Luis Jar Torre, relator de naufragios, espacia sus trabajos en el tiempo de modo que pueda reunir la información más amplia posible, comprobar las diversas fuentes, analizar los hechos que causaron o contribuyeron al desastre y finalmente redactar el relato, que ha de resultar ameno, de lectura sencilla y con un hilo conductor que le confiera la armonía narrativa que caracteriza su obra.
Ya he escrito alguna vez que el resultado es siempre espléndido, con independencia de la opinión que nos merezcan las conclusiones de Luis Jar sobre el siniestro.
Un año ha transcurrido desde que el capitán de fragata de la Reserva Naval Activa, Luis Jar, nos entregara su relato sobre el naufragio del COSTA CONCORDIA (ver artículo en NAUCHERglobal), un año para preparar el trabajo que ahora ha visto la luz: la historia de la explosión, el 6 de diciembre de 1917, del mercante MONT BLANC “un clásico (y descuidado) tres islas con puente al medio, cuatro bodegas y cuatro entrepuentes”, que destruyó buena parte de la ciudad canadiense de Halifax y mató a 1611 personas (confirmadas; otras fuentes hablan de 2000 fallecidos), e hirió de gravedad a otras 9.000 (ver el artículo completo en este enlace).El MONT BLANC había sido construido en Inglaterra en 1899, tenía 97,5 metros de eslora, 13,6 de manga y 3.121 TRB.
Jar nos regala en esta nueva entrega de la historia universal de la navegación, a través del examen de determinados accidentes, algunas pinceladas de su ironía, fina como la seda. Una muestra. Hablando de la necesidad de encontrar con rapidez un responsable a quien colgar la tragedia (recuérdese el ejemplo reciente del PRESTIGE con el capitán Mangouras), Luis Jar escribe: “En estos casos el procedimiento recomienda buscar un alférez de fragata y culparle de todo, pero en 1917 la marina canadiense andaba fatal de alféreces de fragata y, como segunda opción, hubo que buscar alguien de la Reserva Naval. Con las prisas, el oficial seleccionado resultó ser un culpable desastroso, y en lugar de dejarse colgar como un caballero generó considerable estrépito; su nefasta actuación no le impediría acompañar al práctico y al capitán a la cárcel ni que, tras caer el telón, sus irritados superiores le acompañaran a él… ¡a la calle!”.
El relato de la pavorosa explosión del MONT BLANC viene ilustrado con planos y fotografías que facilitan la comprensión cabal de lo ocurrido. Como dice Luis Jar “el accidente fue el resultado de una cadena de errores y, como también suele ser habitual, tuvo tan poco glamour como sus pedestres protagonistas”. Los detalles, esos minúsculos avatares que constituyen el fulminante de la catástrofe, que el relator de naufragios sabe encontrar y desarrollar como nadie.