Podemos reírnos o esbozar una misericordiosa sonrisa ante el dislate, pues un poco de sentido común bastaría para darse cuenta de que los gases que lanza a la atmósfera un buque resultan una minucia en términos absolutos y algo insignificante en términos relativos. La contaminación atmosférica procedente del transporte marítimo (el modo de transporte más eficiente en el uso de la energía en términos generales), supone el 2,2% del total, según la Agencia de la ONU especializada en temas marítimos, en tanto el transporte por ferrocarril supone el 5,5% y el tráfico rodoviario es responsable del 21,3 de las emisiones contaminantes. Pero la ignorancia es ciega y sorda e inmune a cualquier pensamiento lógico, de forma que por televisión (TV3, 14.40 horas) salió la señora María García, en nombre de los manifestantes (un grupo escaso, todo hay que decirlo), pidiendo que apliquemos en Barcelona lo que hacen los puertos del norte de Europa. Sólo eso, añadió.
Es de suponer que la señora García se refería a la declaración de zona SECA (Sulphur Emissions Control Areas) que se aplica en el Mar Báltico y en el Mar del Norte, y en otras zonas del mundo, donde los buques (cruceros, petroleros, graneleros, ferrys, en fin, todos) han de quemar un combustible limpio desde el 1 de enero de 2015. Esa obligación se extenderá a los mares de todo el mundo en enero de 2020, de acuerdo con las previsiones del Anexo VI del convenio MARPOL, pero eso, al parecer, no le basta a la señora García (suponiendo que lo sepa), que quiere ya a Barcelona en una zona SECA o ECA. Una prioridad en verdad curiosa si tenemos en cuenta la escasa diferencia de contaminación que supondría un tráfico de cruceros con normas ECA en relación a lo que contaminan ahora; y sobre todo, si tenemos en cuenta los problemas de contaminación de la ciudad por los gases de los coches y camiones.
¿Por qué centrar la hostilidad activista en los buques de crucero, una parte pequeña de los buques que tocan el puerto y una bendición para la ciudad? Ante todo por ignorancia; desconocen que buena parte de los cruceros que tocan Barcelona ya utilizan combustibles limpios, y los demás van provistos de motores muy eficientes y relativamente muy poco contaminantes, por no hablar de su ignorancia completa sobre las estrictas reglas del convenio MARPOL (por turista que llega a Barcelona, la contaminación de un crucero es realmente irrisoria). Pero sobre todo por seguidismo a la obsesión del grupo que gobierna la ciudad de Barcelona (a cuya cabeza se halla Ada Colau), en contra del turismo, en general, y en contra del puerto, en particular.
El grupo Colau cuenta con 11 concejales en un consistorio de 41 miembros. Tal vez haya llegado la hora de considerar si la ciudad ha de aguantar un equipo de gobierno arbitrario, caprichoso e ignorante respaldado sólo por algo más de la cuarta parte del Consejo Municipal.