La ONU, la OMI, la UE y sus Estados, deberán de poner especial cuidado con las emisiones de GEI (gases de efecto invernadero) en el Ártico, un delicadísimo ecosistema ya bastante afectado por el incremento del tráfico y las exenciones aprobadas por la OMI para los países ribereños.
La guerra de Putin, con seguridad, lo trastocará todo. El embargo al petróleo, que parece muy cercano, y al gas ruso, no hará sino que Rusia incremente su producción en el Ártico desde donde tiene una navegación segura hacia China y otros países de Extremo Oriente a través de la Northern Sea Route, y se olvide de gaseoductos y salidas desde el mar Negro.
En 2021 el tráfico sobrepasó los 34 millones de toneladas transportadas en 92 buques, por encima de los 33 millones de 2020, siendo las expectativas del Gobierno ruso las de alcanzar los 80 millones en 2024, casi todo petróleo y gas. Buques tanque y gaseros con proas rompehielos, además de los propios rompehielos, dos de ellos de propulsión nuclear, garantizan a Rusia un tráfico cuasi ininterrumpido todo el año, y no impide el uso de heavy fuel Oil, de más de 0,5% de azufre hasta julio de 2024, con las excepciones de los países ribereños, que podrán seguir consumiendo HFO hasta 2029. De los buques que han navegado por la aguas del NSR (Northern Sea Route) un 75% consume este tipo de fuel que es extremadamente peligroso desde el punto e vista de la contaminación por la cantidad de daños que producirían sus derrames, accidentes, etc.
No es difícil vaticinar que veremos un incremento del tráfico desde los yacimientos de la península de Yamal en el mar de Kara, en los que el Gobierno ruso está invirtiendo miles de millones de dólares, con socios como DP World (Emiratos Árabes), con destino a Extremo Oriente.
Mientras, el Ártico seguirá aumentando su temperatura a mayor ritmo que el resto del hemisferio Norte, derritiéndose la masa de hielo a mayor ritmo que hasta la fecha. Y lo que aparentemente es más grave en el caso, será difícil persuadir al Sr. Putin para ralentizar e incluso detener unas inversiones que le generan la liquidez necesaria para continuar su guerra.