencias o grandes poderes económicos los quieran controlar.
Al aumentar el transporte del crudo por vía marítima se han introducido dos nuevas variables estratégicas y de posible inestabilidad: la seguridad y control de los estrechos, y el dominio del transporte marítimo a través de las flotas petroleras.
Es verdad que la aparición del Covid-19, hizo que millones de personas fueran confinadas en todo el mundo, produciendo una brutal caída de la demanda, hasta llegar a cotizar el barril de crudo en negativo (-37dólares). Pero, a medida que la severidad de las restricciones se vaya reduciendo aumentará la demanda de petróleo. No hay que olvidar que el petróleo sigue siendo la fuente de energía principal y el pivote en que se sustenta la economía mundial.
Si a esto añadimos, una pugna de precios entre Arabia Saudí, que tiene unos costes de producción más bajos que Rusia; y que ésta rechazó en su momento, una propuesta de la OPEP para reducir la producción y amortiguar el efecto de la pandemia que se venía encima, estamos ante fluctuaciones del precio del petróleo, no reales, sino por intereses de posicionamiento estratégico.
Por otro lado, si tenemos en cuenta que Venezuela dejó de tener un fuerte protagonismo dentro de la política de la OPEP, al no estar dentro de los top ten países exportadores de petróleo y si a ésta circunstancia le añadimos, que hay una petrolera rusa que posee el 80% del Consorcio Petrolero Nacional (CPN), que se formó como fruto de la cooperación económica entre Rusia y Venezuela, estamos ante un puzzle, con visos a un juego de tronos del petróleo, cuyo fin último será el dominio del oro negro, el control de los estrechos por donde cruza este recurso natural y las flotas que lo transportan. Porque al final, todo nos lleva a un tema económico y quien tiene el dinero suele tener el poder.