El Ayuntamiento de Barcelona retiró en 2018 la estatua del naviero Antonio López erigida en 1884 en la entonces zona comercial, financiera y portuaria. Motivó su decisión en que la ciudad no merecía tener un negrero en su espacio público. Para la ocasión se montó una fiesta bufa en la cual Gerardo Pisarello, primer vicealcalde, protagonizó una payasada despidiendo al marqués de Comillas con una sarta de bobadas, sin rigor histórico y, sobre todo, sin razones. Y sé de lo que hablo. Me interesé por el tema en 2016, en cuanto supe que se proponían retirar dicha estatua. No por nada, soy un marino jubilado que con 21 años estaba embarcado en el BELEN, buque de carga general de Trasatlántica, al mando de don Anselmo Carvajal, y que en Barcelona atracaba en el muelle Bajo Muralla/Depósito, casi a los pies del monumento al fundador de la naviera.
A eso se llama apego sentimental, lealtad a la Cía. Trasatlántica y a los compañeros que todavía me embarcan en gratos recuerdos. Esto fue lo que me motivó a defender la imagen de Antonio López, porque si fuera por él, no haría falta. Es un personaje que se defiende por sí mismo y le traería al pairo que le retirasen del espacio público, pues nunca le podrán quitar los merecimientos que él hizo por una ciudad para que su Ayuntamiento le homenajeara con un monumento. Dio un fuerte impulso económico y aupó su cultura y artes a unas espectaculares cimas de las que Barcelona siempre vivirá de rentas: Jacinto Verdaguer, Antonio Gaudí y una pléyade más que también fueron colosos en creatividad, aunque a muchos de ellos solo se les considere artesanos.
Pronto comprobé que algo pasaba cuando el Ayuntamiento me dio largas al pedirles la documentación que avalase sus intenciones. Todo en vano. Los alternativos alardean de democrática trasparencia y me aplicaron la mayor de las opacidades. A la antigua usanza: “Es una decisión política”. ¡Qué mejor recurso cuando faltan pruebas y no se quiere dar explicaciones! Gracias al Síndic de Greuges, al menos me recibió el “desprogramador” de la memoria de Barcelona, aunque sin resultado. También recurrí a las entidades que propusieron retirar la estatua; pasó lo mismo. Ni CC.OO. ni UGT ni SOS-Racismo tenían algo, ni un algo cualquiera, siquiera nimio, con que respaldar sus peticiones al Consistorio.
Y tuve un cruce de correos con el investigador de referencia y con algún otro historiador, ¿y?, pues, eso ¡y tururú, tururú…!, nada. Un fraude como puede serlo un fajador de la investigación cuando se empeña en afirmar que Antonio López fue negrero sin hallar pruebas concluyentes, incluso echando sospechas negreras sobre el vapor “General Armero” sin tener datos para demostrarlo y encima recurriendo a referencias capciosas.
También me empapucé de prensa con lo publicado sobre A. López; y yo, que estudié periodismo en la UAB y lo ejercí durante años, sentí vergüenza profesional ajena. Para rebatir tanto despropósito publiqué una docena larga de artículos en NAUCHERglobal y me olvidé del tema porque contra la estupidez colectiva no hay nada hacer. ¿Nada?, siempre queda el denunciarla con más que palabras, investigando lo que pudiera, aunque fuese casi sin salir de Barcelona y de Google.
El resultado es un libro de seis capítulos que saldrá sabe Dios cuándo porque a mi edad lo que más me gusta es andar, pasear y no trabajar. Aun así, voy haciendo y del segundo capítulo: “La falseada vida de Antonio López”, empezamos esta semana a publicar en Naucher Global un análisis de los tres libros que publicó Francisco Bru Lassús contra su cuñado Antonio y la Casa Comillas. El trabajo es inédito porque nadie se ha molestado en poner a prueba la credibilidad ni al personaje que primero acusó de negrero al marqués de Comillas. Son 17 entregas, excesivo para el lector acostumbrado a leer divulgación, pero suficientes para un serio trabajo de investigación con que rebatir a quienes con solo tres citas de uno de los tres libros han respaldado sus acusaciones de negrero contra el naviero cántabro. Los pies de página, notas explicativas y bibliografía, ineludibles en un trabajo de investigación, saldrán con el libro. A continuación, iremos publicando el segundo apartado, el referente al Ayuntamiento, a los entes públicos y asimilados, y a la campaña mediática a la que se subieron al carro hasta los espontáneos con tal de dar leña al mono al hipotético López negrero.
El final de este capítulo II lo dedico a rebatir los trabajos de los investigadores que han sido decisivos para tirar abajo la imagen de Antonio López, marqués de Comillas. El látigo de su autoridad académica más las argollas políticas del Ayuntamiento fueron determinantes para que hayamos acabado esclavizados por una estupidez colectiva.