Francisco Bru también cuestiona, con una andanada de insidias, el enriquecimiento de López durante los últimos años en Santiago de Cuba. Son tres páginas repletas de duras acusaciones, ninguna nueva, que hay que leerlas de cara al igual que se hizo con las otras tres que le tiznaban de negrero. Lo extravagante es que en ellas apele a su hermana Luisa y a su sobrino Claudio a que confiesen lo que saben del nebuloso pasado de Antonio López en Cuba. Les exige trasparencia sobre los graves delitos que él le achaca:
En el librazo o Memoria Fúnebre publicado con los auspicios y dirección del heredero López, mi sobrino, se calla cuidadosamente todo lo que se refiere a este periodo de la vida de aquel [en Cuba]. En unas páginas vagamente se dice que López empezó siendo dependiente de una casa de La Habana, y que habiendo recogido un capitalito, empezó a trabajar por su cuenta sin decirse en qué comercio. En otras páginas se cree que antes de ir a Cuba se ocupaba vagamente de la agricultura.
El “librazo” a que se refiere Pancho Bru es el tomo “Homenaje que la Ciudad de Barcelona tributó a la Memoria del Excmo. Sr. D. Antonio López y López, Marqués de Comillas” (Imprenta Peninsular. 21.04.1883). El título es equívoco. El libro no se debe al Ayuntamiento, aunque a la muerte de López, la corporación consignó por unanimidad un acta municipal para expresar su “profundo malestar” y como “muestra de gratitud a los servicios que había prestado a la ciudad”.
Por carecer de autor, la obra bien podría ser que la encargase la Casa Comillas. En todo caso es poco más que una recopilación de artículos de prensa publicados en Barcelona con ocasión de la muerte de Antonio López, en especial, entre el día 17 de febrero y el 1 de marzo de 1883. Son laudatorios, acorde al día de las alabanzas, y no pretenden biografiarle más allá de lo relacionado con sus éxitos empresariales, condecoraciones, cargos, títulos, actos benéficos, anécdotas elogiosas… Lo habitual para una hagiografía en la que los méritos e hitos del finado soslayan o dejan en segundo plano los demás aspectos personales.
Su cuñado Pancho Bru critica el “librazo” porque está plagado de vaguedades y hay sospechosas lagunas sobre la etapa de López en Cuba. Con ser cierto, no tiene razón. Se trataba de un homenaje, no un trabajo de investigación. Y la repentina muerte del marqués de Comillas más la premura por cubrir las noticias (fallecimiento, funeral, entierro) tal vez no permitieron ahondar en su vida, y menos la que databa de sus décadas en Cuba. Así que los rotativos se centraron, además de lamentar su muerte, en loar sin freno al gran empresario y benefactor, que era lo que tocaba en ese momento.

¿Qué esperaba Pancho de un libro cuyo objetivo era pergeñar tales homenajes? ¿Acusaciones, sospechas? Incluso el diario crítico y progresista “El Diluvio” se sumó al carro con algún elogio y ninguna crítica; y el semanario contestatario “La Campana de Gracia” trató su muerte con dos ocurrencias de poca maldad en la Batallada del 21 de enero, y al siguiente número escribió: “No trato de infligir ninguna ofensa, ni poner en ridículo al potentado que acaba de morir (…) Con sus empresas hacía un gran bien al país, con sus limosnas un gran bien a los pobres”; aunque a continuación se mostró irónico con él porque murió justo después que “el Papa le concediese indulgencia plenaria para la hora de su muerte” por haber donado dos millones para la construcción del Seminario de Comillas. Si la prensa inconformista guardó las formas a la muerte del magnate, qué podía esperar Francisco Bru que hiciesen los Comillas. Está fuera de lugar recriminarles por no publicar en el libro de homenaje lo que a un envidioso como él le hubiese gustado que se desvelara de la época de López en Cuba:
A ver, hermana mía, a ver, sobrino. ¿Por qué no lo habéis hecho? Explicad eso, si podéis … ¿Por qué ha ocultado la familia aquel periodo de la vida de López a los escritores que por encargo y con dinero de ella han amañado aquella corona literaria-mercantil?
Pancho lo tenía difícil para que cuestionasen la probidad de Antonio López. Por entonces, fuera de las laudatorias necrológicas, no se editaban prolijas biografías de los empresarios. A lo más, un perfil con sus logros profesionales y reconocimientos públicos. Como si todos ellos careciesen de niñez y juventud y de improviso apareciesen como destacados personajes. Y no solo sucedía con los indianos y su ¡sabe Dios cómo hicieron las Américas! También con quienes pasaron desde orígenes modestos a ser grandes financieros sin cruzar nunca el Atlántico: Gaspar de Remisa, el marqués de Salamanca… Debía ser un tema vetado por el ¡a quién le importa!, por encubrir sus humildes cunas o, simplemente, porque no había costumbre o no interesara demasiado quiénes fueron cuando aún no eran ricos ni famosos. Esto explica que las biografías de todos los empresarios y banqueros decimonónicos sean flojas por datar del siglo XX y que Antonio López no tenga ninguna buena, ni hoy sea posible documentar sus primeras cuatro décadas.
El caso es que del marqués de Comillas apenas ha trascendido algo de su inicial periplo vital y empresarial. Eran tiempos en que no se entrevistaba a los personajes públicos, la vertiente personal de los empresarios apenas eran noticia, los periódicos serios apenas se metían con la vida privada/familiar de nadie. Los diarios y revistas solían tener pocas páginas, sin fotos y contados grabados, ni muchas más noticias que de política, economía, religión, cultura y espectáculos. Y de corazón, corazón, ni se lo imaginaban posible. Era distinto, otra prensa y con otras sensibilidades. Hoy nos indignan los anuncios de ventas de esclavos en Cuba, y en aquella época se habrían indignado en La Habana del puterío que hasta ayer mismo se anunciaba, sobre todo en los periódicos prestigiosos, con el vergonzante rótulo de “contactos” para encubrir su tangente de trata y explotación sexual.

Si tanto interés tenía Pancho Bru en revelar la pretérita vida de su cuñado podía haber empezado por leer más y mejor las dos hagiografías que le dedicaron a su muerte: la referida de Barcelona y la de Madrid “Homenaje nacional a D. Antonio López y López” (Impresores de la Casa Real, 1883). Hasta se equivoca cuando apunta que López se ocupó en la agricultura antes de marchar a Cuba, cuando en el “librazo” se afirma que se dedicó a ella estando en Cuba, en el sentido de que explotó haciendas y fincas rústicas.
Y si las hubiese leído con atención también se habría enterado de datos relevantes, como que en Cádiz su cuñado “fue dependiente de una tienda de vinos situada en la plaza San Juan de Dios” o que en Cuba tuvo el vapor GENERAL ARMERO. Se queja de que su hermana Luisa y su sobrino Claudio ocultasen, en su opinión, información comprometida sobre los años de López en Cuba, mientras él no recoge la que tiene a mano ni durante décadas se molestó en recabar una sola prueba con la que respaldar sus acusaciones. Al contrario, el mismo se encarga de manipular la vida del naviero con falacias y tergiversaciones; y, para colmo, pide trasparencia a la casa Comillas y se despacha a gusto en acusaciones:
Yo comprendo que se hubiere callado la genealogía del flamante Marqués, las correrías de éste por el interior de Cuba y… otras cosas. ¡Pero la gloria de haber pasado en Santiago de Cuba de baratillero a capitalista, eso sí que es incomprensible que lo callen, porque al fin y al cabo no hace quien quiere semejantes prodigios! ¡Ay!… Es que las hazañas de mi cuñado desde que fundó su primera línea de vapores hasta su muerte se parecen a muchas otras que la gente de pro disimula, mientras los tribunales no las castiga.
Francisco Bru no era el más adecuado para exigir transparencia sobre el origen de la fortuna de Antonio López cuando, en su libro, él es el primero en ocultar cómo la consiguió su padre, y en cambio destaca su falso heroísmo contra las tropas de Napoleón y el camelo indiano, según el cual se enriqueció santificándose en la Gran Antilla. ¿De dónde salieron los 40.000 duros, en efectivo y valores, que Andrés Bru Puñet aportó al matrimonio cuando se casó en enero de 1825, según consta en su testamento de 1856? ¿Vaguedades sobre Antonio López? Para vaguedades las que él cuenta de su padre.
Pancho Bru estuvo en Cuba en 1862 y tuvo la ocasión de indagar cómo Antonio López pasó, según él, de “baratillero a capitalista” en pocos años. Tampoco recogió datos y testimonios ni de sus hermanos Andrés y Ramón, que vivieron con López en Santiago de Cuba, cuando según Pancho, su cuñado estaba cometiendo graves delitos. Y, en concreto, algo sabría Ramón en 1885 después de tantos años residiendo en la Isla. ¿No le preguntó, no le contó nada? Sin embargo, acusa a su sobrino Claudio de ocultar el origen de la fortuna de su padre. He aquí una de las constantes de “La verdadera vida de Antonio López y López”: acusar y no probar ni indagar. Es un libro de odio, al cual el autor rinde tributo falsificando sin escrúpulos, a saco, la verdadera vida de Antonio López.